Damas y Caballeros
Por: Araceli Ardón
Armando Birlain Schäfler
Su legado
Quienes tuvimos la dicha de conocer a don Armando pudimos aprender de su ejemplo, al escuchar sus consejos. Tenía una mirada brillante y una sonrisa contagiosa.
Aunque el apellido Birlain tiene su origen en Irlanda, Julián Birlain, su padre, era catalán, nacido en Lloret de Mar, un pueblo mediterráneo cerca de Barcelona.
Alvina Schäfler, su madre, de origen alemán, era una joven con disciplina y fortaleza interior. Su familia emigró de Alemania hacia Venezuela y luego a Mérida, Yucatán, donde ella vivió la infancia.
Alvina cautivó al joven Julián Birlain cuando se conocieron en Cuernavaca y se casaron luego de un noviazgo tradicional. Él había emigrado de España durante la Primera Guerra Mundial, y arribó a México en calidad de refugiado. Tuvieron tres hijos varones: Armando, quien nació el 18 de octubre de 1925 en la Ciudad de México, Alberto y Julián.
La familia se estableció en Cuernavaca en tiempos difíciles. Armando tuvo que trabajar desde los nueve años. “Siendo niño, me di cuenta de que cuando hacía calor, las personas no esperaban a llegar a casa para refrescarse. Se me ocurrió vender raspados de hielo. Yo compraba los jarabes en un negocio especializado: los sabores eran tamarindo, fresa, limón, mango y durazno”.
Hablaba de sus raspados como si fueran un gran negocio, le enorgullecía su primera fuente de ingresos. Siempre conservó la herramienta con que trabajaba los bloques de hielo: una navaja que corta la superficie adosada a una caja que recoge el hielo, que se sirve en un cucurucho o barquillo, empapada del jarabe.

Más tarde, la familia se estableció en la Ciudad de México. Siendo adolescente, Armando habría querido estudiar medicina, pero las condiciones no eran propicias. Tenía que estudiar y trabajar al mismo tiempo. Estudió en la Escuela Bancaria y Comercial. A los diecinueve años era un muchacho inteligente y apuesto que había conseguido una plaza de bell boy en el First National City Bank. Ahí conoció a Mercedes Noris, hermosa secretaria bilingüe.
Él laboraba en el banco por las mañanas, donde fue ascendiendo. Por la tarde y noche, asistía a la escuela. Luego de un noviazgo de siete meses, Mercedes y Armando contrajeron matrimonio el 30 de abril de 1951, para toda la vida.
Recién casado, el joven Armando empezó a comprar remanentes de imprentas y periódicos. En los rollos de papel que alimentaban las rotativas quedaba una merma, porque se alcanzaba un punto en que el rollo tenía muy poco papel y atoraba la prensa. Él compraba los rollos, los cortaba con guillotina y hacía paquetes de cien hojas tamaño carta, para las papelerías.
El día de su boda, el padre de la novia les entregó 25 centenarios, y con ese capital instalaron la Imprenta Birlain, en un pequeño garaje de la colonia Obrera. Imprimían juegos de mesa para niños y grandes, como loterías o serpientes y escaleras. Con alma y empuje de empresario, Birlain Schäfler aprovechó las oportunidades que le presentó la vida para fundar una fábrica en un lote ubicado en Poniente 134 # 502, en la colonia Industrial Vallejo. Esa empresa se fue ampliando hasta ocupar toda la cuadra.
De esta industria a la última de la serie hubo un crecimiento espectacular. Don Armando Birlain fue uno de los grandes empresarios de las artes gráficas en el país. Eligió Querétaro para vivir con su familia e instalar una de sus fábricas, Envases Plegadizos Gamma. Su día laboral comenzaba a las siete de la mañana y terminaba a las diez de la noche. Amaba a México, trabajaba con ahínco pensando en su patria. Al morir, tenía en mente una campaña de motivación a los jóvenes que podría transformar sus vidas.
Sus empresas sufrieron los embates de la debacle económica que inició en diciembre de 1994, ya que enfrentaban deudas en moneda extranjera, imposibles de pagar. Don Armando podría haber dejado de pagar sus compromisos, como hicieron varios industriales, pero enfrentó la situación con valor y honradez.
Logró registrar dos patentes mundiales en el sistema de impresión offset, gracias a la invención de una placa metálica para imprenta.
Dice el doctor Enrique Burgos García: “Lo recuerdo con mucha claridad, un mexicano comprometido con su país y con su familia, de estilo personal amable, pero al propio tiempo, ordenado y disciplinado. Su estancia en Querétaro fue constructiva, no sólo en función de su actividad empresarial o familiar. Lo fue también en su compromiso social con el medio y espacio que lo recibió en esta tierra prócer. Contribuyó de manera determinante a través de una estructura del gobierno y de la sociedad denominada Consejos de Participación Ciudadana, en los que su orientación y trabajo, fueron de gran significación”.
Enamorado de la historia, don Armando adquirió la primera prensa que llegó a la Nueva España, perteneciente a un impresor llamado Juan Pablos. Fue coleccionista de aparatos, sellos y artefactos, pasión que trasmitió a sus hijos y nietos, que abrieron al público el 24 de junio de 2011 el Museo Nacional de las Artes Gráficas, ubicado en la calle Pasteur #40, que exhibió cerca de dos mil piezas de gran valor histórico, incluyendo grabados originales de Manuel Manilla y J. Guadalupe Posada. El museo ofrecía talleres y cursos al público. Los altos costos de operación obligaron a cerrar el recinto.
Una importante avenida del Centro Sur, en la ciudad de Querétaro, lleva su nombre, para reconocer su labor filantrópica en la fundación del Hospital del Niño Quemado. Fue uno de los fundadores del Centro de Enseñanza Técnica e Industrial, donde los alumnos estudian el principio del deslizamiento a través del campo magnético, multiplicando la velocidad de los trenes.
Recuerda el doctor Burgos García: “Fue un hombre que construía y honraba la amistad. Recuerdo con mucha claridad, la cercanía y aprecio que guardaba con el doctor Ignacio Burgoa Orihuela, destacadísimo jurista a quien tuve el honor de tener como profesor de la cátedra de Amparo. Tuve el privilegio de compartir en la casa de don Armando algunas reuniones que verdaderamente eran amenas y aleccionadoras”.
Don Armando y doña Mercedes tuvieron cinco hijos: Armando, ingeniero químico; Mercedes, ginecóloga y obstetra; Joaquín, quien vive en España; Carlos, quien estudió administración de empresas y trabajó al lado de su padre; y Eduardo, quien se dedica al comercio internacional.
Con el fin de negociar los préstamos adquiridos, el 9 de septiembre de 1996 inició un viaje a la Ciudad de México acompañado de su hijo Carlos, y en la autopista 57 sufrió el accidente de automóvil que cobró su vida.
En la urna que contiene sus cenizas, su esposa y sus hijos colocaron su primer raspador de hielo, como una metáfora de su amor al trabajo y su entrega a las mejores causas.