En el año, al pasar de los meses, vamos teniendo celebraciones y tradiciones que nos van dando identidad como país, como sociedad, como familia, como persona.
En la familia descubrimos el mundo y desde pequeños nos adaptamos a lo que nuestros padres nos presentan y nos transmiten.
Es por eso que al ser padres es importante seleccionar y determinar qué vamos a festejar con nuestros pequeños para que se haga una buena costumbre en sus vidas. En el mes de Noviembre celebremos con gusto el día de difuntos, haciendo altares en familia, visitando a las personas que ya no están con nosotros pero que seguramente dejaron alguna huella en nuestra vida.
La celebración del día de Muertos es una buena oportunidad para recordar a las personas con las que cruzamos el camino en algún momento, pero que por circunstancias de vida se adelantaron y ya no están con nosotros; es un buen pretexto para recordar lo que les gustaba, abrir el álbum de fotos, reunirnos en familia a merendar un chocolatito caliente y un buen pan de muerto, pensar que enseñanzas nos dejó esa persona que extrañamos, y hacer una reflexión para agradecer lo que nos regaló con su presencia en su paso por este mundo.
Recordemos con gusto a esos seres maravillosos a los que ya no podemos ver, y valoremos a los que todavía podemos abrazar y decir un te quiero, sean familiares, amigos, o compañeros.
En éstas fechas también hay celebraciones que pueden distraernos de lo que realmente vale, como el Halloween, que lejos de dejar a nuestros hijos algo sano para pensar, celebra la presencia de lo malo que existe en este mundo, seres que dan miedo y que lejos de divertirnos nos atemorizan, y que no nos dejarán nada bueno en nuestro crecimiento personal. Evitemos celebrar algo que no tiene ningún objetivo positivo y por el contrario puede ser contraproducente.
Siempre que enseñemos algo a nuestros hijos, hay que detenernos y preguntarnos ¿para qué? Que la respuesta a esa pregunta sea nuestro parámetro para tomar una decisión, y no lo que creemos que está de moda y que sabemos en el fondo que no es algo adecuado para nosotros y la sociedad en la que vivimos.
Hagamos nuestras las tradiciones que valgan la pena, aquellas que nos permitan fortalecer nuestros lazos familiares, que nos dejen soñar, que fomente nuestra ilusión de creer, y que aumente nuestra capacidad de amar.
