miércoles, septiembre 18, 2024

Mujeres que aman la vida – Teresita Balderas y Rico

Quien aprende pronto que la vida tiene sus encantos tendrá mayores posibilidades para disfrutarla.

Parece que transcurriera en cámara lenta en los primeros meses de vida. Al empezar a caminar habrá llanto, por las caídas frecuentes, hasta que lo hacen sin ayuda y alcanzan los objetivos deseados.

Al enterarnos de que el tiempo es perenne y la vida corta, se inicia una carrera contra reloj, que parece interminable. De pronto, nos enteramos de que en el pasado no dejamos espacios para divertirnos y sólo maltratamos a nuestro organismo. 

Ese era el pensamiento de Ángela mientras esperaba que el taxi avanzara en el denso tránsito. Tenía una cita con sus amigas Alondra y Tamara. Coincidencias que tiene la vida: las tres llegaron al mismo tiempo al lugar indicado.

Antes de entrar al restaurante, comentaron las peripecias para poder llegar.

─Vamos a entrar, chicas, parecemos guacamayas con el escándalo que hacemos, la gente nos mira con enojo ─dijo Ángela.

─A estas alturas de mi vida, no me importa que me digan vieja parlanchina ─opinó Tamara.

─Viejas, pero felices ─concluyó Alondra.

Sonriendo, entraron al restaurante buscando un lugar cerca de las ventanas. Les gustan los espacios iluminados.

─Muchachas, lo que hay aquí se ve delicioso, pero es pura engordina.

─¿Estás a dieta, Ángela?

─No, Tamara, solo que ya empezamos con los achaques de la edad. Mis rodillas estaban bien, ahora tengo una buena y otra mala. 

Las amigas rieron del sarcasmo. Minutos después, hicieron su triunfal aparición: chilaquiles, huevos rancheros y enchiladas queretanas.

Siguieron contando sus historias de vida. Casualmente, Alondra traía una fotografía de los años setenta. Estaba en un kiosco dando un discurso con motivo del aniversario de la Revolución Mexicana. Había mucha gente, se les veía atentos.

─Tú, pensabas que ponían atención a tus palabras, esa no era la realidad. Estaban entretenidos con tu minifalda, mira, se te veían los calzones.

Genio y figura hasta la sepultura, aplica para ti Tamara, no cambias ─comentó Ángela.

Continuaron las confidencias. Ellas son mujeres que saben tomar decisiones:  emprendedoras, creativas, se han enfrentado a grandes problemas en el ring de la vida y, como en las peleas de box, han recibido duros golpes, pero no han caído en la lona.

Tamara permanecía en silencio. Sólo Ángela y Alondra seguían conversando.

─¿En qué piensas, Tamara? Estás muy seria, eso es raro en ti ─preguntó Ángela.

 ─Lo que pasa, chicas, es que de plano ya nos alcanzó la vejez. Recuerdo que en mi adolescencia me esforzaba en estar bien arreglada para gustarle a los chicos, lo que me daban de domingo se lo daba a una vecina que vendía ropa ─comentó Tamara.

─Parece que fue ayer cuando cualquier prenda que me ponía me quedaba bien, tenía una linda cinturita ─dijo Alondra.

─No te quejes, ahora tenemos una espléndida cintura de gallina ─expresó Tamara.

─ Hace unos ayeres, trabajaba en la universidad, hacía ejercicios para que mis alumnos no pensaran que ya estaba vieja para darles clases, pero de pronto ya tengo una papada ─dijo Ángela.

─Bueno, amiga, recuerda que tarde o temprano la fuerza de gravedad hace su trabajo ─expresó Alondra.

─No se quejen, muchachas. Después de todo, llegar cierta edad tiene sus encantos, no es necesario matar a nuestro cuerpo de hambre, solo debemos ingerir alimentos nutritivos. Ya no estamos en guerra contra el tiempo, debemos disfrutar cada día de nuestra existencia ─convino Ángela.

─Cada amanecer es un regalo de vida ─expresó Alondra.

La conversación fue adquiriendo mayor profundidad. Reflexionaron sobre sus logros, los sueños hechos realidad. Llegaron a la conclusión que la tipología de belleza en ellas, no era la misma. El cuerpo esbelto y flexible había desaparecido. Otro tipo de belleza las nutría ahora. 

─Muchachas, lo bueno de llegar a esta edad, es que la belleza externa la cambiamos por la interna, donde el razonamiento y comprensión hacen buen maridaje ─comentó Ángela.

Ese desayuno entre amigas había sido diferente. La guerra contra los vestigios de la edad, la aparición de las arrugas, el esfuerzo de mantener los músculos en su lugar, fueron temas en los cuales la verdad y la aceptación estuvieron presentes.

─Bueno, chicas, ¿nos vamos a quedar a la comida? de quienes vinimos a desayunar, sólo quedamos nosotras ─dijo Alondra.

─Vámonos, tengo cosas importantes que debo atender.

─¿Qué vas a hacer, Tamara? ¿A dónde vas? ─preguntó Ángela.

─Voy a cortarme el pelo, pediré que lo pinten de lila y rosado, y lo peinen como gallina desplumada.

─Tamara, ¿a tu edad? ¡creo que el tema te enloqueció! ─dijo Alondra.

Qué importa, total, si me dicen vieja ridícula, les respondo que vieja, la que los trajo al mundo.

La vida para este trío: Ángela, Tamara y Alondra, ha sido un tanto compleja, y, sin embargo, han logrado desarrollarse con éxito en lo profesional y lo personal. No son mujeres que se encierren en casa viendo el televisor, son muy activas: pertenecen a círculos de lectura, asisten a talleres de escritura, también están inscritas en talleres de pintura. Han participado en varias exposiciones colectivas y Ángela en una individual. 

Se dan su espacio para reunirse y comentar sobre política, religión, economía, y educación. Lo bueno de estas reuniones, es la coincidencia en los rubros de política y religión, considerando que Tamara en lo general hace cuestionamientos hasta estar satisfecha con el análisis del tema en cuestión. 

Podría decirse que son mujeres polímatas, son personas con conocimientos en diversas materias: científicas, humanistas; cuando terminan un taller, diplomado o algún curso, ya están pensando en el siguiente.   

Son mujeres que aman la vida.

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