Al educar a nuestros hijos podemos plantearnos tres cuestionamientos: para qué, por qué y cómo. De las dos primeras preguntas todos tenemos una idea de la respuesta; en la tercera entraremos en un sin fin de modelos e ideas sobre ¿cómo educar a nuestros hijos? porque es cierto que nuestros hijos no nacen con un manual de instrucciones, y cada familia es un mundo diferente con prioridades distintas.
¿Para qué educo a mis hijos? Mi principal respuesta sería que yo educo a mis hijos PARA QUE SEAN FELICES. Un niño educado se hace notar en la sociedad, es un niño que está en orden, que sabe respetar normas y límites, que los demás disfrutan de su compañía. Enseñemos a nuestros hijos a vivir en comunidad respetando a los demás, a disfrutar sus logros, pero que también aprendan de sus fracasos, que las medallas las ganen con esfuerzo y no las ganen pisando al de al lado, que busquen ser de los mejores en lo que hacen, y lo más importante que sean capaces de solucionar los problemas que se les presentan.
¿Por qué educo a mis hijos? yo educo a mis hijos PORQUE LOS AMO y quiero lo mejor para ellos. La clave para conseguir lo que nos proponemos es el Amor. A mis niños cuando les hago ver que algo no se debe hacer les digo «porque te amo te educo».
¿Cómo educo a mis hijos? es una pregunta que nos lleva a reflexionar en saber si estamos educando bien a nuestros hijos. Esto me hace pensar en dos frases que me enseñó mi padre: «nadie nace sabiendo ser padre» y la otra frase es » no se sabe ser hijo hasta que se es padre»… son frases muy ciertas que he comprobado ahora que soy madre, y que caen muchos veintes en relación a cómo fui de niña y cómo soy ahora con mis niños. Podemos partir de nuestra infancia para ver qué queremos y qué no queremos para nuestros hijos, tomando en cuenta que ELLOS APRENDEN DE NOSOTROS PERO NOSOTROS TAMBIÉN DE ELLOS. Algunos puntos a considerar en mi respuesta a esta pregunta serían los siguientes:
AMOR: Siempre partir de que amamos a nuestros hijos, eso nos llevará a educarlos en positivo, dándoles las bases sólidas que necesita al sentirse querido y amado por sus padres y por su familia.
CONGRUENCIA: Debemos ser congruentes entre lo que les decimos y lo que hacemos. El ejemplo es el principal educador para nuestros hijos. Si queremos que nuestros hijos sean honestos, responsables, puntuales, solidarios, ordenados, debemos empezar por serlo nosotros mismos.
EMPATÍA: El amor me lleva a ser empático con mis hijos y ponerme en su lugar al educarlo. Al ser empático pienso en lo que él siente antes de regañarlo o avergonzarlo frente a los demás si hizo algo no apropiado.
DIÁLOGO: La comunicación es indispensable en la educación de nuestros hijos… «Hablando se entiende la gente». Hay que hablarle a nuestros hijos, no gritarles, ni regañarles. Se vale decir lo que está bien y lo que está mal y ellos entienden, pero también es importante respetar su derecho a expresar lo que piensan en ese momento.
LÍMITES: A los hijos, hay que ponerles límites para guiar su comportamiento; los limites involucran la razón y el bien común: pienso lo que voy a hacer, y si no me hace daño y no le hace mal a los demás, lo hago.
PALABRA: Como adulto que representa una autoridad para nuestros hijos, debemos hacer valer nuestra palabra, darle valor a lo que les decimos. Si en alguna situación decimos que «no» a algo es necesario hacer que se cumpla. Si decimos NO es NO. Si nuestros hijos se acostumbran a que lo que decimos se hace, facilitaremos la aceptación al papel que nos toca jugar en la relación padre-hijo.
PRESENCIA: Los padres debemos estar presentes en el día a día de nuestros hijos. De los 0 a los 3 años el papel materno es fundamental y lo ideal es que estén en casa con sus padres; de los 3 a los 6 empieza la socialización con la entrada a la escuela; y a los 6 nuestros hijos empiezan con el proceso de identificación y es importante la presencia del padre en el caso de los niños y la presencia de la madre en el caso de las niñas. Con la palabra presencia hago referencia a estar presente en la vida de nuestros hijos guiándolos y orientándolos tratando siempre de encontrar el equilibrio entre lo autoritario y lo permisivo, es decir, entre el no te dejo hacer nada y el te dejo hacer todo, estando consientes como padres que no por ser adulto siempre tengo la razón y considerando que también nos equivocamos.
ARMONÍA: Hay que educar a nuestros hijos buscando siempre la armonía de su ser, que coincida el pensar, el sentir y el actuar. Recordando que vale más un abrazo que un regaño.