viernes, octubre 18, 2024

Roberto Cuevas: excepcional poeta y dramaturgo

Damas y caballeros
Por: Araceli Ardón

Suyas eran las metáforas para crear poemas, suyos los diálogos de personajes originales, suyas las divertidas historias para niños. Querétaro fue su espacio vital, por estas calles deambuló mientras imaginaba cuentos, escribía versos en la mente y tomaba sorbos de café mientras preparaba clases de literatura y talleres de escritura creativa. 

Nació en la Ciudad de México el 26 de febrero de 1957. Con su familia, pasó la infancia y adolescencia en Xalapa, Veracruz. Volvió a vivir en la capital de la república en plena juventud y más tarde llegó a Santiago de Querétaro, donde murió el miércoles 11 de enero de 2023, debido a un infarto al miocardio.

En su adolescencia, transcurrida en Xalapa, el poeta en ciernes deambulaba por las calles y pasaba horas en el café La Parroquia llevando bajo el brazo un legajo de folios escritos por él que había cosido con hilo de imprenta para crear un libro artesanal: Donde se encuentran vidas que vidas parecen (y semejanzas por el estilo)

Este conjunto de hojas en realidad se convirtió en un plan de vida, una ruta de futuro. No se separaba de estos documentos, que tenían ya definidos sus propósitos y sueños: convertirse en un experto en literatura, artes escénicas, radio, talleres literarios, cine, doblaje, escritura de guiones, enseñanza de la gramática, corrección de estilo y otros oficios vinculados.

Al paso de los años, Cuevas se convirtió en un gran promotor de la cultura y el arte, dejando un valioso legado en nuestra ciudad, Querétaro, de la que estaba enamorado.

Su aportación a la poesía y la narrativa en español sigue palpitando con fuerza. De su corazón surgió el torrente que nutrió sus propias obras y estimuló la creación literaria de cientos de alumnos, por donde quiera que sus pasos dejaron huella. 

Roberto Cuevas Fernández, un hombre de complexión delgada, tímido y amable, esbozaba al saludar una media sonrisa que iluminaba la claridad de sus ojos. 

El poeta se dibujaba en retratos donde aparecía con una quijada prominente, característica que fue menguando al paso del tiempo. Hacía gala de un fino sentido del humor que le permitía reírse de todo, comenzando con su propia persona. En sus últimos años, su aportación cotidiana en las redes sociales consistía en mensajes escritos con juegos de palabras que provocaban en sus lectores una emoción festiva. Buscaba crear momentos felices mediante la interpretación errónea de la realidad.

Roberto Cuevas estudió Letras Modernas y Antropología en la Universidad Veracruzana, de Xalapa. Más tarde, al inicio de la década de 1980, se mudó a la Ciudad de México y fue profesor en una secundaria ubicada en los alrededores del Museo Nacional de Antropología. Formó parte de grupos de artistas, intelectuales, estudiosos de las ciencias sociales y escritores que compartían el ferviente deseo de cambiar al mundo.

El escritor llegó a vivir a Santiago de Querétaro a finales de la década de 1980 y se dedicó a la docencia. Se incorporó al claustro de profesores de la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México (sus materias: Historia de la Cultura, Redacción, Estilo); más tarde, fue fundador de la Escuela de Escritores de Querétaro, A. C., y del Seminario de Creación Literaria. Laboró para el Instituto Queretano para la Cultura y las Artes, hoy Secretaría de Cultura del Estado. Fue profesor en la escuela privada Erik Erikson, en el Centro de Arte y Cultura, y en el Taller Tinta Creativa, hasta su muerte. 

Fue corrector de estilo en el área de publicaciones del Gobierno del Estado en la administración de José Calzada. En el momento de su partida, colaboraba con el Fondo Editorial Universitario (UAQ). 

Se definía a sí mismo: “Escritor de tiempo incompleto, cuentero, cuentista, productor de la radio y guionista también”. Colaboró con Radio Querétaro, la estación cultural del estado, en la producción de todo tipo de programas, y fue parte del equipo de la cineasta Dora Guzmán, cuya labor en el cine, radio y documentales se enriqueció con los guiones creados por Cuevas.

Así comienza su cuento “Naolinco”: “Reposa en un rincón de la sierra un humilde pueblo que sobrelleva con serenidad su miseria y desamparo. Desafía el pánico de un barranco, hondo como el olvido, que se abre al final de sus calles perdidas en un tiempo sin rostro. Por ese barranco descienden los dos hilos de humo de unas cascadas exangües pero tenaces.

Naolinco está rodeado la mayor parte del tiempo por una neblina densa y nostálgica. Es como un presentimiento disuelto en la bondad de un pasado sin cicatrices, adormilado en el suave plumaje de una memoria fantasmal. Flota sobre el pueblo como un sueño profundo y mullido, como un sueño de tristeza húmeda, como un sopor arcaico”.

Cuevas fue el iniciador en México del Movimiento Iberoamericano de Narración Oral Escénica, disciplina artística que trajo a Querétaro. Coordinó talleres de creación literaria en Xalapa y Querétaro, que le permitieron influir en la escritura de cientos de autores de todas las edades que recibieron en sus clases orientación para mejor expresar sus ideas y emociones.

En 1983, obtuvo el Premio Nacional de Radio, por el mejor argumento: Manual para dibujar historietas, y por su programa “Linterna Mágica” de Radio UV de la SEP. En 1997, recibió el premio Iberoamericano Chamán. En dos ocasiones, obtuvo el premio Alejandrina, convocado por la Universidad Autónoma de Querétaro, en los géneros de cuento (2000) con “El sueño de las monedas de Adoración Arcángel”, y poesía (2004), con el poemario Donde tuvo el amor sus jaulas llenas.

Entre sus títulos publicados, podemos citar Donde se encuentran vidas que vidas parecen (y semejanzas por el estilo), editado en 1980; Fantasías, en 1982; Alrevesario en 1984; Naolinco, en 1993, Ni siquiera por amor, en 1996; el poemario Sísifo ama a su roca en 1994 y 2012; Café de ninguna plaza, en 1999; Velia tiene las llaves de la luz, en 2004; Donde tuvo el amor sus jaulas llenas, en 2012. 100 minificciones interactivas, una producción de 2006 compilada por Tarsicio García Oliva, incluyó una pieza de Roberto Cuevas. 

Maliyel Beverido afirma: “En Ni siquiera por amor, su prosa traslapa y entreteje, como en un petate, tradiciones orales y escritas, mitos y leyendas, anécdotas familiares y cuentos de aparecidos. Esta selección va de lo dolorido a lo jocoso, de lo absurdo a lo reflexivo, entreverando ficción y realidad”.

El mejor homenaje póstumo que podemos rendirle es la reimpresión de sus libros y la amplia, bien lograda difusión de sus tramas, argumentos y personajes.

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