Durante los cuatro años en que Kurt y yo tuvimos una casa en Malinalco, no había persona o compromiso que nos impidiera disfrutar este emblemático lugar todos los viernes, sábados y domingos del año.
Tengo la seguridad de que, al terminar de leer esta descripción, Malinalco dejará de estar entre tus opciones y pasará al primer lugar de tu lista de lugares a visitar, vivir, vibrar y gozar.
Malinalco es un bello pueblo, resguardado por un hermoso valle de abundante vegetación, con calles empedradas, casas multicolores y de templos de los siglos XVI AL XVII, que transportan a un viaje al pasado de México. Se ubica a 60 kilómetros de Toluca.
La palabra Malinalco significa: “Donde se adora a Malinalxóchitl, la flor de Malinallí”.
La zona arqueológica en el “Cerro de los Ídolos” fue muy importante. Ahí se reunían los mejores guerreros indígenas que viajaban de diferentes regiones lejanas, para realizar una ceremonia de graduación militar.
Desde ahí, se aprecia una espectacular panorámica de Malinalco.
En este maravilloso pueblo se encuentra el templo monolítico único en el continente americano.
El Museo Universitario Luis Mario Schneider se debe visitar para conocer la historia de Malinalco. En el año 2002 recibió el importante premio Miguel Covarrubias que otorga el Instituto Nacional de Antropología e Historia, como el mejor proyecto de museo abierto al público.
Ha sido sede de importantes hechos históricos. Aquí se firmaron documentos valiosos para los independentistas encabezados por don José María Morelos y Pavón. En la época de la Revolución Mexicana, destacó por su lucha del brazo de Emiliano Zapata.
En el jardín principal, el primero de enero, se celebra el aniversario del nombramiento de Malinalco como municipio. Hay desfiles, charreadas y otros eventos educativos. El 6 de agosto es la fiesta del Divino Salvador y se oficia una célebre misa. Hay música, danzas y bailes populares.
¡La parte, no buena de Malinalco, es la cantidad de alacranes que se encuentran los lugares más inimaginables y en cualquier temporada del año!
Conocí a personas del pueblo que han sufrido, no de una, sino de muchas picaduras de estos animales y aseguran que el remedio contra el veneno, es tomar algunos tragos de thinner.
Este mágico lugar también se distingue por sus quesos, artesanías, comida deliciosa y licores (fuertes como ninguno).
Es de los pocos lugares de México en los que se practica el trueque.
Un día a la semana, se coloca gran cantidad de puestos en los que uno encuentra lo inimaginable. Esta experiencia a mí me ha conducido hacia muchos, pero muchos años atrás, a grado tal, que casi puedo experimentar las vivencias de mis antepasados y a la vez sentirme orgullosa de mis raíces.
Al gozar las indescriptibles y únicas maravillas de Malinalco, aflora el orgullo de ser mexicano.
Un día, conocí a Martín “Guerrero Mexhica”, “Guardián de Malinalco”, el célebre chamán del pueblo y que es un icono, no solo de Malinalco, sino de México. Es tallador, también conservador de rituales. Es excelente guía en el Centro Ceremonial, creador del libro “Malinalco orígenes” en el que demuestra que las culturas mexicanas superaron siempre a las antiguas culturas europeas.
Lo más increíble… es ¡dueño de la montaña “Olkeme”! (El que se viste de hule) en donde, de la misma roca del lugar, ha ido esculpiendo esculturas espectaculares, clásicas de la cultura mexicana, como la del jaguar.
A través de un nativo del pueblo, me enteré de que Martín ofrecería un recorrido por su montaña; si no lo experimenta uno, no existen palabras para explicarlo.
Lo intentaré:
Un día animé a un pequeño grupo de amigos alemanes a subir, guiados por Martín, a través de un muy angosto camino, de no más de 50 centímetros de ancho. A 64 m de altura se encuentra una cueva con vista a todo Malinalco, incluyendo el magnífico Centro Ceremonial. A la orilla de la cueva, con mucha dificultad, nos sentamos. De pronto, Martín dio un salto al vacío; de inmediato pensamos que se había suicidado… pero no. En ese brinco calculado cayó parado en otra pequeña roca que se encuentra frente a la cueva. Así lo tenía programado.
Yo había observado que Martín llevaba colgado en su hombro derecho un llamativo morral. Después de darnos una muy interesante plática acerca de la historia de Malinalco, comenzó a silbar de un modo poco usual… nadie imaginaba lo que seguía.
A los pocos minutos, un águila comenzó a revolotear a unos metros de distancia de la cabeza de Martín. Mientras él continuaba silbando, más y más águilas llegaban, hasta que dejó de silbar.
¡Presenciamos un espectáculo inimaginable!
Acto seguido, colocándose de frente al pueblo y al Centro Ceremonial, sacó de su morral una preciosa e inmensa concha, a través de la cual comenzó a soplar. Esta producía un encantador sonido que, al convertirse en eco, provocaba la sensación de cientos de conchas compartiendo un canto.
¡En verdad, es muy emocionante vivirlo!
Al bajar de la montaña, Martín ofreció llevarnos a su temazcal, situado al pie de la montaña y dentro de éste, hacer una ceremonia acompañada de sonidos prehispánicos. No aceptamos.
También ofreció hacerle, a quien gustara, una limpia… tampoco aceptamos; no por falta de ganas, sino que aún debíamos regresar a la Ciudad de México.
En ese momento, comentó que en su montaña había varias cuevas, en las que ponía una cobija típica de Malinalco y ahí podíamos dormir y pasar la noche.
Habría sido una experiencia única, pero, por miedo a los alacranes y a las serpientes, no aprovechamos la oportunidad.
Ya a bordo de la camioneta de mis amigos alemanes, una de ellas, de nombre Tere, me susurró al oído: “Yo tengo mucho dinero y puedo viajar por todo el mundo, pero la experiencia vivida en Malinalco, no se compra ni con todo el oro del mundo. Lo único que te puedo decir, es que después de esta vivencia, te considero… no mi amiga, sino mi hermana”.
Por lo poco que aquí he relatado, te pido a ti, estimado lector, que no renuncies al privilegio de visitar y vivir Malinalco.
VISITAR MALINALCO NO ES UNA OPCIÓN… ES UNA OBLIGACIÓN.
@gvirginiaSM