viernes, octubre 18, 2024

Los colores y sabores del amor – Teresita Balderas y Rico

Amor, palabra suave de dulce pronunciación, pero de fuerza comparable a la erupción de un volcán.

¿Qué es el amor? Todos hablamos de él. ¿Sabemos qué es? Hemos sido amados y hemos amado; sin embargo, es un dilema hablar del amor por lo que implica vivirlo. 

El amor puede ser tan frágil cual gota de rocío en un diamantino amanecer, es la ternura que arropa cuerpo y mente ante la sonrisa infantil.

Amor es asombrarse cuando la mariposa sale de su capullo.

Amor es la fuerza guerrera ante el rescate de Helena de Troya, hija de Zeus.

Amor es la entrega espiritual y corpórea en los seres que se aman.

Amar es la capacidad y fuerza con que se ha dotado a la humanidad en el transcurso de su vida terrenal.

Este sentimiento se concibe también, como la explosión de emociones que mueven todas las fibras del ser. El humano, entonces, se fortalece y se considera único; pieza importante en el engranaje como parte del universo, en el entendido de que estamos hechos con los mismos elementos que existen en él. Ante este argumento, somos polvo de estrellas. 

El amor es fuerza invencible, que mueve a las masas, para la paz o para la guerra. Por amor se ha escrito la historia de la humanidad. 

Cierto es que para el amor no hay edad. Tengo un nieto de nueve años, que afirma estar enamorado y conozco una pareja de ochenta que son novios, porque a ellos los ha atrapado el amor.

El amor tiene sus colores y sabores. En la etapa del enamoramiento, la vida se ve en rosa o en tonos pastel. Al estar enamorado, la vida se transforma en luminoso arcoíris. Cuando se ama, todo es dulzura, podríamos decir que el amor tiene sabor a miel, pero en los celos y desacuerdos, es amargo como el ajenjo, planta medicinal.

El amor es multifacético e importante, se presenta en diversas clases: 

Amor espiritual: se acerca a la divinidad sacrosanta. 

Amor al prójimo: la bondad permea las acciones, nace la empatía por los seres que necesitan de nuestro apoyo.

Amor conyugal: pasión, ternura, comprensión, acuerdos en la toma de decisiones de la pareja, en aras de formar el hogar soñado. 

Amor al arte: defensa y admiración a las bellas artes. En ellas encontramos paz y armonía estética, un tónico para nuestro espíritu.

Amor a la patria, a la Madre Tierra, superficie física de nuestro amado país, México, al que pertenecemos por haber nacido en él o por haber obtenido la nacionalidad mexicana. 

Amor a la ciencia, cuyos adelantos han creado antídotos, fármacos, que han incidido en la prolongación de los años de vida. La lista sería interminable. Lo significativo en este sentimiento, es su inherencia, al ser humano. Amar es una de las misiones en esta vida.

¿Quién no recuerda su primer amor? Ese sentimiento que sublima, envuelve y adormece los sentidos. Emoción que permite sentirse el ser más afortunado y feliz del planeta. Cuando llega la noche, se duerme pensando en la persona amada y el despertar es alegre, dichoso, porque el amante volverá a ver a la persona que ama.

Hablando de ese primer amor, llega a mi mente el recuerdo de Aureliano, un novio que tuve cuando tenía catorce años. Era un jovencito guapo, de dieciséis: alto, delgado, piel morena clara, grandes ojos verdes, con largas y tupidas pestañas. Era tierno y romántico, como un caballero de cuentos de hadas. 

Seleccionaba con cuidado las palabras cuando conversábamos. Él fue para mí Don Quijote y yo su Dulcinea.  

Pedía permiso para tomar mi mano. Ese amor fue la inocencia pura, la ternura hecha realidad. Sólo nos veíamos en la escuela a la hora del recreo, o cuando iba a dejar a mis sobrinos al preescolar. En diciembre de 1961, me regaló una revista con dos historias navideñas que aún conservo. El noviazgo terminó con el año escolar.

Entré a la secundaria y él se cambió de ciudad, se fue al estado de Guanajuato. Su padre era militar, a ese lugar fue asignado. En octubre de 1962, con motivo de mi onomástico, me envió una carta para felicitarme: fue la última vez que tuve noticias de él. Jamás he vuelto a saber de su existencia. Deseo que haya formado una linda familia y que viva feliz, rodeado de sus nietos. 

Otros amores llegaron a mi vida por breve tiempo, solo hicieron una pausa para emprender el vuelo hacia el paraje prometido.

El gran amor llegó a mi vida cuando estaba concentrada en los estudios y en el trabajo. No lo esperaba, mas, al verlo por primera vez; algo se despertó en mi ser. Lo percibí como si fuera el faro de luz que ilumina la ruta del barco para no encallar, y pueda llegar a puerto seguro. 

Cuando la nave se acercó al muelle, descendieron sus pasajeros, él venía al final.  Se paró un momento, observó a quienes en el muelle, daban la bienvenida a los recién llegados. Buscaba a alguien sin saber a quién, de pronto me descubrió y me sonrió, yo le correspondí. Extendió sus brazos, le tendí la mano, él la apretó. Fue un lenguaje visual, no fue necesario hablar. Entendimos nuestras emociones y empezamos a caminar juntos.  

Podría decir, con Violeta Parra: “Gracias a la vida que me ha dado tanto”

Me ha dado la marcha de mis pies cansados

con ellos anduve ciudades y llanos 

playas y desiertos

montañas y valles

Los pies se han cansado, pero la marcha continúa, al lado de Miguel. 

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