Hay situaciones en la vida que uno no vislumbra fácilmente en la realidad. Aparentan ser momentos difíciles que pasan fácilmente.
En las películas en las series suceden cosas tales como que una pareja se divorcia, los padres envejecen o fallecen, los divorciados vuelven a casarse, los hijos se quedan o con papá o con mamá. Y aunque se da a entender que son momentos reales y complejos, es muy difícil exponer o desmenuzar en poco tiempo lo que a cada ser humano le sucede.
Hay que decirlo un momento de esos tiene gran repercusión en la familia y en nuestro grupo social. De momento parece que es solo un cambio, pero al pasar los días, se va manifestando el proceso que cada quien está viviendo. Como es tan lento y tan profundo, los que viven cerca no se dan cuenta ni de sus sentimientos, ni de qué les esta pasando. Están sobreviviendo en el cambio como quien ha sorteado bien una gran ola en el mar, pero ésta le propino un buen golpe y le arrancó una prenda personal. Se siente desorientado, pero sigue en el mar sin saber qué hacer.
Hay mucho que decir, mucho que notar, mucho qué acompañar. Lo mejor es recurrir a alguien que acompañe el proceso de una manera profesional, pero si eso no fuera posible, habrá que apegarse a personas con madurez que ofrezcan su escucha. No nos damos cuenta de que en el mundo hay mucho apoyo de todo tipo: están las organizaciones gubernamentales que ofrecen apoyo, están las universidades, están ciertos centros de apoyo, y muchos consultorios con psicólogos u orientadores que están dispuestos a llevar el proceso acordando el compromiso que ambas partes deben cumplir. Lo que es un hecho es que hay que pedir apoyo
Hace algunos años en mi casa caían los amigos de mis hijos y como llegaban a la hora de nuestra sobremesa, daba lugar muchas conversaciones que dejaron de ser superficiales para convertirse en sesiones grupales. Yo me presté a que ese acercamiento se diera, porque era raro que jóvenes de catorce años llegaran a la misma hora con frecuencia. Uno de ellos nos comentó que sus papás se habían separado y que él se sentía muy triste. Aunque se reía de él mismo y nos llevó a reírnos. Empezó a relatar todos los cambios que sentía: extrañaba a su mamá, veía triste a su papá, sus hermanos estaban raros, no sabían si irse con su papá o su mamá. Primero pudimos oírlo, dejándolo que compartiera todo lo que había pasado y cómo eso lo había impresionado, pero luego, fue recibir el abrazo y comprensión de cada uno, lo cual convirtió a esos amigos en amigos leales y cercanos.
Para mí fue muy importante advertir en qué momento estaba este ser humano al que se le desgajó la familia. Él debe haber tenido unos trece años y le afectó. En mi caso yo tenía veintiuno y tampoco fue fácil ver que la casa paterna dejaba de serlo, para venderla y dividir el capital entre los dos adultos que se separaban. En cualquier momento afecta, mueve, sacude y no niego que en muchos casos sea para mejorar, pero el momento no es algo fácil que pase inadvertidamente.
Hay parejas que de verdad ya no pueden ni quieren vivir juntas y están afectando a los hijos al vivir en su relación fría, agresiva o indiferente, todo eso lo sé y todos debemos saber que no esta bien vivir donde ya no quieres estar. Pero hay que hacer las cosas de una manera responsable, sabiendo que no porque lo hacen muchos, deja de ser fuerte.
Si tu lector eres uno de ellos, no importa qué edad tengas, ni cuando sucedió, te invito a que revises de manera seria, qué fue lo que te paso a ti, cómo viste que eso afectaba a los de tu alrededor. A quien tendrías que perdonar y por qué. Hazlo con la intensión de deshacerte de las tristezas acumuladas, para poder escalar los peldaños hacia un mejor bienestar. No importa si fuiste el hijo o si fuiste la pareja que se divorció. Limpia esa experiencia, platícala, escríbela, quizá encuentres el dolor callado y quizá puedas tomar el aprendizaje que esta ahí esperando a que lo tomes.
Verónica Maldonado Soto es licenciada en sociología con especialización en psicología. Es maestra de Aplicación Mental con maestría en Programación Neurolingüística. Facilitadora de Transformación de Resonancia. Psicoterapeuta de Replanteamiento de Vida. Maestra de Pilates. Escritora y Pintora.
Verónica Maldonado Soto
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