Existe en cada individuo una variable que le hace único entre sus iguales. Se refiere a la suprema libertad de pensar. Un ser humano puede estar físicamente encadenado, amordazado, en algún lugar obscuro e insalubre, pero su pensamiento es libre.
El lugar sagrado, íntimo, en donde sólo yo puedo entrar, es mi pensamiento. La libertad que tengo de pensar es una plataforma que me catapulta al mundo del conocimiento.
Saber viajar en el entramado de las ideas, construir y deconstruir para trascender, es una capacidad del ser humano.
En la esfera del pensamiento, me transformo. La mente viaja a velocidades inusitadas. Se puede ir de una época a otra y a diferentes campos del saber y así, dar cuenta de los grandes pensadores de la humanidad, que nos han dejado sus conocimientos por herencia.
Mi refugio, el pensamiento, es también el lugar donde puedo encontrarme con mi circunstancia. Desde ésta, me atrevo a abrir las compuertas de las subjetividades, para sumergirme en ellas y en empatía con algunas, objetivar ideas. Analizo y reflexiono sobre los aconteceres de mi vida, los de mi familia y de la sociedad.
El comportamiento circunstanciado del mundo en que vivimos, me orienta a interrogarme: ¿Cómo es que un pequeño grupo de gente poderosa, mantiene sujeta y bajo sus condiciones a las grandes masas del mundo? La masa inerte permanece encadenada en la oscuridad, cual mítica caverna de Platón.
A las grandes masas se les presenta una verdad velada.
Mi pensamiento viaja, la mente trabaja, busca las posibilidades para que los seres dominados reaccionen y emerjan de su letargo. Entonces, pienso en la educación como el camino idóneo para que los individuos encadenados, reflexionen y busquen más allá de lo que el mercantilismo les deja ver.
Ver más allá de lo evidente implica una sólida formación educativa, familiar e institucional, donde se desarrollen las capacidades de pensamiento, observación, análisis y síntesis. Reflexionar para tomar decisiones asertivas, que abonen al desarrollo integral de la personalidad. Observar al mundo objetivo en distintas perspectivas y actuar en consecuencia.
Para entender la vida desde su objetividad, se requiere sondear la subjetividad. Es necesario comprender que un todo está formado por sus partes, las que habría que estudiar, no en forma aislada, sino como engranaje de ese todo.
Así, podremos detectar la complejidad que se presenta cuando los componentes que conforman el todo son difíciles de separar, y, al hacerlo, ese todo queda desintegrado como propuesta inicial.
Mi pensamiento, en este momento, recuerda a Schopenhauer, quien expresa: “La parte objetiva de nosotros está sujeta a variables circunstanciadas, pero en nuestra parte subjetiva somos nosotros mismos; por lo tanto, en lo esencial, es invariable”.
De esa parte esencial, de lo humano subjetivo, y pensando desde el imaginario social, se puede soñar y crear una o varias utopías. Habría que analizarlas desde la viabilidad, factibilidad y efectividad. Observar que existen posibilidades para que dejen de ser una utopía, y empiecen a tener visos dentro del mundo de lo real, de lo objetivo.
Pienso ahora en Martin Luther King, en su inolvidable frase: “Yo tengo un sueño”. También tengo uno: Que algún día México tendrá una esmerada educación, donde los individuos se apropien de las herramientas requeridas para transitar y trascender en la era que les ha tocado vivir.
Por ahora da vergüenza escuchar a los políticos, en sus discursos fríos, saturados de mentiras, fuera de la realidad de la sociedad mexicana. Algunas de las personas que dirigen la nación, carecen de una sólida educación. La mayoría no es apta para el puesto que desempeña. Lo peligroso es que el jefe de estado los elige por el poder que le confiere su investidura.
Recientemente, se ha examinado a personas propuestas para puestos claves en el progreso de la nación. Las respuestas de esos candidatos solo han mostrado su completa ignorancia para desempeñar sus funciones. Si no comprenden estos rubros básicos en sus futuros empleos, ¿cómo van saber de los procesos generativos de la producción, de energía? ¿De la diversidad de formas que existen en la actualidad para producirla? ¿De las técnicas que emplean la nanotecnología? ¿Desde qué paradigma de las ciencias políticas se actúa en detrimento de una nación?
¿De las relaciones profesor-alumno, de padres de familia con la institución, relaciones institucionales e interinstitucionales? ¿Del gran entramado, social, educativo, político, económico, filosófico y cultural, que conforma a la estructura de la institución escolar?
Dejo por el momento esta cruenta realidad.
Mi pensamiento viaja a otros lugares, al mundo de las letras. Me encuentro en París. Observo salir de su departamento a la Maga y a Horacio Oliveira, que se despiden sin decirse a dónde van, pero ambos salen con el objetivo de encontrarse en algún lugar de la gran ciudad para seguir amándose, necesitándose uno al otro. “Rayuela”, de Julio Cortázar.
Viajo a España, año 1605. Me parece que es un lugar de la Mancha. Escondida tras unos arbustos, observo la forma tan chusca de cómo fue armado caballero Don Quijote de La Mancha, por el dueño de la venta quien, un tanto burlón, realizó su cometido. Agradezco a Miguel de Cervantes Saavedra por dejar a la humanidad tan grandiosa obra.
Regreso a México. Escucho a Octavio Paz decir del mexicano que es un solitario. Pero ama las fiestas, busca la oportunidad para reunirse, y si es en lugares públicos, mejor. A decir de Paz: “Ciertos días, lo mismo en los lugarejos más apartados que en las grandes ciudades, el país entero reza, grita, come, se emborracha y mata en honor de la Virgen de Guadalupe o del general Ignacio Zaragoza”.
Comprendo la certeza literaria de Paz, e infiero que, gracias a ese espíritu bullanguero, México ha soportado tanta injusticia. Pero ahora, lleva en el rostro incertidumbre y desolación.
Desde mi rincón preferido, pienso que es en la educación familiar donde se pueden construir los pilares que han de fortalecer la integralidad de la esencia humana.
Aquí, en mi pensamiento, construyo mis sueños.
