Cuando en la aventura de la vida marital llegan los hijos, la relación en pareja cambia. Ahora ya no solo es un matrimonio; con la llegada de uno o más hijos, la comunidad se vuelve familia. Ahora todo se comparte entre más personas… espacios, tiempos, vida, todo!!!
Si en lugar de pensar ¿qué me quitan mis hijos y mi esposo?, volteamos la perspectiva y pensamos ¿qué me dan?, la cosa cambia mucho. Ahora al reconocer todas esas alegrías, satisfacciones, sonrisas, amor, abrazos, ternura, enseñanzas, detalles, lo único que queda es actuar en base al agradecimiento por todo eso y más. Cuando las relaciones entre padres e hijos, y esposos se vuelve un dar y recibir en base al amor y gratitud, no pueden más que llevar a actitudes positivas entre los miembros de la familia.
La relación entre mamá y papá, es algo muy importante en la dinámica familiar; debe ser cordial y afectuosa para vivir en armonía y transmitir a nuestros hijos la grandiosa tarea de compartir nuestra vida con alguien más.
Para nuestros hijos es muy emocionante ver la manera en que papá y mamá nos relacionamos; nuestro ejemplo será determinante para el momento en el que ellos decidan formar su propia familia. Como pareja debemos darnos tiempos para estar juntos, platicar y distraernos de las actividades diarias. Romper la monotonía siempre será motivo de quitar estrés y retomar la relación que se tenía desde antes de que llegaran los hijos.
No olvidemos ver las cosas positivas que nos brinda la pareja y tratemos de decirnos las cosas que admiramos o que más nos gusta de ella, ya sea a solas o frente a nuestros hijos, eso hace reconocer y valorar a la persona con la que decidimos caminar juntos de la mano hasta que la vida lo permita.
Así como hay que cubrir necesidades en nuestros hijos, también debemos seguir alimentando nuestra relación de esposos, para que la vida familiar sea más enriquecedora y saludable para todos.