Primer caso:
Después de una larga espera y de haber ahorrado durante cuatro largos años, al fin había llegado el momento en que Eva, sus hijos, nietos, yerno y nuera, en dos meses más, realizarían el tan esperado viaje a Europa.
Los boletos de avión, comprados a plazos, ya estaban totalmente pagados.
Las visitas y reuniones con amistades y familiares en cuatro países, ya habían quedado definidas.
Lo más importante para Eva y su familia, era visitar y convivir con sus dos nietos que estudiaban en Italia.
De estos proyectos, ya casi convertidos en realidad, me enteré cuando con motivo del cumpleaños de Eva, faltando ocho semanas para el feliz viaje, hablé con Eva para felicitarla.
Nadie, ni la mente más pesimista, pudo imaginar lo que en un muy cercano futuro iba a acontecer.
Frecuentemente sucede que lo que uno imagina o da por seguro que se está viviendo, no se parece a la realidad.
Un mes después de mi conversación con Eva, mientras tomaba un rico café helado, me vino a la mente la imagen de lo mucho que estarían disfrutando de su estancia en Italia. En ese momento decidí enviarle un mensaje y preguntarle cómo estaban.
La sorprendente respuesta fue:
“¡No salimos de viaje, ya se perdieron los boletos de avión! Estamos viviendo una inimaginable tragedia. Mi hija Lola y mi yerno José María están hospitalizados y muy delicados.
A pesar de que parezca increíble, faltando pocos días para el viaje, a mi hija hubo que operarla de la vesícula y, al día siguiente de su operación, mi yerno fue internado de emergencia para operación de páncreas”.
Contacto a Eva tres veces por semana y me he ido enterando de la triste y muy preocupante realidad que viven día a día.
Después de varios días en el hospital, Lola ya fue dada de alta, no así su esposo, a quien lo han mantenido con sedación paliativa y conectado a un sinfín de aparatos.
Los dos hijos de Lola y José María, a los que iban a visitar en Italia, tomaron el primer vuelo hacia México para venir a acompañar a sus padres.
Uno de los días, el médico a cargo avisó a la familia que a José María no le quedaban más de dos horas de vida. Ha recibido 41 transfusiones de sangre, varias veces le han cambiado el tratamiento. Se han arrepentido de que no tuviera “Voluntad anticipada” firmada para ya dejarlo morir.
Las sorpresas no terminan. Hace varios días, Eva me avisó que lo están enseñando a hablar; después, me informó que su yerno ya no está en terapia intensiva, días más adelante, me escribió que lo están enseñando a caminar. Ya está en piso.
Los médicos comentan que es increíble. Que es un verdadero milagro, no entienden cómo está vivo. De hecho, lo van a exponer como caso impredecible.
No sé si sea sano hacerme las siguientes preguntas:
¿Qué habría pasado si José María hubiera tenido firmada su voluntad anticipada?
¿Podrá realizar el soñado viaje a Italia?
¿En verdad hay un destino trazado?
SEGUNDO CASO
Hace muchos, pero muchos años, estudiando francés en un afamado instituto, tuve el privilegio de conocer a Isidoro. Ser humano excepcional. Sub director de la empresa Ford.
A través de algunos meses, se fue solidificando una preciosa y sincera amistad a la que se unió otra compañera de nombre Rosy, y algunas veces también la esposa de Isidoro.
Pronto comenzamos a reunirnos, ya no sólo en cafeterías, sino en la casa de alguno de
este pequeño grupo.
También, una vez al mes íbamos a cenar al famoso restaurante y centro nocturno “Maunaloa” en el que se presentaba un precioso show hawaiano al que estaba integrada Rosy.
Los años fueron transcurriendo y la amistad se conservaba sólida, a pesar de que Isidoro cambió su residencia a Toluca y yo a Querétaro.
No dejamos de hablarnos en fecha especiales como navidad, Día del Padre y cumpleaños.
Desde hace una semana, traía en mente a Isidoro y su muy próximo cumpleaños.
Ya había seleccionado la canción “Los Amigos” interpretada por José Luis Rodríguez para ponérsela por teléfono en el momento en que me contestara.
Llegó el día y ayer llamé al teléfono de su casa… contestó una grabación que decía: “Ese número no existe”.
¡Lo mismo sucedió cuando marqué a sus dos celulares!
Muy sorprendida, recurrí a Google para consultar el número telefónico de Isidoro. Quedé sin habla al ver lo que apareció en la pantalla de mi celular… fue la fotografía acompañada por su nombre y con grandes letras la palabra ¡DESAPARECIDO!
Una vez más confirmo que para todos hay dos realidades: la rutinaria, que damos por segura, y la que está sucediendo al mismo tiempo y nunca nos imaginamos.
g.virginia sm@yahoo.com