Capítulo 1
Excelente Saxofonista
Hace aproximadamente quince años, Pilarica, una de mis mejores amigas, era socia de un afamado restaurante en la zona de Polanco.
Había tres razones para que siempre estuviera lleno a su máxima capacidad: La deliciosa comida (especialmente los cortes finos) , la atención personalizada de mi entusiasta amiga y Pedro, el excelente saxofonista que tocaba desde las dos de la tarde hasta la una de la madrugada, por supuesto… descansando quince minutos de cada hora.
Pilarica vino de España a México hace cuarenta años, pero toda su familia permaneció en Barcelona. Al poco tiempo de haber llegado a la ciudad, contrajo matrimonio con un Vasco llamado Pepe. Tuvieron dos hijas y un hijo.
Cuando Lola, su hija mayor decidió contraer matrimonio, Pilarica invitó a asistir a la boda, a todos los familiares cercanos que aún tenía en España. Organizó los días y los vuelos en los que debían llegar, ya que ella quería recibirlos personalmente en el aeropuerto.
Había logrado el permiso para que durante la ceremonia religiosa, Pedro tocara cuatro melodías con su maravilloso sax, incluyendo la marcha nupcial. También él amenizaría el banquete durante dos horas.
A las tres de la tarde del sábado en que llegaban dos de las hermanas de Pilarica, cuando se dirigía al aeropuerto, recibió una llamada de Luis, el gerente del restaurante, pidiéndole que fuera de inmediato, porque había un asunto urgente, a lo que obviamente ella respondió que no le era posible y que él tenía autorización para, lo que sucediera, solucionarlo.
Pasados escasos veinte minutos, el gerente volvió a llamarle, pidiéndole que suspendiera todo y se dirigiera al restaurante, a lo que contestó que iría en cuanto instalara en el hotel a sus hermanas, que ya habían llegado.
¡Por supuesto que Pilarica jamás imaginó la desgracia que había sucedido a dos escasos días de la boda y que ésta alteraría todos sus planes!
Cuando dos horas después llegó al restaurante, le alarmó ver a las puertas del mismo, tres patrullas y un gran número de curiosos que le dificultaban el ingreso.
Finalmente pudo hablar con Luis que estaba rodeado de policías y le explicó que Pedro había muerto de un infarto mientras tocaba su Saxofon.
¡Los problemas apenas comenzaban!
Mi amiga dio la orden de evacuar a los comensales sin cobrarles la cuenta y que se cerrarán las puertas del restaurante. Los policías solicitaron a Pilarica, al igual que a Luis, que los acompañaran a la delegación para tomarles declaración. La familia de Pedro que la insultaba, no dejaba de gritar que la demandarían y además exigirían una fuerte indemnización.
Justo en ese bendito momento, al fin llegó Roberto el abogado y amigo de Pilarica, quien después de una larga conversación con los policías y la familia de Pedro, logró que permitieran a mi amiga, a la que ya se le había elevado mucho la presión arterial, ir a su casa. Esto también atendiendo a la petición del doctor que había sido llamado de emergencia.
La lista de improvisaciones que Pilarica, sus amigas, sus hijos, su exmarido y su futuro yerno tuvieron que hacer, resultó infinita.
La organización y celebración de la boda fue perfecta. Los asistentes que para entonces aún no sabían la historia de terror que estaba viviendo la familia y los contrayentes, no se dieron cuenta que durante los preparativos, casi todo había sido cambiado.
El padre de la novia
Meses antes de la boda, Pilarica y Pepe, se habían divorciado y no en muy buenos términos.
Lola no permitió que su padre entrara a la iglesia junto con ella y en el altar la entregara al novio. Pepe tampoco fue aceptado en la mesa principal durante el banquete.
Yo no dejaba de sentir angustia por lo relegado y triste que se le veía a Pepe. En mi muy personal opinión, no era momento para los resentimientos o venganzas familiares.
Casi cuando yo acababa de pedirle a mi amiga que si Pepe, que era muy bailador, venía a la mesa a sacarla a bailar, le diera gusto al menos con una pieza, cuando él se lo solicitó…ella se negó. Sentí una gran tristeza por todo lo que esa familia estaba viviendo y porque no existiera, al menos en ese momento, el perdón o la cordialidad.
Pilarica, al ver mi preocupación, dijo: “Hablaré con el otro día”, pero ese “Después” ya no llegó, pues la siguiente inesperada tragedia hizo su aparición.
g.virginiasm@yahoo.com