G. Virginia es una mujer que ha llegado felizmente a la tercera edad, acompañada de su niña interior. Una dualidad que le ha permitido ser una persona feliz y con un inmenso apego a la vida (a pesar de los momentos difíciles), por lo que procura vivir enteramente cada día, siempre brindando lo mejor de sí para otras personas y, por supuesto, también para ella misma.
Es una mujer que se construyó entré los fuertes castigos de sus padres y también de su amor. Moldeada por lo los momentos en que estuvo parada al borde del precipicio, a veces siendo empujada por las circunstancias y, otras, por transitar en nuevos caminos; y por su rebeldía ante los actos incorrectos e injustos, sin importar el precio a pagar.
Que ha encontrado gozos y alegrías en la naturaleza, que tiene tantos paisajes y en tantos lugares, (como los inigualables y siempre diferentes cielos de Querétaro), en las caminatas matutinas, en darles alpiste a los pajaritos que, desde las siete de la mañana andan reclamando por su desayuno. Disfruta del aire fresco, del olor a tierra húmeda del campo, de acariciar a los perros que están siendo paseados por sus dueños, ¡incluso tiene una favorita! Una schnauzer llamada Fibi.
Ama ver a su hijo, Leonardo (convertido ya en un hombre alto y fornido) dándole migajas de pan a las filas de hormigas que ya tiene detectadas.
Disfruta enormemente de cocinar, momento en el que siempre puede perderse en sus recuerdos. Siendo, quizá, el más recurrente el cómo, para evitar el castigo impensable de sus padres, una madrugada se salió de su casa, aun cuando no sabía preparar ni una ensalada ni una sopa de fideos. Recordando después la ausencia de ambos en su boda, en el nacimiento de su hijo y, posteriormente, el de su hija Yleana; todo porque Virginia se casó contra su voluntad (de sus padres).
Como mujer casada, tuvo que dividir su tiempo entre el trabajo y la casa, un papel en el que no tenía ayuda, pues no podía recurrir a su madre para servirse de su experiencia, para preguntarle sus recetas y sus ricos platillos. Debió aprender por su cuenta a cocinar, y lo consiguió, comprando cada edición de la revista Cocina Fácil.
Virginia, pudo demostrarle todo su cariño a su esposo con platillos que pudiera disfrutar al comer. Incluso, al día de hoy, uno de sus mayores placeres sigue siendo cocinar y organizar reuniones en su casa con grandes grupos de amigos (no se aceptan menos de diez integrantes). Y, aunque ha tenido éxito en la mayoría, sino es que en todas ellas, sigue sin estar segura si se debe a la comida o a que siempre busca realizarlas entre personas que comparten temas en común.
Pero ya no está acompañada de José Luis, estuvo casada con él y sus papás (sí, también con ellos) por 22 años antes de separarse. La recta final de su relación llegó una noche en la que, después de numerosos intentos por arreglar la desastrosa situación entre ellos, Virginia le exigió que se fuera de la casa, pidiéndole solamente que los mantuviera por medio año más; con la ayuda de Dios, no tenía deudas de que saldría adelante junto a sus hijos. Y no se equivocó.
Virginia pasó de ser asistente de directora de un banco a ser docente Montessori, a tener una escuela durante una década, ser dueña de una empresa de Relaciones Públicas y Publicidad, dedicada organizar eventos corporativos magnos y contar con clientes de grandes empresas nacionales y extranjeras.
Pudo saltar de comer pan tostado con chipotle untado, porque no tenían dinero para más (en su primer año de matrimonio), a comer en los mejores restaurantes de México y Europa en compañía de José Luis (no es que su éxito dependiera de su soltería, lo fue ganando poco a poco), Leonardo e Yleana; de pasar de viajar en camiones de segunda clase a tener la oportunidad de viajar en el Concorde.
Tiempo después de su divorcio, estaba convencida de no volver al matrimonio, conoció y salió con hombres extranjeros y nacionales. Pero hace cuatro años contrajo nupcias con Luis, para quien Virginia era la cuarta esposa. Esta vida de compañerismo sólo pudo durar año y medio, y no porque alguno decidiera romper su vínculo, sino por la muerte de Luis, quien sufrió durante meses de forma indescriptible.
Con esas experiencias en su espalda y hombros, Virginia es una mujer convencida de que la vida presenta oportunidades disfrazadas de problemas, sólo hay que aprender a sobrellevarlos, a convertirlos en los escalones necesarios para subir un piso más en esta vida que se nos ha otorgado; y que, si uno tiene la motivación, se logra el objetivo.
No dispuesta a ceder ni estancarse, estudió Logoterapia por cuatro años y, desde hace ocho, tiene el privilegio de brindar terapia, de empoderar a las personas y hacerlas ver sus posibilidades para salir adelante. Una de sus bendiciones es el poder, desde varias áreas, ayudar a las personas, sin importar quiénes sean, porque está convencida que obtiene más el que da, que el que recibe.
Y uno de sus privilegios más grandes es pertenecer a dos Grupos Rotarios, como socia honoraria en uno de la CDMX y como socia activa en el Club Rotario Jurica.
Actualmente está estudiando escritura y redacción con la mejor maestra de Querétaro, con la ilusión de escribir y publicar su primer libro. Eso sí, puede decir que ya tuvo la oportunidad de escribir mensualmente tres diferentes cómics para la Editorial Novaro.
G. Virginia SM puede decir orgullosa que disfruta de su familia, de sus amigos, de sus actividades, y que está a punto de enfrentarse a otro vuelco que le ha preparado la vida… sólo queda por verse en que resultará.