viernes, octubre 18, 2024

La puerta de Brandeburgo – Teresita Balderas y Rico

Sofía estaba eufórica, visitaría algunos países: Francia, Alemania e Italia. Viajaría con su amiga Alicia, con quien se siente muy a gusto. Su amistad se remonta a fines de la década de 1980.

Revisaba que no faltara algún documento, quería evitar cualquier contratiempo. Se entrevistó con su ahijada, que tiene una agencia de viajes. La chica le propuso un plan donde la esperarían personas con experiencia, se encargarían de la logística aplicable a los lugares que visitarían.

Todo estaba en orden, por fin lograría lo que había deseado.

Las amigas abordaron la aeronave con destino a Francia. Despegó a la hora señalada, buen augurio, el viaje prometía ser inolvidable.

Sí que lo sería, pero no de la forma en que pensaba Sofía.  

Por lo pronto, disfrutarían el vuelo. Estaba muy confiada en el programa que había preparado Maricruz, la directora de la agencia de viajes. 

El trayecto fue agradable, las amigas pasaron las horas de vuelo, contando las anécdotas vividas en los cuatro años que tenían de no verse. Llegaron de noche a París, la nave aterrizó en el Aeropuerto Charles de Gaulle. Ya estaba esperándolas el guía responsable de la estancia de dos días en París. Las llevó al hotel. Las amigas cenaron algo ligero, debían dormir temprano, al día siguiente saldrían a las ocho de la mañana a visitar los lugares seleccionados.

Desayunaron en el hotel para ahorrar tiempo. El guía estuvo puntual a la cita. Hicieron el clásico paseo por el río Sena. Caminaron por los Campos Elíseos. Entraron a un restaurante que tiene decoración de los años sesenta del siglo XX. Por la tarde, fueron de compras. 

En el siguiente día visitaron la Torre Eiffel, el Museo de Louvre, y por la noche disfrutaron el grandioso espectáculo del Molino Rojo. 

Habían pasado dos maravillosos días en París. Sofía y Alicia ya estaban planeando el siguiente viaje. Al otro día salieron rumbo a Alemania. 

Viajaron en tren, en Europa el servicio de este medio de transporte es eficiente, así podrían disfrutar los bellos paisajes. 

Las amigas llegaron a Berlín. Al igual que en París, ya las estaba esperando una jovencita que sería su guía. 

Seguirían el itinerario del viaje, irían primero al hotel; por la tarde, la chica alemana las llevaría recorrer el centro de Berlín.   

Al día siguiente, admiraron la bella arquitectura de la Puerta de Brandeburgo. Había turistas de diversas partes del mundo, entre ellos, un grupo de mexicanos que habían viajado en excursión.

Alicia reconoció la voz de uno de los excursionistas. 

─Mira quién viene entre ellos.

─Es Luis, no lo había visto desde que trabajamos en la universidad ─ corroboró Sofía.

Luis las descubrió. Corrió hacia ellas para abrazarlas. Estaba con otro joven. 

─Les presento a mi amigo, Lothar Matthäus, nos conocimos hace algunos años en Querétaro, me convertí en su guía de turismo, y desde entonces somos grandes cuates.

─Tu nombre me recuerda al gran centrocampista de la selección de futbol alemana de 1986 ─dijo Sofía.

─Llevo el nombre de mi abuelo, lo que para mí es un honor ─respondió Lothar.  

El saludo fue apresurado, debían continuar con el programa. Quedaron de verse más tarde para ir a cenar. Lothar conocía un restaurante donde la comida y la dulcería son típicas de Alemania.

La charla fue amena e interesante. Lothar Matthäus y Luis eran grandes amigos, coincidían en algunas teorías sobre la naturaleza humana. Estaban convencidos de que el adelanto científico en el desarrollo de la nanotecnología y la inteligencia artificial cambiarían el rumbo de la humanidad.

Al día siguiente, estaba programada una demostración de los descubrimientos científicos tecnológicos, la creación de instrumentos en nanotecnología y sistemas de comunicación. Una pequeña muestra de lo que se podría realizar por medio de la inteligencia artificial.

Las chicas fueron invitadas al evento, estaban emocionadas.   

─Suena interesante, pero soy neófita en los avances tecnológicos en estos rubros.

─Mira, Alicia, si no te acercas a ella, menos la entenderás, recuerda la frase de Newton: “Lo que sabemos es una gota de agua, lo que ignoramos es un océano” ─expresó emocionado Luis.   

Se verían en la Puerta de Brandeburgo. El auditorio donde sería el evento, estaba cerca de ahí.

El lugar estaba repleto, había gran expectación por observar las demostraciones de los avances tecnológicos.  

Algunos científicos invitaban a los asistentes a ser parte de un experimento: de cómo se podría viajar al futuro o pasado a través de hologramas. Luis participó como voluntario. Una máquina escaneó su figura, en seguida el científico le preguntó si quería viajar al pasado o al futuro. Luis eligió el futuro.

Los asistentes tomaron asiento. En los muros, grandes pantallas mostraban el holograma. Luis se movía con naturalidad en ese espacio, y tiempo futuristas. 

Se escucharon exclamaciones, era un mundo diferente. Las casas se transformaban de acuerdo con el horario y las necesidades de sus moradores. Ya no existía contaminación, los seres humanos habían salvado a especies a punto de extinción. La naturaleza había recuperado sus ríos y bosques.

Un transporte, que podía ser terrestre, aéreo o acuático, se transformaba según necesidades del usuario.

Se habían erradicado varias enfermedades. Los sistemas de salud. Educación y cultura cumplían el propósito para lo que habían sido creados. No existían cárceles, ahora eran museos o bibliotecas. La población solo cumplía las leyes.

Matheus y las chicas veían de reojo a Luis, quien estaba atento a la pantalla. Él abordó un transporte para ir al centro de investigación donde trabajaba. Recorrió varios kilómetros en algo parecido a un auto. En determinado momento, las llantas se plegaron, emergieron las alas y levantó el vuelo.

Al regresar a su casa, sus amigos lo esperaban. Ahí estaban Sofía, Alicia y Lothar.

─¿Por qué estamos ahí, si no participamos en el experimento? ─dijo Alicia.

─La misma pregunta me hago ─comentó Lothar Matthäus.

Sofía guardaba silencio, su atención estaba en la pantalla.

─Sofi, ¿qué opinas? 

─En mis sueños, ya he estado en esa casa, ahora tengo dudas si solo la soñé. 

La vida de los cuatro amigos cambiaría para siempre. A partir de ese momento, habría un antes y, un después. Se despidieron en la histórica Puerta de Brandeburgo. Prometieron estar en contacto. Los abrazos, y sonrisas, trataban de ocultar lo que había sucedido dentro de ese auditorio. 

La vida continúa, las chicas irían a Italia.

Al regresar al hotel, subieron a su cuarto. Alicia dijo que tenía mucho sueño. Sofía no pudo dormir. 

¿Había soñado, o realmente estuvo en esa casa? 

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