Nos encontramos en este mundo rodeados de mucha gente, dentro de nuestro grupo social de pronto nos encontramos con personas brillantes, personas que tienen algo que enseñarnos y aportar algo en nuestra vida. Saber reconocer en los demás que son mejores que nosotros en alguna u otra cosa es un trabajo de humildad que te hace ser mejor por el simple hecho de aceptarlo dejando el egoísmo y orgullo de lado. Aprender a conocernos y aceptar que somos hábiles para ciertas cosas pero también poco ágiles en otras, nos facilita la adaptación en una sociedad en la que todos somos diferentes y que tenemos características únicas. Todos somos valiosos y es importante aprender a reconocerlo desde pequeños; todos tenemos o hacemos cosas admirables, algo que los demás podrían aplaudir o felicitar, de no ser porque a veces la envidia ciega los ojos de las personas y caemos en competencias que no llevan a nada bueno. No nos permitamos caer en hacer lo mismo con los demás y hagamos saber a las personas que los admiramos en algo. La admiración comienza hacia nuestros padres, pero también hacia nuestros hermanos y amigos. Desarrollemos en nuestros hijos la capacidad de admirar a los que tienen cerca, empezando en casa con sus hermanos, con las personas que nos ayudan en las labores domésticas, con nuestros amigos y conocidos, primos y demás familiares. El amor hacia ti y a lo que te rodea te permite ver en los demás lo maravilloso de su Ser y te brinda la paz para descubrir que nadie es igual y que todos somos dignos de admiración. Como padres tenemos la responsabilidad de formar personas de bien, que sean capaces de ver en los demás las cualidades, sin tratar de opacarlas, copiarlas o minimizarlas, sino por el contrario de reconocerlas, aplaudirlas y festejarlas.
«Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y éste es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz.» María Montessori.