Recordamos tiempos en los que la gente se saludaba amablemente, tiempos en los que todos en la ciudad o por lo menos en la colonia se conocían, y las personas aún cuando no se conocían se saludaban por respeto y se interesaban unos en otros, pero eso quedó en el recuerdo…. ahora cada vez somos más, y vivimos con una indiferencia cada vez mayor al prójimo, como si no importara lo que sucede a nuestro alrededor; vivimos tiempos en los que a veces no saludamos ni a los que conocemos, como si una nube de apatía cubriera la sociedad, cerrara los ojos y endureciera los corazones.
La amabilidad con los demás se esfuma de a poco, y los rostros rígidos son cada vez más comunes….como si cobraran por sonreír a los que pasan por nuestro lado. Lo que más preocupa es que pasamos rápidamente de esa indiferencia, a algo peor, la intolerancia.
Lo vemos en el día a día en el tráfico, donde la gente pocas veces cede su lugar para que pase otro vehículo o un peatón, cuando se acerca alguien a la ventanilla del auto y lo ignoramos como si no existiera, cuando no somos capaces de esperar turnos, cuando caminamos por la calle y no saludamos, cuando no ayudamos a alguien que lo necesita, porque desconfiamos de todo y de todos, definitivamente son otros tiempos, pero sin duda una sonrisa, un hola, hasta luego, le ayudo, un por favor, un gracias, no le hacen daño a nadie, y por el contrario ayuda a vivir en comunidad…. seamos amables con los demás los conozcamos o no.
Demos el ejemplo a nuestros hijos para que también sean personas amables; si ellos nos ven serlo, seguramente aprenderán a serlo.
Es importante desde pequeños explicarles la importancia de ayudar, de ser amables, de ser servicial con el de al lado, porque todos necesitamos de todos, y trabajando en equipo todo sale adelante de mejor manera.
Empecemos la amabilidad hoy con nosotros, con nuestra familia, sembremos la semilla para que el día de mañana nuestros hijos tengan buena cosecha.