sábado, julio 27, 2024

De la fe a la esperanza – Teresita Balderas y Rico

En estos días, debido al Mundial de Futbol, hemos vistos imágenes del país sede, Qatar, cuyos usos y costumbres son diferentes a los de nuestro país, México. También, hemos observado el contraste tecnológico en la arquitectura, sistemas y medios de transporte. En México, carecemos de un aeropuerto competitivo con los de otros países.

La nuestra es una nación de una belleza natural asombrosa. Debería ser un país con altos índices de desarrollo. Tristemente, no lo es, debido a que los altos índices de corrupción permean las instituciones. 

La fe, la esperanza, de quienes amamos a nuestro país nos conminan a transformar los sueños en realidades para ver a un México libre de tanta violencia e impunidad.

Para fortuna nuestra, grupos de gente joven están pensando y trabajando en la transformación de nuestra nación, a través de la ciencia, la tecnología, el cuidado del medio ambiente y el rescate de las áreas protegidas, que solo tienen ese nombre, porque muchas de ellas son saqueadas.

Con lo que sucede en México, recordé una película de los años setenta: Fe, esperanza y caridad.

En la cinta, se plasman imágenes de las actitudes del ser humano, inherentes al contexto en donde se desarrollan. Cada individuo percibe de manera diferente los conceptos de fe y esperanza, incidiendo el desarrollo intelectual y emocional de la persona.

La fe, más allá de lo estrictamente religioso, suele encaminar al hombre, en sentido genérico, al desarrollo de sus potencialidades. El razonamiento, en dualidad con las emociones, impulsa la creatividad, el espíritu se fortalece. Desde este estado de bienestar, puede vislumbrar la brecha, para hacer camino.

Tener fe en sí mismo implica seguridad en el planear, proyectar y, en el desarrollo de las ideas. En este caso, la palabra fe tendrá un soporte que cubra los aspectos: económicos, educativos, sociales; un buen bagaje cultural. Desde esta perspectiva, se puede observar viabilidad en un proyecto de vida.

Cuando un proyecto se observa factible y viable, emerge en el sujeto la ilusión hacia la transformación y trascendencia. Porque la fe va acompañada del trabajo, el amor al mismo, y la perseverancia.

Tener confianza en sí mismo, implica haber tenido espacios de reflexión, realizado un diagnóstico del proyecto creado, acorde a los datos obtenidos. Haber hecho un análisis de viabilidad, factibilidad y efectividad. Considerado los recursos económicos y humanos, incluyendo el contexto, tiempo y espacio en donde se desarrollará el proceso. 

Una vez hecho este tamiz, y corregido los errores en el primer bosquejo, la fe se acrecentará. No por arte de magia, sino por las actitudes tomadas y las estrategias creadas.

Ahora el espíritu se encuentra fortalecido, la esperanza de trascendencia se hace tangible. El proceso se inicia. El proyecto está en marcha, se espera que llegue a feliz término.

La esperanza es dinámica, en ella fluye la adrenalina y entonces: fe y esperanza caminan juntas.

En la película Fe, esperanza y caridad, la fe en lo espiritual se ve opacada. Este aspecto está planteado en el primer capítulo. Se trata de una peregrinación al pueblo de Chalma. Los peregrinos pernoctan a campo abierto. Cuando la mayoría duerme, afloran las conductas primigenias del humano. Algunos hombres buscan a mujeres, quienes son sometidas para tener relaciones íntimas.

En ellos emerge el deseo, el instinto primario, cuyo único fin es la satisfacción de una necesidad fisiológica. Finalmente, pedirán perdón al término de la peregrinación y sus conciencias quedarán tranquilas.  

En el capítulo de la esperanza, se observa la vida en un circo. El protagonista es un guapo joven al que crucifican. Es la atracción del circo. Por él, asiste la gente. El chico no se siente cómodo con su actuación, el dueño había prometido que sería la última vez. Convence al joven con la promesa de un mejor salario. El muchacho acepta, con la esperanza de tener dinero y regresar a su pueblo. 

El dueño del circo se emociona, tiene la esperanza de recaudar buen dinero, deja volar a la imaginación. Los clavos para la crucifixión deben tener mínimo un baño de oro para no dañar al crucificado. El proceso sale caro, y las ganancias disminuirían.

El sujeto rapaz, lo piensa por largo rato, y se dice: “Eso de que el puro clavo lo pueda enfermar, tal vez no sea cierto”, luego toma su decisión.

Los clavos están pintados de dorado, el circense empieza a enfermar, ya no quiere realizar ese acto, pero el dueño le exige cumplir el contrato. El joven muere.

En este ejemplo, la esperanza no era real, sino falsa, alimentada por la codicia.

Cuántas veces en la vida hemos escuchado la frase: hombre de poca fe. Se dice del sujeto que se lamenta de todo y no hace lo necesario para corregir sus errores; incluso llega a decir: “Ya no me hago ilusiones, ya perdí toda esperanza”.

En algunos casos, estas personas que se dan por derrotadas antes de empezar, están equivocadas. No han asimilado el concepto de fe y esperanza. Quieren tener el producto de la cosecha cuando aún no han sembrado la tierra.

Piensan que Dios los ha olvidado y, no es así. Tal vez, Dios esté esperando la hora en que se pongan a trabajar.

La fe fortalece a la esperanza y la retroalimenta, permitiendo que el ser humano alcance las metas trazadas a través del amor y el esfuerzo realizado.

Conservo la esperanza de que, a través de las buenas acciones de las personas, se pueda vivir sin violencia, sin miedo de salir a la calle.

Hagamos lo que nos corresponda, para vivir en tranquilidad.

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