La declaración Universal de los derechos humanos dice en su artículo primero: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”. Es lo mismo que la Biblia dice.
El pasado día 8 de marzo se celebró el día internacional de la mujer, establecido por la ONU con la finalidad de respaldar la lucha por la igualdad, especialmente en lo que a derechos y oportunidades se refiere.
En muchos países, México incluido, las mujeres salieron a las calles y usaron otros medios para pedir o exigir varias cosas, según las circunstancias de cada país, donde las mujeres son discriminadas, violentadas, violadas, asesinadas, abusadas y prevalece la injusticia contra ellas.
Sin saberlo, lo que la mayoría de estas mujeres piden es volver al estado original de la mujer diseñado por Dios.
En el principio, cuando Dios creó todo perfecto, Él hizo al hombre y a la mujer iguales en valor, como hijos de Dios, y eso sigue vigente a sus ojos. Los creó con diferentes características y estas diferencias son buenas porque son complementarias entre sí. Pero estas diferencias no significan superioridad de uno sobre la otra, ni que uno sea más inteligente y capaz que la otra, ni que uno tenga más derechos que la otra.
La Biblia dice que después de que Dios formó al varón, formó a la mujer. Cuando Adán la vio dijo “es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Adán reconoció en Eva a su igual, entendió que era parte de su misma esencia.
Hombre y mujer fueron creados a imagen de Dios. Esto significa que Dios nos hizo especiales para que nos pareciéramos a Él en cosas como la capacidad de razonar, de crear y de hablar, así como en la capacidad de relacionarnos con Dios. Y puesto que tanto el hombre como la mujer poseen la imagen de Dios, son iguales en dignidad y valor para Él, porque no discrimina a nadie.
Adán y Eva, en este diseño original, vivían en completa armonía, pero vino el problema. Los dos desobedecieron a Dios, el pecado y la maldición entraron al mundo y el orden original se rompió.
Entre otras terribles cosas, el enseñoramiento, el abuso y el concepto de superioridad del hombre sobre la mujer vinieron como resultado de la maldición del pecado. Esto está fuera del plan original de Dios y va en contra de Su carácter y voluntad.
Desde entonces, a través de la historia y en mayor o menor grado, el lugar de la mujer ha sido relegado o desvirtuado, trayendo consecuencias negativas al matrimonio, al hogar, a los hijos, a la sociedad y a la iglesia.
La buena noticia es que Dios no se quedó de brazos cruzados. Él tenía un plan. Jesús vino para liberar y su ministerio de liberación abarca todas las áreas de nuestras vidas, incluida la maldición del enseñoramiento.
Jesús no solo nos salvó para la eternidad, también en esta vida restauró legalmente la igualdad de valor entre hombres y mujeres, como seres humanos y como hijos y siervos de Dios. Dice la Biblia: “porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.”(Gálatas 3:27-28)
El sacrificio que Jesús hizo en la cruz restituye a los hombres y a las mujeres al principio de la creación. Jesús tenía discípulos hombres y mujeres y no esperaba que ellos sobresalieran por la dominación de unos sobre otros, sino por el servicio y el amor entre ellos. La igualdad de los hombres y las mujeres no es un invento de la sociedad, es el diseño original de Dios.
Yo, como hombre, creo que de lo mejor de la creación de Dios fue la mujer. Actualmente tengo 2 hermanas, 2 hijas y 4 nietas, y todas son simplemente maravillosas. Gracias a Dios por ellas y por todas ustedes mujeres. No acepten ser menos que los hombres, ustedes son valiosas y capaces de cualquier cosa que se propongan.
Pastor Jorge Cupido
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