Cosas que no podemos explicar 2 – Teresita Balderas y Rico

0
262

Qué rápido pasa el tiempo, llegó la fecha para la reunión donde Tamara, Lupita, y yo, continuaremos narrando sucesos que nos parecen misteriosos, y no podemos dar una explicación asertiva. Habíamos acordado que, a Tamara correspondería la siguiente narrativa, y los acuerdos hay que respetarlos.

─Con todos mis años a cuestas no he podido explícame ese suceso. ─dijo con seriedad Tamara y conociendo su carácter bullanguero dilucidamos que era algo muy importante para ella.

Tamara dio unos sorbos a su humeante café, con un profundo suspiro empezó su narrativa.

─No recuerdo con exactitud qué edad tenía, tal vez siete u ocho años. cuando esta historia nació. Mi madre tuvo una enfermedad que solo en la ciudad de México podrían tratarla, ahí vivían dos de mis hermanas una casada y otra soltera, ambas se hicieron cargo de ella, ─pocas veces he visto a Tamara narrar un evento con tanta vehemencia.

En Querétaro al cuidado de mi padre, estábamos tres chiquillos, un niño de nueve años, una niña de cinco y yo. Mi papá salía temprano a trabajar y regresaba muy tarde casi de noche, nos traía lo que encontraba a esa hora: atole, pan o algunos tacos. No eran suficiente para satisfacer el hambre que teníamos.

Una buena vecina se enteró de nuestra situación y me enseñó a cocinar. Aprendí a hacer sopa de pasta, caldos, carnitas, chicharrón y longaniza con salsa de molcajete. Me sentía la mamá de los pollitos, porque mis hermanos dejaron de hacerme travesuras sin decirlo, agradecían tener la comida segura. A mi papá lo veía más tranquilo, al saber que sus hijos estaban bien.

Cierto día, tenía carnitas que había comprado en el mercado, las guisaría con salsa de chile verde con jitomate. Unos frijoles fritos para complementar el almuerzo, cuando iba a prender el fogón me enteré que no tenía cerillos, teníamos hambre.  Mi hermanita y yo, fuimos a comprar cerillos a una tiendita que estaba a cuadra y media de nuestra casa. Tal vez nos tardamos diez minutos en regresar.

Al entrar a la cocina encontramos el almuerzo hecho. El molcajete con las huellas de la salsa las carnitas estaban bien sazonadas, los frijoles fritos, los leños casi terminados de arder. El proceso para ese guisado requiere de un tiempo mínimo de una hora y media. Nosotras solo tardamos diez minutos, no era posible que alguien se hubiera metido a la casa y guisarlo tan rápido, va en contra de la naturaleza.

Nos asustamos mucho y corrimos a la casa de doña Porfiria, nuestra bondadosa vecina, gritábamos y llorábamos. Ella preparaba el almuerzo para su esposo, al vernos se asustó un poco.

─¿Qué les pasa niñas? ¿por qué lloran tanto? ─ tomó un pañuelito para limpiarnos las lágrimas y la nariz.

Con palabras entre cortadas le comentamos cada detalle de lo que había sucedido. Quedó unos instantes pensativa para luego decirnos.

─ No se espanten, como ustedes están solitas y son niñas buenas, la virgencita como premio a su buen comportamiento, vino a preparar su almuerzo, ya no lloren, regresen a su casa contentas a comer los ricos guisados ─dijo enfática doña Porfis

Estaba haciendo tortillas, a cada una nos hizo un taquito con sal. Mientras los preparaba observé que ella llevaría a su esposo un almuerzo similar al de nosotras, solo que el de ella, era de chicharrón.

─ Huele muy sabroso su almuerzo doña Porfi, ¿cuánto se tardó en hacerlo?

─como dos horas, los leños no querían prender ─dijo con franqueza.

Regresamos felices a casa a comer el almuerzo hecho por la virgencita, nuestro hermano nos esperaba.

─Saben chicas, cuando estudiamos química y física en la secundaria. comprobé que, no era posible que en los diez minutos que tardamos en ir y regresar de la tienda, estuviera preparado el almuerzo, ─dijo enfática Tamara.

─Te corresponde contar tu anécdota, Sofía, intervino Lupita.

─ En ocasiones me suceden cosas muy raras. En este siglo XXI a partir del 2009, cuando a las 19 horas regresaba a mi casa de mi trabajo en San Juan del Río, me sentaba a descansar en un sillón. Cierto día vi pasar la sombra de alguien por la cocina, creí que era mi esposo, pero él, salía a las veinte horas, luego pensé que imaginaba cosas porque estaba muy cansada. Olvidé el asunto.

─ ¡Qué miedo! ─expresó Lupita.

─Dos semanas después se repitió el mismo fenómeno. A esa hora estaba sola, en principio sentía cierta inquietud, después me fui acostumbrando a su presencia. Solo veía el halo, por la altura de éste, infiero que era hombre cuando estuvo en este espacio terrenal.

Siempre pasaba de norte a sur, en ocasiones una vez por semana, en otras dos o tres veces. También tenía pausas largas sin pasar por mi cocina, un mes o dos. 

Empecé a extrañarlo, cuando este espíritu visitaba mi casa, dejaba en ella energía buena, me sentía feliz.

La aparición era siempre de la misma forma, hacia que volteara a ver su halo, entonces le decía: Dios te bendiga y pronto termines tu misión que él te haya dado.

Infiero que era un alma buena, porque dejaba a su paso un remanso de paz, jamás sentí miedo, me sentía protegida a su paso. Durante dos años se dio este suceso.

Dios te bendiga, y pronto termines tu misión, gracias por elegir este camino, me acostumbré a decirle. Cuando dejó de pasar lo extrañé.

Soy creyente, pienso que esa alma purificada está en un buen lugar.

 ─¿En realidad te pasó eso? Yo hubiera salido gritando ─ expresó Tamara.

─No lo puedo creer ─dijo Lupita.

En el transcurso de nuestra vida, chicas, suceden eventos que no podemos explicarnos. Solo los vivimos.