viernes, octubre 18, 2024

Dr. Fernando Pacheco Ruiz, Primer pediatra de Querétaro

Damas y caballeros.
Por: Araceli Ardón

Al día de hoy, decenas de miles de queretanos estamos vivos y sanos gracias a los cuidados médicos del doctor Fernando Pacheco Ruiz.

El primer pediatra de la región nació en la ciudad de Santiago el 22 de abril de 1924. En aquel momento, la población total del municipio era menor a cincuenta mil personas, que vivían de los productos del campo.

A lo largo de más de cincuenta años, pudo ejercer la medicina y recibir a los bebés en el momento de su nacimiento en casas particulares, hospitales públicos y privados. Fue un testigo y también activo participante en la formación de médicos, a los que guio en la aplicación y conocimiento de vacunas, medicamentos, instalaciones hospitalarias, equipo médico para cirugías y rehabilitación, análisis y tratamientos.

Realizó sus estudios de medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México y más tarde se especializó en el Hospital Infantil de México.

Desde que estaba realizando sus estudios, recorrió comunidades rurales y zonas urbanas, casa por casa, para atender a sus pequeños pacientes.

Fundó el primer grupo de médicos especialistas que hubo en toda la región.

Nació en una casa particular de la calle de Madero, entre Ezequiel Montes y Ocampo. Su padre se llamó Fernando Pacheco Rivas y su madre Carmen Ruiz Obregón.


La familia se complementó con las tres hijas: Carmen, Elena y Estela.

Estudió la primaria en el Centro Educativo de Querétaro, bajo la dirección del profesor Emiliano Estrada. En estos años, colaboraba con su padre y hermanas en el cuidado de un huerto de frutas y hortalizas propiedad de la familia, cuya cosecha se vendía en el mercado municipal.

Cursó la secundaria y la preparatoria en el Colegio Civil, ubicado en la calle 16 de Septiembre, donde ahora se encuentra el edificio central de la Universidad Autónoma de Querétaro.

En el año 2006, publicó su libro “Los recuerdos de mi vida – Memorias del primer pediatra de Querétaro”. En este volumen, rescata las anécdotas, vivencias, valores, tradiciones y costumbres de una ciudad a la que vio transformarse a lo largo de muchas décadas.

En 1950, se recibió como médico por la UNAM y comenzó el estudio de la especialidad en pediatría, lo que realizó en el Hospital Infantil de México: “Los casos más importantes de toda la república e incluso del extranjero se concentraban ahí. Nos tocó enfrentar la gran epidemia de poliomielitis de 1951. Recuerdo todavía con estremecimiento las largas filas de pequeños enfermos que llegaban cada día, en brazos de sus angustiados padres, pues ya habían iniciado la parálisis de sus miembros, habían perdido movilidad en alguna de sus extremidades o tenían dificultad para respirar”.

En ese centro médico conoció a su esposa, Blanca Luz Alcaraz Rivera, originaria de Los Mochis, Sinaloa, quien formó parte de un voluntariado del hospital.

Al terminar los estudios de pediatría, el doctor Pacheco regresó a Querétaro, a establecer el primer consultorio dedicado al cuidado de niños. Para toda la ciudad, había 24 médicos generales, que se especializaban en la práctica.

Como amante de la tauromaquia, en esta época Fernando Pacheco era también un torero aficionado que participaba en festivales taurinos en la plaza de toros Colón, hoy desaparecida, con el fin de reunir fondos para los hospitales públicos.

Trabajando jornadas extenuantes, el doctor Pacheco trabajó como pediatra en el Hospital Civil del estado, en el edificio que fue el Real Colegio Santa Rosa de Viterbo: “No había una zona para los niños. A los pocos años de mi llegada logramos acondicionar una sala para ellos”.

Muchos bebés nacían en casas particulares: “Afuera del templo de Santa Clara, se reunían hombres conocidos como cargadores, que ofrecían sus servicios para realizar mudanzas o llevar algún paquete a un domicilio. Eran requeridos cuando había un parto, pues en ocasiones se trasladaba la mesa de operaciones y equipo quirúrgico a casa de las pacientes, y en su propia habitación se realizaba el parto o cesárea”.

Al no haber pediatras en la ciudad, el doctor Pacheco tuvo que capacitar a enfermeras y personal médico de diversos hospitales públicos y privados para atender a niños.

Por otra parte, recorría la ciudad a pie, atendiendo a los pequeños en sus propias casas, porque los padres exigían la visita domiciliaria de los médicos. Llegó a tener quince visitas en un día, caminando por las calles de un extremo a otro. Al ser el único pediatra de la región, recorría las rancherías de Celaya, Coroneo, San Luis de la Paz, San Juan del Río y otras comunidades.
Tuvo que resolver y tratar enfermedades hoy superadas: “Las condiciones en que llegaban los niños a consulta eran tan insalubres que teníamos que desinfectar las mesas de exploración antes de tratar al siguiente paciente, ya que se quedaban sobre los muebles piojos, pulgas y hasta chinches, y tenía que aplicar insecticida en el piso”.

Al doctor le correspondió realizar campañas de vacunación en los pueblos desde 1949, con la consigna de convencer a los padres de familia de proteger a los niños.

Formó el primer grupo de médicos pediatras, con los doctores Fernando Almeida, Luis G. Concha Malo, Fernando Pérez Porrúa y Guillermo Escorza.

Gracias a los esfuerzos de estos médicos, las condiciones de salud de los niños han cambiado: “El niño mexicano de hoy es muy activo, tiene mayor estatura y peso, tiene más posibilidades de desarrollar su inteligencia y se defiende de las enfermedades por la alimentación, que es superior en todos sentidos, tanto en la ciudad como en el campo. Hace décadas, teníamos frecuentes casos de desnutrición y pelagra, que es una enfermedad en la cual se mancha la piel, brotan ampollas y queda la carne viva. Puede ser mortal”.

El doctor se preocupó por prevenir adicciones y lograr cambios en la alimentación y hábitos: “En los años cincuenta, era muy frecuente que el niño, al llegar al año de edad, comenzara a tomar pulque y aguamiel en pequeñas cantidades. Cuando llegaban a la mayoría de edad, muchos hombres eran alcohólicos”.

Para lograr mejores niveles de salud, era necesario hacer un cambio: “En el medio rural y en la clase media baja de las ciudades, todavía hay un matriarcado muy fuerte. Esto impide la comunicación directa del médico con los padres del niño, porque toda sugerencia o recomendación se enfrenta de lleno con las costumbres de la familia. Al principio de mi práctica, las personas hablaban del espanto como de una enfermedad, así como del mal aire o del mal de ojo”.
Fue fundador del H. Cuerpo de Bomberos de Querétaro y del Club Campestre de Querétaro, del que fue presidente en tres ocasiones.

Gracias al trabajo decidido de este hombre, decenas de miles de queretanos podemos hoy gozar de salud y bienestar.

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