Es un reto llegar a donde deseamos, remontar el vuelo y llegar al final del camino.
Nos preguntamos si llegar a donde queremos llegar es nuestro destino final. Pero cómo reconocerlo. Cómo identificar si ese será el momento de mayor plenitud, si no habrá otro más adelante o si tuvimos nuestro mejor momento a los 12 años, a los 21 o lo tendremos a los 80.
Es muy difícil saberlo, incluso reconocerlo. Y casi creo que nos damos cuenta hasta que comenzamos a descender. Ahí es donde nos percatamos, cuando vamos en declive de manera lenta, casi imperceptible al principio, pero sabemos que caeremos de forma irremediable. O quizá sucede tan rápido que caemos de golpe y porrazo, y es como despertar de un sueño en donde los personajes de nuestra historia se han ido o las circunstancias que teníamos han cambiado, ignorando nuestra vanidad y egoísmo de querer permanecer en ese estado de plenitud que teníamos.
Esa quizá sea la razón de pensar que los tiempos pasados siempre fueron mejores. Añoramos fervientemente lo que se ha ido. Y comprendemos cuanto felices, exitosos, plenos éramos antes; aunque en aquel momento no pudimos reconocer que habíamos llegado a la cúspide de nuestra vida.
Los sucesos transcurren con tal velocidad que son como imágenes de una película que se suceden una tras otra sin darnos tiempo de detenernos a reflexionar. Habría que ponerle pausa y vivir ese preciso instante. Acumular cómo si fuera un mosaico el cúmulo de imágenes que en realidad se convierten en nuestros mejores momentos.
Mi reflexión de hoy es muy simple: es no buscar afanosamente llegar a la cúspide, porque quizá estemos ya en ella y no nos hayamos percatado de que es así. Es tan simple como despertar, escuchar el trinar de los pájaros, admirar los colores del cielo, escuchar el golpeteo de nuestro corazón que nos recuerda que la vida avanza y que éste es en realidad puede ser nuestro mejor momento.
Sin apurar el paso, sin esperar con ansias lo que sucederá el día de mañana; la graduación de nuestros hijos, el viaje de nuestros sueños, el día que llegue la jubilación o el día que alcancemos nuestros sueños. Es aquí y ahora nuestro mejor momento. No habrá otra oportunidad; solo está este día que transcurre con su propio afán y su propio ritmo. Porque quizá estamos en la cúspide de nuestra vida y justamente éste sea el instante que estamos dejando escapar.
Y si al final tenemos la oportunidad de hacer un balance, hasta ese día podremos comprender cuál fue el momento en que llegamos a la cúspide, si fue el día en que alcanzamos todas nuestras metas… O si fue el día que escuchamos a nuestro corazón latir mientras el trinar de los pájaros se colaba por nuestra ventana.
Por: Sandra Fernández