Por fin había llegado para Tamara la oportunidad de realizar este viaje. Lo había planeado diez años atrás. Lo que no esperaba, era la forma en que lo haría. Imaginó cruzar el océano en un gran yate, lo cual no se logró. Su embarcación es pequeña, la abordó porque tiene su nombre. La leyenda dice: La barca de la vida de Tamara.
Ahora, se encuentra navegando en su barca en alta mar. El océano se ve imponente en su inmensidad. El espíritu de Tamara siente una tranquilidad profunda, está libre de culpas y temores, el propio peso de su vida se aligera.
No conduce la barca. Sólo se deja llevar. Reconoce amigos y compañeros de estudios y de trabajo, que también navegan en ese mar. Reynalda fue la primera en saludarla, al verla gritó su nombre. Ella es una chica vivaz, guapa, inteligente, con madurez emocional. Se educó bajo la estricta disciplina militar. Su padre era un general en el Ejército Mexicano, quien trataba a la familia igual que a sus soldados.
─¿Cómo has estado, Tamara? Seguido me acuerdo de ti y de las travesuras que hicimos en la secundaria.
─También te he extrañado, Reynalda ─ dijo Tamara ─dame tu número telefónico para comunicarnos.
La barca de Reynalda iba más rápido, ella no pudo escuchar el mensaje de Tamara.
El mar ya no se observaba tranquilo, empezó a soplar un fuerte viento. Una gran tormenta se avecinaba. La joven sentía un poco de miedo, de niña se asustaba con los truenos y relámpagos, cuando había tormenta.
Debido al ventarrón y la lluvia, Tamara resbaló, quedando tendida cerca del timón. Buscó algo para sostenerse; vio unas argollas que estaban cerca de ella, trató de alcanzarlas, podrían ser su salvación.
“Confieso que jamás había estado bajo una gran tormenta en el mar, y menos sola. Lo extraño es que el miedo que tenía ha desaparecido”, pensaba Tamara.
La tormenta ha cesado, los rayos solares se reflejan en el mar. Con el cielo despejado, se observan los viajeros que se acercan. Son alrededor de trescientas barcas. Tamara reconoció a muchos de ellos, se veían felices.
─¡Hola, Tamara! ¿Cómo has estado? No podré acudir a nuestra reunión, tengo mucho trabajo, luego nos vemos.
─No te preocupes, Laura, cuando tengas tiempo. Los verdaderos amigos siempre esperan.
Laura es madre soltera, tiene dos hijos varones. Ella trabaja y estudia un posgrado. Es buena estudiante y profesionista, se ha ganado el cariño y respeto de sus compañeros, pero, también, tiene nefastos enemigos.
En lontananza, se vislumbró un faro. Hacia ese rumbo se dirigieron las naves. Llegaron al embarcadero quienes han coincidido en tiempo y espacio. Tamara descendió y aseguró su barca con un nudo marino que jamás había hecho. No recuerda quién le enseñó a amarrarlo ni cuándo lo aprendió.
Después de abrazos y sonrisas, los navegantes empezaron a caminar por una calzada, bajo la sombra de los tilos.
“Con esta navegación, mi cuerpo se ha nutrido de una energía que hace años no sentía. Mis células se están renovando”, se congratulaba Tamara.
Los viajeros se dirigieron al gran templo, con forma de prisma cuadrangular. En cada una de sus caras hay una puerta. Representan las cuatro estaciones del año, en analogía con las etapas de la vida humana. Ella hace alto en cada puerta y las abre. Se detiene unos minutos, embargada por las emociones.
“¡Algo me sucede! Por lógica, debería entrar en la puerta en donde se encuentra el otoño, lo digo considerando mi edad cronológica. Lo curioso es que me siento joven. Las personas que ahí están me dicen que debo terminar unos proyectos antes de entrar en esa área del templo”. Esta situación intrigaba y confundía a Tamara.
Recibió mentalmente órdenes de dirigirse a la puerta de la primavera. Se preguntó el porqué. Enseguida, encontró la respuesta. Su espíritu se estaba renovando. Era la oportunidad de reinventarse, revisar lo vivido; renacer como lo hace la naturaleza.
Dentro de esa área del templo, Tamara se encontró con amigos y familiares. También con niños, jóvenes y adultos que habían sido sus alumnos, en diferentes etapas de la vida. Rápidamente le asignaron una mesa, donde se encontraban trabajando un proyecto de literatura. Se encontró con otra agradable sorpresa que le proporcionó felicidad, su rostro se veía radiante. Quien dirige el proyecto es un alumno que tuvo en sexto grado de primaria.
─Hola, maestra, bienvenida. Te vas a sentir muy bien en el equipo ─expresó su exalumno.
─Gracias, Rafael, me siento feliz de volver a verte. Será un placer colaborar en el proyecto.
Tamara participó en el trabajo literario que dirigía Rafael en su equipo de seis integrantes; estaban por terminar un cuento de ciencia ficción. Los chicos se asombraron de los resultados. Cuando lo iniciaron, no creían que fueran capaces de hacerlo, ahora opinan diferente. Dos de ellos dicen que escribirán un libro. Rubén escribirá uno de cuentos, y Ricardo, una novela. Todos aplaudieron la idea y rieron a carcajadas.
Pronto terminó el día, la chica estaba realmente feliz, agradeció a Rafael la oportunidad de haberle permitido apoyar su proyecto. Había sido un trabajo exitoso.
Llego la hora de regresar. Los viajeros debían abordar de inmediato su barca.
“Este viaje ha sido una gran experiencia, debo cuidar que mis actitudes y acciones construyan una vida plena, de tal forma que ese bienestar en mi ser, lo proyecte a los demás”, pensaba la viajera al abordar su barca.
“Puedo pensar, reflexionar, ¡estoy viva!” Tamara se había reinventado a través de ese sueño.
La creatividad existe. Nos fabricamos un muro llamado “Yo no puedo hacerlo”. Seamos creativos e innovadores, demostremos que somos capaces de crear oportunidades de vida.
Dejemos un legado de nuestro tiempo y espacio en este mundo.
¡Aprovechemos al máximo esta oportunidad de reinventarse en la vida!
