lunes, mayo 13, 2024

Convivir con el tiempo – Teresita Balderas y Rico

El tiempo, medida convencional para no perderse en la bruma del olvido. Si aprendemos a valorarlo, incidirá en el transcurso de nuestra existencia, para que transite con mayores índices de bienestar.

Quisiéramos que el tiempo girara a nuestro favor. Al sentirnos felices, decimos: “No quiero que pase tan rápido el tiempo”. Sin embargo, cuando la crisis nos ahoga, expresamos: “¡Qué lento pasa el tiempo!, quisiera que ya fuera mañana”. 

Durante el transcurso de mi existencia, el tiempo ha jugado un papel muy importante en la construcción de mi historia.

 “Sabia virtud de conocer el tiempo” verso que ha trascendido del icónico poema de Renato Leduc.

Nací a fines de 1946, época de posguerra. El mundo estaba en ruinas tras la nefasta Segunda Guerra Mundial. La hambruna asediaba a los sobrevivientes del conflicto bélico, las heridas aún eran visibles.

México hacía esfuerzos por convertirse en una nación industrial, era considerado un país agrícola.

A partir de los años 50, empecé a percibir cómo pasaba el tiempo de mi infancia y lo que sucedía en su rededor. A la edad de siete u ocho años, no comprendía las acciones y actitudes de algunas personas, pero algo me decía que yo podría ser diferente.

Descubrí cómo levantar el velo que cubría las creencias y dogmas establecidos. Entonces pude abrir ventanas y asomarme a la luz de las realidades. Eran tiempos de letargo y sumisión. La palabra del gobierno era ley y la del sacerdote obediencia. Sentía que estaba en desventaja. 

Al descubrir que el gobierno mentía al pueblo, y el sacerdote atemorizaba, empecé a reflexionar el porqué sucedía. Eran tiempos donde los usos y costumbres parecían inamovibles. 

El analfabetismo y la pobreza mantenían al país en somnolienta calma. En esa época, desde la niñez, las rutas a seguir estaban señaladas con líneas fluorescentes. Quien osaba salir de esos señalamientos, era castigado familiar y socialmente. Impensable atreverse a romper los añejos esquemas en aras del progreso, sobre todo siendo mujer

De seguir las normas establecidas, mi futuro sería oscuro e incierto. No me visualizaba viviendo en situación de penurias. Los años pasaban y por situaciones económicas, no podía continuar mis estudios. Tomé mis propias decisiones.

Emprendí el vuelo sin tener las alas fortalecidas. Después de estrellarme ante añejos muros, aprendí a volar y pude esquivarlos. Inicié una carrera tratando de recuperar el tiempo que solo había visto pasar. Situación imposible, porque el tiempo transcurrido, pasado es.

He comprendido que saber valorar y aprovechar el tiempo, es un arte. Vivir lo que corresponde en mi tiempo, es aprovechar lo que él, tiene para mí.

Vivir con pasión los proyectos de vida, harán que ésta merezca ser vivida para contar su historia. El tiempo ha sido benévolo conmigo. Lo he tenido para estudiar, desarrollar mi profesión, crear una familia y acariciar los espacios en la escritura y la pintura.

Tal vez el tiempo se ha cansado de verme correr, haciendo malabares para cumplir los compromisos contraídos. Sigo volando, no tan rápido como hace algunos años.  Valoro la experiencia obtenida, ella me ha permitido seleccionar los lugares y las rutas en donde puedo desplegar las alas, y regresar al punto de partida.  

Mis sueños de viajar al espacio sideral en las noches estrelladas, y regresar de madrugada con renovadas energías y nuevas ilusiones, aún continúan. En cada amanecer agradezco la oportunidad de seguir viviendo, disfrutar las maravillas de la naturaleza, el amor de la familia, la amistad sincera de los amigos y el gran privilegio de tener una historia para contar. 

Los años pasan, el tiempo es perenne, nosotros no. Solo dura un instante nuestro paso por este mundo. Vivir el tiempo que nos corresponde es regalo divino.

Al tiempo debemos valorarlo, analizarlo, quererlo. No digamos que no hicimos lo que debimos hacer, por falta de tiempo. Él, siempre está para nosotros, nuestra ceguera lo deja pasar. Seamos su amigo, y tal vez, vivamos mejor nuestro tiempo.

Un perdón a tiempo puede salvar una vida.

Decir la verdad a tiempo evita un conflicto.

Los oscuros momentos vividos en esta pandemia, nos han dejado grandes lecciones de vida. Los que aquí estamos somos afortunados, familiares, amigos de toda la vida se han ido, y no se nos permitió despedirlos. Ellos ya no tuvieron el tiempo que nosotros aún tenemos.

Los tiempos modernos, se viven en constante movimiento. Literalmente el tiempo se licua en nuestras manos. Las horas nos pasan entre el desplazamiento al lugar del trabajo y las que permanecemos en él. 

Es necesario medir el tiempo en aras de aprovecharlo. En su continuo estar, él nos mide a nosotros. 

Arribamos a este mundo, en circunstancias dadas en el tiempo en que nos toca llegar. Si logramos tener una larga vida, con él crecemos, nos desarrollarnos y envejecemos. Nos acompañará, cuando sea la hora del último andar. 

Finalmente, deberíamos desarrollar la cultura de actuar y decidir a tiempo. Tener la “sabia virtud de conocer el tiempo.

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