El materialismo y el consumismo están cada vez más presentes en la sociedad, y esto no solo se ve reflejado en la economía, también en las relaciones sociales. Se nos hace fácil cambiar y comprar productos aún cuando todavía sirven y tiene funcionalidad, sólo porque pasan de moda o porque ya no nos gustan…pero lo mismo está pasando no sólo con objetos o cosas, también con personas. Pensemos en las amistades, familiares o parejas, en donde el egoísmo convierte las relaciones en función de la utilidad de las personas; si me eres útil te conservo, pero si no te «desecho», ya no sirves. Mucha gente vive de ésta manera superficial, en la que la dignidad, libertad y voluntad humanas se ven reducidas a algo que se puede pisar y tirar a la basura.
Reflexionemos si alguna vez hemos caído en «desechar» a alguien cercano, dejándole de hablar sin explicación, cortando comunicación, alejándolo sin importar sus sentimientos; o si por el contrario nos hemos sentido usados y desechados.
Desde pequeños es importante cuidar lo que realmente vale, lo que a veces ni siquiera se ve, lo que está dentro de cada uno de nosotros, lo que pensamos, lo que sentimos. No las apariencias, o lo que está fuera; siempre lo más importante y valioso será lo que ERES, no lo que TIENES.
Para fomentar buenas y duraderas relaciones sociales:
- Eduquemos a nuestros hijos enseñándoles a amar a los demás, respetando al otro, aceptándolo tal cual es, tolerando las diferencias, discutiendo sin pelear o imponer puntos de vista.
- Enseñemos a nuestros hijos lo valioso de comunicar y expresar lo que sienten, lo que les alegra o entristece, lo que les gusta o disgusta, lo que es importante o no para ellos.
- Eduquemos a nuestros hijos enseñándoles a admirar a las personas por como son no por lo que tienen.
No dejemos que el ambiente nos arrastre a hacer cosas que dañen a los demás ni a nosotros mismos, tomemos de los demás y de lo que nos rodea, lo que nos permita crecer y desenvolvernos positiva y favorablemente aunque a veces tengamos que ir contra corriente.