viernes, julio 26, 2024

Un mundo distinto: Japón – Sandra Fernández

Llegar a Japón es como llegar a otro planeta.

Un planeta sacado de una película de ficción, irreal y fantástico. Lo primero que llama la atención es el nivel de limpieza. Limpieza en todas sus formas, a un nivel extremo casi imposible de creer. Luminoso, brillante, impecable. Nos desplazamos a la estación del tren que nos desplazara del aeropuerto de Narita a la ciudad de Tokio. La exactitud de la llegada del tren se diluye, es algo casi natural y exacta. Nos recibe una mujer con guantes blancos que inclina la cabeza y sonríe, abordamos, nerviosos y emocionados. El trayecto es ligero, tranquilo, como si estuviera articulado por un perfecto engrane que hace que todas las piezas se muevan en perfecta armonía. A través de la ventana del tren, los paisajes se deslizan en imágenes que pierden su forma, la velocidad parece que aumenta y disminuye o quizá sea un efecto de la sobresaturación de imágenes. Edificios, casas monótonas, puentes, más trenes que parece que fueron sacados de un libro de cuentos.

Ya en la estación de Tokio se observan, hombres de negocios, jóvenes con peinados estrafalarios y abrigos largos casi todos vestidos de color negro, ancianas que más bien parecen jóvenes, caminando solas, mujeres con atuendos elegantes, niños con pesadas mochilas y uniformes sacados de una serie de Anime. Solos, agregó, los niños entre 7 y 10 años andan solos, subiendo y bajando de los trenes, desplazándose en la estación como si fuera el patio de su casa. Niños y ancianos viviendo en un país en donde la seguridad es un factor clave.

Yo, viniendo de un país en donde la inseguridad ha alcanzado límites inimaginables para las mujeres y los niños, esta imagen hizo que me frotara los ojos para comprobar que es real. Me causa una lógica admiración y una profunda reflexión.

Así que, éste es Japón, el país de cultura milenaria y de tecnología de punta. Fascinante, embriagador y adictivo. De contrastes y perfecta armonía. Visual, colorido. En donde el respeto se vive en cada gesto y en cada acto, respeto por los demás, por como se visten y como se ven. Respeto por el tiempo, por la puntualidad. Por los animales, por el silencio. Por el trabajo, por el dinero, por su religión y sus espíritus. La palabra clave: Respeto.

Los días transcurrieron veloces, más de lo que hubiera querido. Todo llega a su final, pero la enseñanza queda ahí. Me pregunto qué pasaría si de verdad pensáramos en los demás al movernos en este mundo. Si lo tuviéramos presente, no solo con nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo, si no que, en verdad, lo adoptáramos como una forma de vida. 

Entonces, seguramente el resultado sería otro. En cada uno de nosotros esta poder adoptarlo.

El avión aterriza de regreso, he vuelto a casa. Traje conmigo esa imagen fresca de sus montañas, los templos, la ciudad cosmopolita y moderna. Pero sobre todo, esa sensación de aspirar un mundo basado en el respeto hacia los demás.

Por: Sandra Fernández

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