El día de hoy, estuve contemplando con gran asombro una maravilla de la naturaleza que
parece inexplicable y, tan solo admirarla, lleva a quedar cautivado, inmerso, perplejo, casi
hipnotizado con la potencia y magnitud de su característica principal. Cataratas de Iguazú,
si tienes oportunidad busca un video, déjate envolver por la grandeza, majestuosidad,
fuerza, y cuestionamientos que tu mente empieza a procesar al quedar atónito de la
increíble cantidad de agua que fluye y cae con una fuerza descomunal, arrasando lo que
encuentre a su paso, dejando una brisa que se puede ver, tocar y sentir. Si pudieras
visitarlas, esas o cualquier otra catarata importante del mundo, comprobarías lo que digo,
se trata de una experiencia que te deja sin aliento.
Muchas preguntas, ¿De dónde sale tanta agua? ¿A dónde va tanta agua? ¿A qué velocidad
corre? ¿Con qué fuerza cae desde esa altura? ¿Qué pasaría si arrastrara a alguien? ¿Cómo
se habrán sentido quienes descubrieron esa maravilla? ¿Cuál es la razón de ser de las
cataratas? Ante estas preguntas, mi cabeza y mi corazón explotaron al pensar en las
palabras que Jesús les dijo a sus discípulos: “El que cree en mí, como dice la Escritura,
de su interior correrán ríos de agua viva.” Juan 7:38. Ríos de agua, caudales
interminables, poderosos, fuertes, imparables, infinitos.
La naturaleza y su conformación, la vida, sus características especiales nos muestran a
cada paso su razón de ser y el propósito que cumplen en su entorno; los árboles sirven
para dar fruto, sombra, oxígeno, son hogar para innumerables especies; la lluvia, en su
caso, riega los campos, refresca el ambiente, sube el nivel de los lagos, lagunas, presas;
las estrellas y los planetas, no solo nos deleitan con su fulgor en las obscuras noches, sino
que dan equilibrio al universo. Así que, volviendo al agua, los ríos de agua, al afluente
poderoso de una catarata y llevándolo a la declaración de Cristo, mi cabeza no deja de
pensar en el tamaño de obra que quiere hacer con nosotros, Él no solo quiere que creamos
en su mensaje y sigamos viviendo en derrota, en tristeza, en frialdad, en conflicto, en
fracaso, Jesús quiere que seamos una fuente inagotable y maravillosa de vida, de esa vida
que solo Él nos puede dar, de ese afluente que, sin saber de dónde brota, emerge del
manantial que El mismo pone en nuestro corazón. Yo me preguntaba al admirar las
cataratas ¿de dónde viene tanta agua? Las respuestas naturales son de los ríos que
alimentan esas corrientes. Pero más importante es pensar, si mi alma puede ser como ese
afluente de agua, agua de vida, agua pura que cambie lo sucio y negativo en mí y lave y
renueve mi ser con las corrientes que correrán desde el manantial de vida que es Cristo.
Mucho que pensar y más que definir, me imagino siendo esa fuente de agua que elige un
torrente inagotable de agua de vida. Si los ríos caudalosos, las cascadas, los mares nos
dejan impactado con su fuerza y poder, cuánto más podremos ser de impacto para otros
dejando ver y sentir los resultados de esa agua de vida transformando corazones, actitudes, emociones, caminos. Gran invitación a creer y dejar fluir.
Conny Godínez.
El Sello, Iglesia Cristiana.
Diciembre 2024.