jueves, marzo 28, 2024

La vida en tres tiempos – Virginia Sánchez

Siempre me he preguntado si el tiempo realmente se puede medir o determinar. ¿En qué momento se mezcla?, ¿lo que fue pasado, realmente es presente y a su vez,  el presente es ya el futuro?

En mi caso particular, no estoy segura de catalogarme como un ser del pasado o uno del futuro.  Creo que todo es un trayecto y que no se puede limitar poniéndole nombres a las épocas. 

¿Al tiempo lo definen los años, la madurez, las vivencias o la actitud?

Soy un ser del pasado cuando trato con criaturitas que, más que ellos aprender de mí como maestra, yo aprendo de ellos.  ¡Son tan auténticos,  espontáneos y no conocen la maldad!  

Ma hacen retroceder a mi niñez y en ese momento puedo tener mezcladas mi edad actual y  la misma que  ellos.

Soy la niña más feliz cuando vuelvo a centrarme en esa edad y me instalo en las  vivencias como las de los días de Reyes.  Esta  era una fecha que esperaba todo el año y que vivía y gozaba por adelantado con solo imaginarme que los magos sí me traerían  lo que les pediría en una cartita que mi papá me ayudaría a escribir… la casa de muñecas, los patines, mi pijama nueva, la caja con 24 crayolas Berol. 

Creo que el tiempo en el que menos vivo, aunque sí disfruto, es el presente,  ya que está formado de lindas vivencias del pasado e ilusiones y preciosos  proyectos para el  futuro. Cuando lo que me toca vivir del presente no es agradable, empleo un mecanismo que me hace ver todo posible y positivo.  Retrocedo y recuerdo todo lo bueno y maravilloso que me ha dado la vida y minimizo el difícil e incierto presente.  Me centro en proyectos preciosos y esperanzadores que tal vez pertenezcan al futuro, pero que me dan aliento y visión positiva en el presente. 

La experiencia, los estudios, la ayuda a los demás, la lectura y los buenos ejemplos de otras personas que se han cruzado o me han acompañado en la vida, hacen que pueda afirmar que soy y he sido un ser positivo y feliz. 

He aprendido a superar las situaciones difíciles, recordando las otras, las únicas y privilegiadas que he experimentado. Algunas que quiero compartir son:

No aceptar anestesia a la hora del parto y vivir el maravilloso momento del desprendimiento de mi cuerpo del de mi hijo o mi hija.  Ver aparecer su cabecita y observar cómo se convierten en seres independientes.  ¡Escuchar ese primer canto que emiten al llegar a la vida!  ¡Esa vivencia supera a cualquier dolor!

Casarme y tener escasos recursos, al grado en que mi esposo y yo, durante todo el primer año de matrimonio, apreciamos tener por comida unas rebanadas de pan Bimbo untado con chipotle y celebrar su cumpleaños o el mío comprando un pollo rostizado y dos cocas, para comer sobre unos cartones en algún prado de Chapultepec. El amor me hacía sentir la mujer más feliz y no dar importancia a la carencia de comodidades que tiempo atrás tenía.  Sabía que pronto pasarían. 

Volver a ver y a convivir con mis padres después de cuatro años que no quisieron saber de mí por haberme casado en contra de su voluntad. 

Vivir la emoción de viajar en el Concord para realizar un viaje a Irlanda, donde estudiaba mi hijo. Además… ¡tomar Moet, en lugar de dos cocas, desde antes del  despegue del avión!

Estoy segura de que nada es para siempre, así se ubique en el pasado, presente o futuro, sea bueno o no. El presente, si así se puede llamar, es el cúmulo de experiencias del pasado y de ensayos para llegar a tener un mejor futuro.

Mi madre, que soñaba con un precioso futuro, no gozó su presente por estar esperando esas mejores épocas que ya le habían llegado y no disfrutaba por estar esperando el mañana.  Murió a los cincuenta y dos años y no a los ochenta que ella quería vivir. 

Vivo aprovechando las experiencias positivas, sean pasadas o presentes y esperando las probables futuras. 

Hace dos años que murió mi esposo. Nunca pensé, ni quise volver a salir con otra persona en plan de pareja. Pero ahora eso es pasado. El presente es que, aunque no lo busqué, una querida amiga insiste desde hace un mes en presentarme a un amigo de ella que, según dice, estamos hechos el uno para el otro.  

Hoy, en “presente”, ¿se estará construyendo un muy diferente “futuro”?  Dejémoslo al TIEMPO, que juega a cambiarse el nombre. 

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