Rodolfo Lira se describe como un aspirante a escritor que siempre está en la búsqueda de nuevos retos, que huye de la solemnidad y que trata de reflejar, en un estilo simple, las anécdotas de la vida diaria, de las historias familiares, de los abuelos y de los acontecimientos del entorno. Todo esto con la única ambición de hacerles pasar a sus lectores un rato ameno, de hacerles recordar y, de ser posible, reflexionar.
Siempre con un gusto por la palabra escrita, Rodolfo se divertía redactando correos para la empresa donde trabajó, para la escuela de sus hijo o incluso para sus amistades; si bien estos eran textos de carácter comercial, siempre los adornaba y ponía en ellos un poco de su propia cosecha. Y en alguna ocasión, uno de esos correos llegó a manos de una amiga escritora, quien lo animó a escribir y publicar, incluso lo invitó a participar en su revista infantil, lanzando al internet algunos de sus cuentos
Además, tuvo la gracia de conocer a la maestra Araceli Ardón, quien ha sido una ayuda invaluable a la hora de pulir sus textos (algo por lo que se siente muy agradecido) y fue quien puso en su camino la oportunidad de colaborar con la directora Elizabeth Garfias en este proyecto llamado Punto Bajío, el periódico que, estimado lector, estás leyendo.
Influencias y perseverancia
Rodolfo Lira no teme decir que admira sobre todo a autores mexicanos como: Jorge Ibargüengoitia, Juan José Arreola, Valeria Luiselli y Luis Spota; así como a muchos otros autores en español como: Gabriel García Marques, Julio Cortázar, Alfredo Bryce, Irene Vallejo y Laura Restrepo. Sin embargo, entre una larga lista de autores, tiene un especial cariño y admiración por la forma de escribir que tenía Germán Dehesa, periodista del cual no se perdía ninguna de sus columnas.
Y su sueño es llegar a dominar un estilo propio que esté a la altura de sus escritores favoritos, eso sí, acompañado de una buena música de jazz mientras derrama sus ideas en la hoja. Incluso tiene la fortuna de no quedarse en blanco frente a la pantalla, gracias al bloc de notas de su teléfono, nunca pierde esas ideas y frases que lo asaltan ocasionalmente ni olvida una buena anécdota, que se convertirán en un extenso menú de relatos que escribirá al estar frente a su portátil… porque confiesa que su letra es terrible para usar la pluma como pincel.
Un resultado inesperado, pero bienvenido
Rodolfo Lira es un singular personaje, en el sentido de que considera que no ha escrito ‘seriamente’, pues trata de divertirse con las palabras, de que sus textos provoquen una emoción y algún interés en el lector. Tarea en la que ya lleva diez años en los que la disciplina y el establecer un horario que le permita concentrarse y sólo escribir han sido de gran importancia.
Para él fue una sorpresa ver que sus textos fueran publicados, porque recuerda que sus primeros estaban llenos de faltas de ortografía, de lugares comunes y de excesos… admite que no es algo que haya remediado por completo, pero ya no son tan notorios. De hecho, ese gran recorrido entre sus inicios narratorios y su estilo actual lo puede resumir en:
“Tratar de mejorar cada día y de entregar algo que sea de mi completo agrado y digno de una publicación con prestigio y con lectores exigentes”
Y mientras el escribir sea una tarea que le siga provocando emociones, no se alejará del teclado. La satisfacción de crear, de lograr un buen texto entretenido o de valor y de, ocasionalmente, recibir un comentario que sirva para mejorar, serán el alimento nutritivo para esa alma que se entretiene creando textos y acumulando lectores.
