La humanidad, desde su aparición en este hermoso planeta llamado Tierra, ha tenido diversos avatares. En este siglo XXI se encuentra navegando en aguas tormentosas en frágil embarcación. Pareciera que va a la deriva, se ha perdido el control del timón.
La pandemia que estamos viviendo nos ha sacudido en el ámbito de la salud, economía, relaciones sociales y otros daños colaterales. Nos ha demostrado lo frágiles que somos, sin importar: poder, riqueza o pobreza.
Me impactó el comentario que hace Manuel Vicent en su artículo periodístico. El Punto azul, respecto al viaje del Voyager I en 1977. Cuando la nave se encontraba más retirada, más allá de la órbita de Plutón. Antes de su regreso fue orientada hacia la tierra, y ésta apareció como: una mota de polvo azul iluminada por el sol en medio de la oscuridad cósmica.
Es asombrosa la inmensidad del universo. Si el planeta Tierra es una mota de polvo azul, ¿qué somos sus habitantes? ¿Por qué esa constante amenaza de una destrucción masiva? Como la invasión de Rusia a Ucrania.
Los grandes descubrimientos debieran ser para el bienestar humano.
Por ahora, no se ha descubierto otro espacio con las condiciones propicias para la vida humana. Sin embargo: el poder, fanatismo, hambre e ignorancia, están destruyendo al hermoso planeta azul.
Esta pandemia nos ha enseñado que, no hay distingo de razas, estatus sociales y creencias. El ataque del Covid 19 se ha vestido de democracia.
Nuestro planeta es realmente bello, pródigo, nos nutre y mantiene adheridos a él, a través de esa fuerza magnética llamada gravedad terrestre. Cuidémoslo.
Es corto el tiempo de estancia en este mundo. Aprendamos a disfrutar este paraíso. Dejemos como legado el respeto y amor al planeta tierra. Así nuestra generación dejará señales de un buen caminar en el orbe.
Construyamos bienestar, no dejemos que los sentimientos de odio, envidia y venganza, dominen nuestras decisiones. Convivamos con nuestras soledades, conociéndonos más y disfrutemos de las cosas sencillas y bellas de la vida, que además son gratuitas: el trino de las aves al amanecer, un espectacular atardecer, una noche estrellada. La siempre enigmática lluvia de estrellas.
En la temporada de lluvias, atrevámonos a caminar bajo ella, aspirar el inigualable olor a tierra mojada.
El sonido de la lluvia lo he disfrutado en mis noches de soledad: mirando a través de la ventana, tomando un aromático café o bien degustando un delicioso tinto.
Ver llover y escuchar una canción, es evocar aquellos amores que tocaron la puerta de nuestro corazón, pero no era el tiempo para quedarse. Sin embargo, forman parte del acervo de nuestra historia de vida.
¿Quién no ha caminado bajo la lluvia con el ser amado tomados de la mano? Es una sensación en donde: la endorfina, serotonina y dopamina hacen de las suyas, formando un coctel de bienestar.
Es así, que los enamorados caminan bajo la lluvia sin sentirla. Él, todo un caballero, se quita la chamarra o el saco y lo pone en la espalda de su amada. Luego, ella, responde: nos cobijamos los dos, luego, abrazados a la cintura, andan con sus emociones. La lluvia se convierte en pequeñas gotas emocionales que hacen florecer al amor.
El sonido de la lluvia es capaz de despertar la creatividad, por ello existen canciones que forma parte del entramado amoroso. Quien no ha suspirado o cantado esa canción de Armando Manzanero.
La otra tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú.
Metafóricamente estamos bajo la misma lluvia, llámese: ciencia, tecnología, cultura, economía. Las buenas o malas decisiones nos impactan a todos en este mundo globalizado, en mínima o mayor proporción.
Unidos podremos salvarnos, aislados se complicará nuestra existencia. Trabajemos para que, en cada gota de esa lluvia, se encuentren las buenas intenciones y actitudes propositivas. Una esperanza renovada, considerando lo afortunados que somos porque aún estamos vivos.
Aprendamos una nueva forma de relacionarnos, dejemos buenas enseñanzas a nuestros hijos y nietos, así al pasar los años, esta pandemia la recordemos como un cuento de terror, pero que, a la vez movió nuestra conciencia, y aprendimos a ver al mundo con otros ojos: de la razón y la emoción.
Einstein, el gran físico matemático, amaba profundamente la música, en especial las sinfonías de Mozart. Ese amor musical lo inspiró en el trabajo científico.
Pocos días antes de morir dijo una frase que ha quedado registrada para la posteridad. El universo se rige por dos grandes fuerzas: el magnetismo y el amor.
Con esta fórmula podemos trascender, unamos esas fuerzas para salvar al planeta de nosotros mismos. Tratemos de caminar en paz por el mundo.
Teresita Balderas y Rico