domingo, diciembre 22, 2024

¿ACCIDENTAL O PREMEDITADO? – g.virginia SANCHEZ MORFIN

Durante 23 años, Francisco fue el chofer del camión en que se transportaban los medicamentos producidos en un reconocido laboratorio. En ese tiempo, se distinguió por su amabilidad, buena disposición y obligaciones cumplidas. 

Debido a su buen trato, se fue haciendo de conocidos y amigos, no sólo del personal del laboratorio, sino también entre los empleados de los clientes, sin importar si pertenecían a los departamentos de limpieza, almacén, compras, o si se trataba de los gerentes de las diferentes áreas y el director general.

Mensualmente, compraba paletitas de caramelo en el depósito de dulces del mercado cercano a su casa.  Su costumbre era entregar una a cada persona que lo atendía al hacer las entregas. La primera, sin variar, era para el encargado de registrar su entrada y anotar las placas del vehículo utilizado para la entrega. 

En el camión, siempre llevaba una bolsa de celofán con monedas de $10 pesos. Las destinaba para indigentes que durante su ruta se acercaban a pedirle “Una ayudita”.

Después de haber cumplido con las entregas del día, invariablemente tomaba la ruta que pasaba por la colonia Anáhuac en la Ciudad de México; sabía que en una esquina iba a encontrar a Paco en su silla de ruedas, vendiendo periódicos. 

Estacionaba el camión y bajaba a platicar con Paco, quien por unos diez minutos gozaba de la conversación con Francisco, mientras chupaba alegremente la paleta roja que le regalaba su amigo. 

Terminados los diez o hasta veinte minutos de la tan esperada plática, Francisco se acercaba más a la silla de ruedas y en el botecito que colgaba de ella, depositaba una de las monedas de $10 pesos. 

Si, por su trabajo, Francisco debía tomar alguna carretera, en cada caseta de cobro, regalaba una de las paletas de caramelo a la persona encargada de cobrar, acompañada de una sonrisa y un deseo de buen día. 

Por lo hasta aquí relatado, siempre pensé que todas las personas que lo conocían y lo querían, tarde o temprano le pagarían con la misma moneda si él lo necesitara. 

A lo largo de todos los años de trabajo, cuando había posibilidad, Francisco laboraba horas extras, pues se había propuesto ahorrar para tener tres camiones, ya que pensaba también incursionar en el negocio de mudanzas. 

Un día, cuando ya todos los empleados del laboratorio se habían retirado a descansar, vio que en el pasillo en que se encontraba la oficina del dueño y director del laboratorio, la luz permanecía prendida. 

Con cautela tocó a la puerta de su jefe y, para su sorpresa, él lo invitó a pasar y a tomar un café.  

Francisco llevaba varias semanas pensando en pedirle una cita, pues traía en mente pedir un préstamo para completar el enganche del primer camión que se había propuesto comprar.  

El director, con mucha atención, escuchó la petición y la propuesta de pago. En el momento en que Francisco terminó de exponer su idea, la respuesta fue: “Mañana por la tarde, pasa al departamento de personal a que te entreguen el cheque y firmes algunos documentos”.

De inmediato, al poner un pie fuera de la oficina, tomó el celular y llamó a su esposa para comunicarle la maravillosa noticia y pedirle que se arreglara porque en una hora pasaría por ella para celebrar, con una deliciosa cena en el restaurante que tanto les gustaba; en pocas ocasiones tenían oportunidad de ir, porque los precios eran un poco elevados.  

También citó a su hermano, con el que ya había estado platicando sus planes. Le propuso ser el encargado de manejar el camión y entre semana hacerse cargo de realizar las mudanzas que les fueran contratando.  Francisco lo sustituiría los sábados y domingos. 

Cenaron, platicaron, rieron y festejaron el logro de Francisco, que beneficiaría a los tres. 

Al paso de pocos años y del buen resultado que había rendido el negocio de las mudanzas, aprovechando que se acababa de jubilar y podía dedicarse a ser mudancero, adquirió una segunda unidad. También ayudó a su hermano a comprar el moderno camión en el que podría transportar casi todo el menaje de una casa. 

Había transcurrido una de las mejores épocas de su vida, cuando Francisco recibió una llamada de su hermano, pidiéndole que le prestara sus dos camiones, porque una señora a la que él conocía, le había solicitado hacerse cargo inmediatamente, de cambiar de casa la inmensa cantidad de muebles y objetos que poseía. 

Francisco ya estaba contratado para dar un servicio, por lo que ponderó si no era arriesgado prestar sus dos unidades, un día antes de su compromiso con un antiguo cliente.

Una vez más, su buen corazón y deseo de ayudar a todo mundo, aún más tratándose de su hermano… accedió. Juntos, durante horas subieron, bajaron y cargaron hasta vaciar la inmensa casa de la clienta del hermano de Francisco.

Queriendo avisar que ya se dirigirían al domicilio en que debían descargar, hablaron al celular de la señora que los había contratado y que hacía varias horas se había desaparecido. Para su inmensa sorpresa, la contratante les comunicó que tenía un gran problema y que los muebles se quedarían guardados en los tres camiones durante tres días. 

Han pasado dos meses y la señora no les ha pagado el importe de la mudanza, tampoco la renta de los días que ha utilizado las unidades como bodega. 

El gran daño colateral para Francisco y su hermano, es que mientras estén ocupados los camiones, no se pueden comprometer a brindar otros servicios.  Al no tener ingresos, no les es posible pagar un abogado. 

La susodicha señora, un día si y al otro también, les promete pagar el importe de la mudanza y de los días que ha tenido embodegados sus bienes en los camiones. 

Tú, amable lector, ¿qué opinas de este extraño caso?, ¿crees que está situación fue premeditada?

g.virginiasm@yahoo.com

@gvirginiaSM 

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