Spinoza en el Parque México, es un libro muy interesante. Trata de la biografía del historiador, periodista y ensayista Enrique Krauze a través de los libros que él ha leído. Hay tanta riqueza histórica en este libro, que emociona saber de los hombres y mujeres que han amado a México. Aquellos que fundaron las instituciones con la intención de crear un país que pudiera insertarse y competir con otras naciones. Ahora, lo bueno que se había creado, se destruye.
En aquellos años, se creía que la educación era un derecho de los niños, jóvenes y adultos. Ésta, ayudaría a construir el libre pensamiento. Tomar las decisiones asertivas guiando el rumbo que su vida tomaría.
¿Qué pasa con nuestro sistema educativo? Pareciera que vamos en retroceso.
Existe en cada individuo una variable que le hace único entre sus iguales. Refiere ésta, a la suprema libertad de pensar. Un ser humano puede estar físicamente encadenado, amordazado, en algún lugar obscuro e insalubre, pero su pensamiento es libre.
Es el lugar sagrado, íntimo, en donde sólo el sujeto puede entrar en su pensamiento. La libertad que tengo de pensar es una plataforma que me catapulta al mundo del conocimiento.
Saber viajar en el entramado de las ideas, construir y deconstruir para trascender, es una capacidad del ser humano.
En la esfera del pensamiento me transformo, la mente viaja a velocidades inusitadas. Se puede ir de una época a otra y a diferentes campos del saber y así, dar cuenta de los grandes pensadores de la humanidad, que nos han dejado sus conocimientos por herencia.
La formación educativa me permite entender que mi refugio el pensamiento. También es el lugar donde puedo encontrarme con mi circunstancia. Desde ésta, me atrevo a abrir las compuertas de las subjetividades, para sumergirme en ellas, y en empatía con algunas, objetivar las ideas.
En el ámbito de lo social, estamos viviendo un caos. Las leyes se transgreden, la corrupción permea las instituciones, la violencia ha adquirido grados impensables, los valores universales se han desdibujado. Los niños están en constante peligro.
México está dividido. Quien debiera unir a la nación es el culpable de sembrar discordia, con la intención de obtener mayor poder político.
El comportamiento circunstanciado del mundo en que vivimos, me orienta a interrogarme: ¿Cómo es que un pequeño grupo de gente poderosa, mantiene sujetas, bajo sus condiciones, a las grandes masas del mundo? La masa inerte permanece encadenada en la oscuridad, cual mítica caverna de Platón.
A los pueblos se les presenta una verdad velada, fantasmagórica, y un desdibujado porvenir.
Mi pensamiento viaja de nuevo: la mente trabaja, busca las posibilidades para que los seres dominados reaccionen y emerjan de su letargo. Entonces vuelvo a pensar en la educación, como el camino idóneo para que los individuos encadenados reflexionen y busquen más allá, de lo que solo el mercantilismo les deja ver.
Ver lo que no está a simple vista, implica una sólida formación educativa, familiar e institucional, donde se desarrollen las capacidades de pensamiento, observación, análisis y síntesis. Reflexionar para tomar decisiones asertivas que abonen al desarrollo integral de la personalidad. Observar al mundo objetivo en distintas perspectivas y actuar en consecuencia.
Para entender la vida desde su objetividad, se requiere sondear la subjetividad. Es necesario comprender que un todo está formado por sus partes, y que habría que estudiar cada parte, no aislada, sino como engranaje de ese todo.
Así podremos detectar la complejidad que se presenta cuando los componentes que la conforman son difíciles de separar y al hacerlo queda desintegrado el todo como propuesta inicial. En el entendido que nos movemos en el mundo de las complejidades.
Mi pensamiento, en este momento, recuerda a Schopenhauer, quien expresa: “La parte objetiva de nosotros está sujeta a variables circunstanciadas, pero en nuestra parte subjetiva somos nosotros mismos; por lo tanto, en lo esencial, es invariable”.
Desde lo humano subjetivo, y pensando desde el imaginario social, se pueden crear proyectos que sean viables, factibles y efectivos en la educación. En reiteradas ocasiones hemos escuchado que el progreso de una nación es inherente a su calidad educativa.
Pienso ahora en Martin Luther King, en su inolvidable frase: “Yo tengo un sueño”. También tengo uno. Qué algún día, en México, los niños, jóvenes y adultos accedan a una esmerada educación. Donde los individuos se apropien de los elementos requeridos para transitar y trascender en la era que les ha tocado vivir.
Por ahora, es vergonzoso escuchar a los políticos en sus discursos fríos, fuera de la realidad de la sociedad mexicana. En su mayoría, las personas que dirigen a la nación carecen de una sólida educación e información actualizada. La mayoría no es apta para el puesto que desempeña. Lo peligroso es que el jefe de estado los elige por el poder que le confiere su investidura.
Se carece de un sistema educativo que atienda las necesidades en lo político, económico, filosófico y cultural, que dé solidez a la estructura de la institución escolar.
Desde mi rincón preferido, pienso que es en la educación familiar, donde se pueden construir los pilares que han de fortalecer la integralidad de la esencia humana.
El conocimiento por el conocimiento mismo, deja de ser relevante si no se transfiere. La transferencia debe ser para el sujeto, mismo que posee ese capital cultural; después, lo aplicará acorde al espacio y necesidades sucintas.
Aquí, en mi pensamiento, construyo mis sueños. Tengo la libertad de coincidir o bien discernir con los pensamientos ya hechos o con mis propias ideas. De pensar en tantos y diversos temas del hacer humano. De reflexionar en ellos y actuar en correspondencia como ciudadana del mundo.
