Cuando estaba en la universidad, teníamos un gran maestro el que, cuando había examen, nos decía al principio, “yo voy a estar aquí sentado, pueden copiar si gustan, pero al que yo agarre copiando está reprobado. Cuando lo vea, me voy a parar y escribir en el pizarrón YA TE VI, pero no voy a decir a quien. Al final, cuando entregue su examen, le voy a decir que está reprobado.”
Cierto día de examen, dos de mis amigos y yo no habíamos estudiado lo suficiente para el examen y nos pusimos alegremente a copiarnos entre nosotros, cosa que, por supuesto, no recomiendo a ningún estudiante. Mientras nos copiábamos, el maestro se levantó y escribió en el pizarrón YA TE VI y se volvió a sentar.
Para colmo, los 3 nos paramos al mismo tiempo para entregar el examen y cuando llegamos a su escritorio nos dijo: “los tres copiaron, están reprobados, tienen 5 de calificación”. Un amigo y yo empezamos a discutirle al maestro que no habíamos copiado, pero el tercer amigo bajó la cabeza y dijo: “si maestro, reconozco que copie, le pido perdón.” El maestro lo miró y le dijo: por su honestidad tiene 6. Mi otro amigo y yo nos miramos y le dijimos, “si maestro, nosotros también reconocemos que copiamos”, a ver si se compadecía de nosotros. El maestro se atacó de risa y nos dijo: “sinvergüenzas, ándenle pues, también tienen 6.”
Por eso es el titulo de “YA TE VI”, que es cuando alguien se da cuenta de que otra persona está haciendo algo malo. Hay gente que lo dice: YA TE VI y te acusan de todo lo malo que has hecho, real o imaginario. Se les llena la boca de acusarte y condenarte como si el que lo hace fuera perfecto y no hubiera de que acusarlo y condenarlo. ¿Le ha tocado? Y no estoy diciendo que esté bien que hagamos cosas malas, lo que quiero decir es que está mal acusar y condenar a otros.
En la Biblia hay un pasaje que narra como unos religiosos llevaron ante Jesús a una mujer sorprendida en adulterio y le dijeron: “La ley de Moisés manda apedrearla, ¿tú qué dices?” Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo. Luego, se incorporó y les dijo: “Muy bien, pero el que nunca haya pecado que tire la primera piedra”. Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo. Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer. Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ni uno de ellos te condenó?” “Ni uno, Señor —dijo ella”. “Yo tampoco, le dijo Jesús, vete y no peques más.»
Que cosa tan terrible es que un pecador caiga en manos de otro pecador, porque se ensaña con él. Los ciegos a sus propias fallas son terribles con las fallas de otros. La Biblia dice: No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. (Mateo 7:1)
Si juzgas a los demás, estás clamando para que Dios te juzgue a ti. Y no te conviene.
Ahora, no juzgar a otros no significa que estemos de acuerdo con lo malo, ni tampoco que le digamos bueno a lo malo, ni que no nos opongamos a lo malo. Se refiere a que no juzguemos a otros hipócritamente, como si nosotros no tuviéramos cola que nos pisen.
La Biblia dice que la consecuencia del pecado es la muerte eterna, es decir, la condenación en sufrimiento eterno. Pero también dice que Jesús ya pagó en la cruz por ello, para que todos los que en Él crean sean perdonados y tengan la vida eterna.
Pastor Jorge Cupido
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