miércoles, octubre 23, 2024

El amor de libros y películas  – María Antonieta Herrera

Acudo a los ratos de ocio que hoy sólo vivo para mí, viendo, sintiendo y contagiándome de la magia de series, películas, libros, audiolibros y canciones, que me llevan a vivir otras vidas con regocijo y delirios que no me pertenecen, pero endulzan mi soledad.

Vivo enamorada del hombre de mis sueños, que es de mentiras y a veces de verdad de tanto soñarlo. Escribo a tontas y a locas, pienso en cosas que me han pasado y en otras que no me han pasado nunca, ni me pasarán jamás. No me distraigo de lo que llega hermoso de vez en cuando, y disfruto esos desvaríos afortunados. Hay que avizorar todas las dichas.  

Una noche, vislumbré la luna llena con su rosada aureola. En aquel momento me quedé pasmada, y creí escucharla:

—Escribe sobre tu existencia soñadora, porque todo es un milagro. Encuentra el placer de antes ahora y en cualquier momento, como una gota de agua en el aire o al fondo del abismo.

El poco abrazar a los que quiero hace que se me desordene el alma, pronto quisiera verlos día a día.  A veces, vivo con el corazón loco y en otras veces muy apaciguado, aunque el cuerpo me reclame, que él necesita siempre enloquecerse con su corazón al viento. 

El hombre de mis sueños, que emerge y enmaraña mi vida, sirve para sosegar y darle contento a mi corazón de vez en vez. Su distancia es muy lejana, vive en mis quimeras. Lo extraño… tal vez sea tiempo de inventarme otro.

Al leer el libro “Inés del alma mía” de Isabel Allende, y saber que la protagonista tuvo dos esposos, y un amante que la llevó a correr grandes aventuras, una de ellas conquistar Chile, pienso en un hombre entero y tangible. “Voy a apagar la luz y así dejar volar a mi imaginación y ahí viviré de ilusiones”. Ya lo veo en mis desvaríos, sintiendo la piel que me quema buscando sus besos y abrazos… Y me vuelvo a encontrar al de los sueños.

Pensando en el amor de ayer, de mentiras de verdad, me viene a la mente la película “Los puentes de Madison” que vi acompañada de amigas en 1997, unas solteras y otras casadas. Todas atravesábamos la década de los cuarenta años, cavilando nuestras pasiones y desilusiones de amores y desamores, llevándonos a hacer una encuesta entre nosotras sobre el carácter, actitudes y comportamiento en el amor de nuestros esposos y amantes. Todas comentamos nuestros sentires, algunas tenían un alejamiento acompañado con marido, otras tenían fuerzas para dos amores como los hombres, y una que otra vivíamos el delirio de la soledad. 

La película era la breve y apasionada historia de un fotógrafo maduro, soltero y viajero del mundo que se dedica a capturar imágenes con su cámara. Llegó a Madison para fotografiar los puentes de esa zona, encontrándose con esta solitaria ama de casa, casada con un granjero; esta esposa aburrida e ignorada por su esposo, como normalmente sucede, sintió renacer su corazón marchito al conocer al fotógrafo y vivir un breve romance extramarital. Hallábase sola, mientras su marido e hijos se encontraban fuera de la ciudad. Los protagonistas se conocen y se enamoran en un instante luminoso, pasando juntos cuatro días haciendo el amor apasionadamente. Ese hombre la envuelve en ardientes caricias, para ella esto supone un giro fundamental en su vida, dando rienda suelta a la pasión dormida y olvidada en su interior. 

La película nos llevó a mis amigas y a mí a respirar y a sentir la pasión que los protagonistas brevemente viven. Al final, el fotógrafo le propone a la mujer vivir con él. Ella respondió como alguna de mis amigas, quienes con el alma rota decidieron quedarse con sus hijos adolescentes, que ni siquiera las escuchan, y sus maridos, que solo las tocan de vez en cuando, para tener una elemental relación íntima. Esto hoy me hace pensar que hay que irse nomás así desde la primera vez, siempre que la vida lo proponga. Puede ser un temor, pero también un desafío.

El amor es ambivalente y cada quien tiene derecho a celebrarlo como mejor le parezca. En aquel tiempo y ahora me lleva a invocar el caos sobre el destino que tenemos algunas mujeres, que nos oprime o limita, malogrando el desarrollo de la existencia. Ahora imagino que, como no pudo ser ese desafuero amoroso, quedó en el mar de recuerdos como náufrago, pensando a veces tirar ese tesoro por la borda o conservarlo solo en la memoria, porque algunos amores sólo son sueños mutables como los deseos, inciertos y fugaces como la vida misma. 

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