lunes, diciembre 23, 2024

Entre la realidad y la imaginación – Teresita Balderas y Rico

A principio de febrero, acompañé a uno de mis mi hijos y su familia a conocer un terreno, que pretenden comprar para construir una casa de campo. Es una propiedad rural, ubicada en un cerro rumbo a Huimilpan, Querétaro. Desde cualquier punto cardinal, se observan paisajes dignos de ser plasmados a través de la literatura o la pintura. 

En lugares como ese, la imaginación se despierta y fluye ligera. Los contrastes entre los tonos: verdes, grises, amarillos, azules, rojos, lilas, de la vegetación, formaban una llamativa paleta de colores.  

Descubrí un gallinero grande. Conté diez gallinas, y un enorme gallo de brillante plumaje. Polluelos, guajolotas, patos y algunos conejos. Todos ellos en sana convivencia. 

Don José, dueño de la propiedad, con Wisin y Yandel, dos perros dálmatas que tienen nombres de famosos raperos, nos dieron la bienvenida.

Estuve en ese lugar tres horas sin percibir el paso del tiempo. Ver los detalles de la naturaleza me tenía extasiada.  

¿Han visto cómo se ríe un asno? Es todo un espectáculo: abre el hocico, dejando los dientes al descubierto, incluso se ven las encías. Levantan la cabeza y emite sonidos guturales, como si fuera a rebuznar. Al término de la sonrisa, reanuda lo que estaba haciendo.

El encuentro entre Yandel y el asno llamó mi atención. Me alarmé cuando vi al perro acercarse al burrito, pensé que sería para agredirlo o correrlo de ahi. ¡Qué equivocada estaba! El dálmata olisqueó el hocico del asno, y éste agachó la cabeza. El perro alcanzo la oreja, parecía que le estaba diciendo algo. Se retiró un poco moviendo el rabo y enseguida el burro empezó a reír. ¡Me quedé sorprendida! Pensando que le había contado un chiste.

Desde mi confortable banca bajo la sombra de un árbol, los seguí observando e imaginé que dialogaban.

 ─ Hola, mi buen y sufrido amigo, ─saludó Yandel.

─ Gusto en verte, querido Manchas, ─respondió el asno.

─ ¿Qué pasó? ¿Así nos llevamos, burrito? Para tu información, soy un dálmata.

─ Bueno…  un dálmata con manchas, no te enojes, solo bromeo.

─ ¡Qué milagro que no estás trabajando, borrico!   

 ─ El amo está esperando a unos clientes, por eso no fuimos a la parcela. 

 ─ ¡Ya llegaron! Don José me ordenó que no los mordiera y yo cumplo órdenes. ¿Son ellos?, ya te vi jugando con los niños, te dieron dulces. Pídeles uno para mí. ─Veré que puedo hacer ─prometió Yandel.

 ─ ¡Oye borrico! ¿Cómo que el amo va vender? ¿No será la casa?  He vivido aquí desde que nací. ─la noticia perturbó a Yandel.

 ─ No, mi querido guardián, no te espantes, tu larga vida está asegurada. Solo venderá un pedacito de cerro. 

 ─ Menos mal, quiero tener aquí mi descendencia, ya le eché el ojo a una linda cachorrita. 

De pronto, los amigos guardaron silencio, descubrieron al intruso que se acercaba. 

─ ¡Mira, dálmata, quien viene, y directo hacia nosotros! Ya ni como escondernos ─dijo el perro.

─Hola, muchachos, ¿de quién hablan mal? 

─ No acostumbramos hablar mal de los cuates, mi guajolote karateca

 ─ Oye, ¿por qué me dices karateca? ─cuestionó el pavo a Yandel.

 ─¿Ya no te acuerdas de las patadas y alazos que mediste la semana pasada?

 ─¡Ah!, ¿es por eso? ¿Ya se te olvidó que andabas correteando a mis chicas por todo el corral? ─el burrito cuestionó al guajolote. 

   ─Hablando de chicas, ¿por qué no estás en el gallinero?

 ─ Don José me echó fuera, no quiere que las moleste, están cuidando a los críos.

 ─ Bueno… debes agradecer que no te metieron al horno la pasada Noche Buena ─¿Cómo crees mi dálmata?, soy intocable, moriré de viejo. 

 ─ Bien, chicos ahi se ven, iré a ver si don José necesita algo ─comentó el dálmata.  

 ─¡No mientas, Yandel!, quieres estar cerca de la señora para que te acaricie el lomo, ya te vi cómo te recargas en sus piernas. 

 ─¡Que pasa amigo!, hay que aprovechar la ocasión y dejarse querer.

 ─ Por mi parte iré a mordisquear un poco de alfalfa fresca, total… ¿qué tanto es tantito? ─dando pequeños saltos se retiró el burrito.     

 ─Y yo aprovecharé para comer un poco de maíz 

 ─Pavo, solo piensas en comer, te van a guisar en mole si continúas engordando ─bromeó el borrico.

 ─¿Con esos amigos, para qué quiero enemigos? Espero que la alfalfa no te provoque un entripado, ─el guajolote corrió rumbo al maíz.  

 ─Nos vemos, burrito ─dijo el dálmata.

 ¡Qué imaginación la mía!, pensar que el perro, el burro y un guajolote estaban platicando.  Algún día escribiré esta historia.

  Mi hijo y su familia regresaron felices. Preguntaron que si no me había aburrido.

Si supieran…

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