¡Festejamos el amor y la amistad!
En la vida en pareja, ¿habrá que tener las dos cosas? Sí, la respuesta es sí, tres veces sí, sí, sí. Pero es lo que menos hacemos: una cosa es la amistad y otra el amor. Tenemos encasillado el tema de pareja. Y una buena relación de pareja se basa en la amistad. Piénsalo.
Siempre pensé que el amor era básico. Y sigo pensándolo. Aunque lo confundía con el romanticismo, con bailar pegaditos diciéndonos cosas al oído, mirar juntos el paisaje mientras nos abrazamos, oír música y sentir que lo que dice la canción lo estamos diciendo nosotros.
Emocionarnos por la mirada clavada en los ojos del otro…
Ahora me doy cuenta de que la amistad es muy importante. La buena amistad, en la que uno ve por el bien del otro, en la que ambos se divierten, se acompañan, se ocupan de lo que al otro le preocupa, o uno ve si el otro se entretiene.
Saber pasar juntos un tiempo que no sea necesariamente romántico, poder platicar de lo que sea, reírse de lo cotidiano, compartir lo que sucede, salir a realizar actividades diferentes e intentarlo juntos o intentarlo separados. La libertad es un elemento de los amigos.
Se puede ser la amiga o el amigo. Quizá cuando somos pareja soltamos la comprensión que tenemos en la amistad. Aparecen el control, el fastidio, la costumbre, el desinterés y hasta el egoísmo. Al aparecer el aburrimiento, tienes que vacunarte contra él. Ponerte en acción.
Al definir el concepto de pareja, nos encasillamos de tal manera que no caben la camaradería, la diversión, la complicidad, que son privilegios de los amigos, no de la vida en pareja.
Yo diría que sería ideal cuestionar qué tan amigos estamos siendo.
En mi caso, ha sido muy importante ser amiga, porque he soltado la preocupación de todo lo que yo quería cuidar en la vida diaria en pareja. Solté el control.
Yo creía que hablar de la vida en pareja era importante y hay cosas que no se hablan, se hacen, se empiezan a practicar. Las mujeres, en general, perdemos el tiempo hablando. Hay que actuar y fijarse en las acciones de la otra persona. En vez de salir con: “Hay que hablar”, se puede proponer una actividad nueva, diferente. No discutas, disfruta, prueba, intenta.
Las mujeres tendemos a fijarnos en las palabras. Como dijo una amiga: “Tenemos el clítoris en la oreja” y cuando nos emocionamos por lo que escuchamos, dejamos de ver lo objetivo, lo que está sucediendo en los hechos.
Los hombres, por otro lado, se cierran, y empiezan a jalar por su lado, pues el rollo de la mujer lo fastidia. Él es práctico, no es de pláticas largas y profundas.
En el libro Los hijos de Yocasta, el autor Christian Olivier afirma que todos tenemos necesidad de estar con los hombres, ante el agobio de tanta mujer en nuestra vida. Mientras andamos detrás de la pareja hombre, ellos por su parte quieren estar con los hombres, con los amigos. Nosotras los agobiamos y es tanta nuestra necesidad, que los ahuyentamos. Se encierran en su cueva (John Gray. Los hombres son de Marte, las mujeres de Venus)
¿Y cuál sería la solución? Saber ser amigos. Imaginar: ¿qué haría yo si sólo fuera mi amigo o amiga?
Ábrete en posibilidades y prueba, solo así aprendemos. Ser una persona escéptica está bien, y probar también está bien.
Por: Verónica Maldonado Soto