viernes, julio 26, 2024

Vivir en libertad – Teresita Balderas y Rico

En el transcurso de la vida suceden eventos que coadyuvan en la formación del carácter, acrecentando los aprendizajes.

Las oportunidades se presentan en cualquier etapa de nuestra existencia. La naturaleza misma nos indica la dirección del camino, pero a veces, estando tan cerca de nosotros, no las vemos. Las causas son diversas: una de ellas es la pereza mental, que conlleva a una ceguera intelectual y emocional. Otra es la extrema pobreza, que encadena las ilusiones de quien quiere emerger. 

En ocasiones, la luz del entendimiento se opaca, dejando que la oscuridad cubra las ideas. Sin darse el tiempo para escuchar, ver y discernir, dejando pasar la oportunidad de crecer como seres racionales y sociales. 

Lo relevante en esta enfermiza situación, es la existencia de un buen antídoto que permita dilucidar lo que sucede en nuestro rededor. Tres elementos intervienen para emerger de ese estado catatónico: escuchar, sentir y observar. Este antídoto permite pensar, analizar y reflexionar en la toma de decisiones.

Cuando nos hemos curado de estos males, somos capaces de amar y comprender el porqué de nuestras actitudes y las de otros. Entonces, la vida se vuelve digna de ser vivida. 

Reflexionemos y comprendamos que la vida es un regalo en este mundo, se nos da en un tiempo y espacio determinados. Se nace en determinadas circunstancias, que pueden ser favorables o desfavorables, pero eso no implica que debamos permanecer en ese estado adverso a nuestras necesidades. 

Esta reflexión conlleva a dialogar con nuestro yo, a introducirnos entre los intersticios de la mente y hacer un recuento de las decisiones tomadas, de lo que se hace y lo que hemos dejado de hacer. Sabemos que toda acción tiene una reacción. Las consecuencias de nuestro actuar permean nuestro estilo de vida, en lo positivo o lo negativo.

A través de los siglos, en diferentes lugares del orbe, han existido personas cuyo advenimiento a este mundo ha sido en situaciones de pobreza, pero lograron sobrevivir, construyeron su autonomía, rompieron las ataduras, alcanzando la libertad para construir su ideal de vida.

La libertad, palabra compuesta por tres sílabas, tiene enorme significado. Convivimos con ella en nuestro hacer de la vida cotidiana, pareciera que siempre estará para nosotros. Esa ceguera blanca, de la que nos habla Saramago, no permite ver las densas nubes que se ciernen sobre nosotros. 

El mundo está viviendo un caos. Las desigualdades socioeconómicas entre las grandes potencias y los llamados países emergentes, es enorme.

El ser humano es creativo. Con los conocimientos adecuados podemos revirar la situación, no a nivel macro, pero sí en el micro, empezando por hacer lo que le corresponde a cada uno de nosotros.

Pongamos una línea imaginaria que divide un campo. En una mitad, están los increíbles avances tecnológicos. Al enterarnos de lo que se puede construir o transformar, parecería que estamos viendo una película de ciencia ficción, y, sin embargo, la realidad supera a la ficción.

En la otra mitad, están los países con varias carencias: educación inadecuada para los avances científicos y tecnológicos. Con pocos recursos para solventar sus necesidades, precarios sistemas de salud, con desinterés hacia los rubros deportivos y artísticos, por citar algunos. 

Hagamos lo necesario, empezando por nuestra familia, para que los niños, jóvenes y adultos, tengan la oportunidad de acceder al mundo de la nueva era que empieza a vislumbrarse. Pongamos en práctica los aprendizajes adquiridos, y no dejemos pasar la oportunidad de trascender en nuestras actitudes, reflexionando sobre lo que sucede.

Qué orgullo y alegría se siente cuando nos enteramos de que jóvenes mexicanos triunfan en su país, o en el extranjero, en empresas de renombre mundial. Ellos han sido magníficos alumnos y demuestran su aprendizaje ahora, donde se desempeñan como investigadores, creadores, diseñadores de alta tecnología, cuyos productos serán conocidos en el mundo.

Pensemos en la educación de nuestros hijos desde el entorno familiar, fomentemos el amor hacia ellos mismos, el respeto, responsabilidad, honradez. Estos pilares fortalecerán el desarrollo intelectual, emocional y social. 

Trabajemos y pensemos en nuestros hijos, hermanos, nietos. Apoyémoslos en sus proyectos de vida. La conversación en familia es un aliciente hacia los hijos y una esperanza para los padres. No hacerlo sería un grave error.

México vive una violencia inaudita. Jamás habría imaginado que mi amado país la estuviera viviendo. ¿Qué pasó? ¿En qué momento, por estar dentro de nuestra zona de confort, no visualizamos la mancha negra que se empezaba a extenderse en el país?  

A miles de niños, jóvenes y adultos, les han arrebatado la vida, dejando a sus padres un profundo dolor. Los crímenes quedan impunes.

Pensar a México, es amarlo y a nuestra familia también.

Año de elecciones, año de manipulaciones, turbulencias y más violencia. Observemos, no tomemos una noticia como cierta hasta comprobar su veracidad.

Antes de tomar cualquier decisión, pensemos y reflexionemos. 

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