POR: Rodolfo Lira Montalbán
¿Qué habrá pasado durante el crecimiento de esos niños?, ¿En qué momento un niño bueno se convierte en un adulto que hace el mal a sus vecinos?. Esas y otras preguntas difíciles de contestar rondaban por mi cabeza mientras reparaba, con cinta adhesiva, las lonas rasgadas de los letreros que colocamos gracias a la cooperación de los vecinos.
Ayúdanos a conservar limpio este lugar.
Estos terrenos se mantienen limpios gracias a la colaboración de los vecinos y las autoridades.
La persona que sea sorprendida tirando basura, muebles, ropa o escombro, será consignada a las autoridades.
El mensaje era claro y el tamaño de las lonas generoso, de manera que a buena distancia se podían leer con claridad sus letras negras sobre un chillante fondo blanco, rojo y amarillo. Las heridas en la lona reflejaban heridas en el alma de quien las hizo, envidias, rencores tal vez. Materia de estudio para sicólogos y sociólogos.
Colocamos cinco letreros en las entradas de los campos aledaños a nuestra colonia y a la orilla de la presa en la que por más de veinte años hemos disfrutado de la naturaleza, los vecinos, nuestros hijos, con bicicletas y sin ellas, y muchos perros (De los de cuatro patas). Y de esos cinco letreros, un par de días después, aparecieron tirados tres y rasgado uno. Y basura, ¡Claro! Más basura. Otro colchón viejo, bolsas y escombros de todo tipo. El coraje y la tristeza, las mentadas de madre y la solicitud a Dios por el perdón de esos infelices fueron mi primera, mi segunda y mis siguientes reacciones en ese orden.
—No haga corajes patrón, es el cuento de nunca acabar.
Fueron las solidarias palabras del pastorcito que todas las mañanas me saludaba tras su pequeño hato de diez vacas que conocí cuando eran cinco.
—Esos desgraciados no entienden.
—Pues no me interesa que entiendan o no. ¡Esto es la guerra y vamos a ver quién se cansa primero!
Tras esa beligerante declaración y al ver mi determinación, al asustado pastor no le quedó más remedio que sumarse a las filas de mi ejército en calidad de informante.
Pequeño ejército formado por amigos y vecinos que, comprometidos, hemos recogido ya más de sesenta bolsas de basura. De vecinos a quienes nunca acabaré de agradecer por su solidaridad. Vecinos senderistas que han cooperado con dinero o con su tiempo, que llevaron agua, refrescos y sándwiches a las cuadrillas de trabajadores que la directora de Servicios Municipales nos envió.
Alejandra Haro, es el nombre de nuestra funcionaria favorita, a quien le estamos agradecidos por su colaboración y su rápida respuesta. Ya han sido varios los camiones y maquinaria que han cargado con muebles viejos, con llantas, con basura de todo tipo. Y muchas las personas que forman parte de las brigadas de personal que, como ellos dicen: no son los de la basura, son los de la limpieza.
El cuento de nunca acabar. Me lo dijo el pastor y me lo han dicho varios vecinos. Y la mayoría estamos muy conscientes de ello. Pero con la ayuda de vecinos y autoridades comprometidas, seguiremos con esta campaña de resistencia. Y, ¿Por qué no decirlo? De perdón y tolerancia.
Por el gusto de ver los campos limpios y por la paz que inspira caminarlos todas las mañanas, bien valen las penas, los corajes y las decepciones. Materia también de estudio de sicólogos y sociólogos.
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Twitter: @LiraMontalban