Cuando Andrea tenía 8 años, su tía Mónica, a pesar de tener tres hijos, decidió de común acuerdo con su esposo, adoptar a Érica, una nenita de seis años de edad.
De inmediato, Érica fue aceptada por casi todos los niños de la familia quienes, desde que la conocieron, le llamaban: “Prima Érica”. Pero siempre hay excepciones y, en este caso, fue Andrea, quien se dedicaba a gritarle, esconderle sus juguetes y a correrla de su casa.
Mamá Mónica (como le llamaba Érica), decidió que Érica asistiera a la misma escuela que su sobrina Andrea, pero los inconvenientes fueron muchos.
Ana, (mamá de Andrea), tenía que asistir continuamente a escuchar los reportes de la directora del colegio:
“Señora Ana, Andrea puso en la lonchera de Érica un pájaro muerto que se encontró en el patio cuando salió al baño. El susto de la pobre niña a la hora del recreo, fue tremendo. No dejó de llorar por más de una hora. ¡Andrea quedará suspendida de clases por 3 días!”
En otra ocasión…
“Señora Ana, Andrea ayer le dijo a Érica que había visto sus calificaciones y que estaba reprobada, por lo que de castigo la maestra la iba a poner a hacer la limpieza de la escuela y durante varios días no iría ni a dormir a su casa. Esto ocasionó que la niña se encerrara en el baño a llorar desconsolada y hasta vomitara”.
“Señora, debido a que cada vez llegan más lejos las maldades de Andrea hacia su prima, tienen que elegir a cuál de las dos cambian de escuela de inmediato”.
La vida transcurría y ni durante la adolescencia cambió la mala actitud de Andrea hacia Érica, pero cada vez estaba más cerca el día en que el destino no estuviera a su favor.
En una ocasión que se reunía la familia, se tomó la decisión de todos celebrar los 15 años de Érica en una preciosa playa del Pacífico mexicano. En esa ocasión, Alejandra rebasó sus maldades anteriores y encontró la oportunidad de realmente dañar y herir a la joven a la que sin razón consideraba su rival.
Andrea hizo creer a toda la familia que había cambiado y quería proteger a su “prima”.
Se propuso cambiar la táctica para seguir molestando y menospreciando a Érica, pero no estaba dispuesta a seguir recibiendo críticas y reprimendas por el trato, casi inhumano, que le daba a una chica tan dulce sincera y cariñosa como Érica.
Cuando llegó el día tan esperado del viaje a Puerto Vallarta, se reunieron todos los miembros de la familia en el aeropuerto de la Ciudad de México.
Faltando 50 minutos para abordar, Andrea tomó cariñosamente la mano de Érica y la convenció de ir al baño situado en uno de los pasillos, porque, según élla, los sanitarios del avión estaban muy sucios.
Mamá Mónica tenía el boleto y pase de abordar de Érica.
Andrea le dio indicaciones a Érica de entrar al baño situado hasta el fondo, diciéndole que ella iba a entrar al de junto. Tan pronto como Érica cerró la puerta, Andrea salió rápidamente, abandonando a la prima. Cuando Andrea llegó a la sala de abordar, explicó que Érica de pronto se había echado a correr y no la había podido volver a encontrar.
Cada miembro de la familia corría desesperado por diferente rumbo, gritando el nombre de Érica.
Cuando Érica salió del baño y no encontró a su prima, empezó a gritarle muy asustada, ya que no sabía ninguno de los datos del vuelo.
Por el sonido del aeropuerto comenzaron a solicitar abordar el vuelo que se dirigía a Puerto Vallarta. Los minutos pasaban y nadie encontraba a Érica. De pronto, Mama Mónica se dirigió a un mostrador y solicitó se voceara a Érica.
De esta forma, la localizaron y lograron abordar justo dos minutos antes de que se cerrara la puerta del avión.
Andrea había logrado su propósito… ¡Fue el peor cumpleaños que hubiera tenido Érica!
Pasaron varios años y aún siendo adulta, Andrea, de forma disimulada, francamente hipócrita, continuó haciéndole la vida pesada a la prima.
No tomó en cuenta que… ¡La vida no perdona!
Un día, Andrea comenzó a sentirse cansada, con dolor de cabeza y pérdida de apetito. Este malestar aumentaba, por lo que consultó a varios médicos.
Dejó de asistir a la importante empresa en la cual tenía el puesto de directora de Recursos Humanos.
Una madrugada, el insoportable e indescriptible dolor torácico, hizo forzoso su internamiento en urgencias. Después de innumerables estudios, su doctor de confianza determinó que era urgente un trasplante de riñón.
Comenzó la pesadilla de buscar un donador de riñón. Después de varios exámenes, no encontraron al idóneo. Solo quedaba una posibilidad… pedir a Érica que fuera la donadora.
Querido lector, ¿qué harías si estuvieras en el lugar de Érica? ¿Arriesgarías tu vida?
@gvirginiaSM