Soy una mujer que felizmente ha llegado a una edad avanzada, pero siempre acompañada por mi niña interior. Esta combinación me ha hecho describirme, a pesar de tantos momentos difíciles, como un ser feliz con inmenso apego a la vida.
Vivo intensamente cada día a partir de las cinco de la mañana y hasta las once de la noche. Lo combino en brindar a otras personas lo mejor de mí, pero sin olvidar incluirme.
¿De qué estoy hecha?
De fuertes castigos de mis padres durante mi niñez y adolescencia, pero también de su maravillosa forma de brindarnos amor a mis dos hermanos y a mí.
De muchas veces estar parada a la orilla del precipicio; algunas veces empujada por las circunstancias y otras por probar nuevos caminos.
De rebeldía, sin importar el precio a pagar, cuando he sentido que no es correcta o justa una situación.
De gozo por la naturaleza, que puede ser desde admirar el mar de Bora Bora hasta los canales de Xochimilco.
Gozo todas las mañanas que salgo a caminar. Primero, disperso alpiste en la banqueta, ya que los pajaritos desde las siete de la mañana empiezan a reclamar si no les he dado de desayunar… a la hora en que ya los tengo acostumbrados.
Gozo el aire fresco con olor a la tierra húmeda de un campo. El acariciar a los perros cuyos dueños a diario los sacan a pasear. Mi preferida es una linda perrita Schnauzer llamada Fibi.
Gozo el ver a mi hijo Leonardo, que ya es un hombre alto y fornido, tirando migajas de pan en las hileras de hormigas que hay en el camino y ya tiene detectadas.
Gozo la valentía de mi hija Yleana, que un día decidió ir a trabajar a otro país, en el cual se ha abierto camino y, con sufrimiento y angustia, ha triunfado.
Gozo los inigualables y siempre diferentes cielos de Querétaro.
Disfruto inmensamente cocinar. Mientras lo hago, recuerdo que, para evitar que mis padres me impusieran un castigo imposible de creer, en la madrugada en que salí de casa de mis padres, no sabía preparar ni una simple ensalada o una sopa de fideo.
Al casarme, además de trabajar, desempeñaba el papel de ama de casa, no tenía forma de recurrir a mi madre para preguntarle cómo se hacía tal o cual de sus ricos platillos. Lo resolví comprando cada edición de la revista “Cocina Fácil”.
Aprendí que, si se tiene la motivación, se logra el objetivo. En mi caso, era demostrar cariño a mi marido por medio de prepararle platillos que disfrutaría.
Al día de hoy, uno de mis gozos más grandes es cocinar y organizar en mi casa reuniones con grupos de amigos (doce en cada ocasión). Hasta ahora, no tengo la seguridad de si el éxito de éstas convivencias es la comida, o que en cada ocasión selecciono a personas que sé que tienen temas en común.
Durante el primer año de casada solo podía comer pan tostado con chipotle untado, porque no había dinero para más; al paso del tiempo, junto con mi marido José Luis y nuestros hijos Leonardo e Yleana, pasé a comer en los mejores restaurantes de México y Europa.
De viajar en la Ciudad de México en camiones de segunda clase, con el tiempo, tuve el privilegio de volar en el Concorde.
Estuve casada con José Luis —y con sus papás— durante veintidós años. Llegó la noche en que, después de innumerables intentos por cambiar la desastrosa situación entre él y yo, le exigí que se fuera de la casa. No entiendo la razón por la que le pedí que solo por seis meses más nos mantuviera a mis hijos y a mí; ya sabía que, con la ayuda de Dios, íbamos a salir adelante… así sucedió.
Después de muchos años de divorciada, de estar convencida de no volver a casarme y de salir con varios hombres extranjeros y nacionales, hace cuatro años contraje matrimonio con Luis, para quien yo era la cuarta esposa.
Mi matrimonio solo duró un año y medio, ya que, después de meses de sufrir de forma inenarrable, él murió.
Tengo la convicción de que la vida nos presenta oportunidades disfrazadas de problemas, que, si uno los sabe sobrellevar, se convierten en los escalones que hay que subir para llegar al piso de arriba.
He pasado de ser asistente de director de un banco, a ser maestra Montessori y de haber tenido una escuela durante diez años, a ser dueña de una empresa de relaciones públicas y publicidad, dedicada a organizar eventos corporativos magnos y contar con clientes de grandes empresas nacionales y extranjeras.
Gracias a haber estudiado Logoterapia (rama humanista de la psicología) durante ocho bimestres; desde hace ocho años tengo el privilegio de brindar terapia a personas a las cuales he logrado empoderar y al reconocer ellas sus posibilidades, salen adelante.
Uno de mis privilegios es pertenecer a dos grupos Rotarios; como socia honoraria en uno de la Ciudad de México y como socia activa en el Club Rotario Jurica.
Una de mis bendiciones es el tener la oportunidad, desde varias áreas, de ayudar a las personas, sin importar quiénes son. Estoy convencida que obtiene más el que da, que quien recibe.
Actualmente estoy estudiando escritura con la mejor maestra de Querétaro. Mi ilusión es escribir y publicar mi primer libro. Cuando tomé la decisión de divorciarme, me cayó del cielo la oportunidad de escribir mensualmente los guiones de tres diferentes cómics para Editorial Novaro. Desde entonces he tenido este propósito.
Disfruto a mi familia, a mis amigos y las actividades a las que me dedico.
Actualmente, mi vida está a punto de dar otro vuelco. En qué va a terminar… lo sigo pensando.
@gvirginiaSM