Ninguno de los reconocidos lideres religiosos, ni Confucio, ni Mahoma, ni Buda, ni Moisés, han declarado ser Dios. La única excepción es Jesucristo. No solo declaro ser Dios, sino que lo demostró y convenció a muchísima gente de su época y a través de los siglos.
La causa principal que condujo a su sentencia y ejecución fueron sus afirmaciones de que Él era Dios. Jesús recibió la adoración como Dios y la aceptó. En contraste, ni los discípulos, ni los ángeles aceptaron adoración.
El profeta Isaías declaró: Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. (Isaías 9:6)
Además, Jesús fue anunciado por los ángeles con estos títulos: Emanuel (que significa “Dios con nosotros”), Hijo del Altísimo,
Salvador, Cristo el Señor, etc.
El Antiguo Testamento está lleno de profecías acerca de la venida del Mesías, Dios mismo, quién vendría a liberar al pueblo del pecado y sus consecuencias. Jesús declaró que Él era el Mesías y que en Él se estaban cumpliendo todas esas profecías. Esta es una tremenda afirmación que no cualquiera puede hacer, puesto que el cumplimiento de las profecías no está en las manos de las personas sino de Dios, es decir, cualquiera que quisiese hacerse pasar por el Mesías estaría muy lejos de sus manos hacer que todas las profecías se cumplieran en él, empezando por el lugar y tiempo del nacimiento de la persona.
Hay más de 300 profecías mesiánicas del Antiguo Testamento cumplidas en Jesús. Esto es una evidencia racional e indiscutible de su deidad. Si Él no fuera Dios, sería absolutamente imposible que todas estas profecías se hubieran cumplido en Él.
Por otra parte, la identidad de Jesús no se basa únicamente en lo que dice, sino en lo que hace. Y Él nos ha dejado una gran cantidad de evidencia de que es Dios. Esa evidencia incluye, además del cumplimiento de las profecías, los muchos milagros y sanidades registrados, sus inigualables enseñanzas y a que vivió una vida sin pecado, algo que nadie más ha hecho jamás.
La evidencia definitiva de su divinidad fue su resurrección de entre los muertos, después de su muerte en la cruz. Nadie más ha resucitado de entre los muertos por su cuenta.
Todo esto nos garantiza que, al creer en Él, tendremos perdón de pecados y vida eterna con Él. Jesús es Dios, está vivo, te ama y quiere salvarte del castigo eterno. Acércate y confía en Jesús.
Pastor Jorge Cupido
@jorgecupidoqro
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