Un enemigo de día y otro de noche – Virginia Sánchez Morfín

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Hace diez años conocí a Linda, cuya familia llegó a México hace ochenta años, proveniente de Bielorrusia.

Linda hace honor a su nombre… es tan bonita y frágil como una muñeca de porcelana y siempre está dispuesta a ayudar a quien necesita y recurre a ella. 

Por muchos años habitó, en una inmensa mansión ubicada en la exclusiva avenida Reforma de la Ciudad de México. 

Esta residencia consta de ocho inmensas habitaciones con baño y la recámara principal con alberca… ¡no jacuzzi!, dos salas, desayunador y un comedor, dos terrazas y otras instalaciones, estacionamiento para seis autos y un jardín al que se le podría llamar parque. 

Cuando la conocí, ya estaba divorciada y sus cuatro hijos casados, por lo que vivía sola tranquilamente.

 El personal de servicio, al atardecer, se retiraba a sus casas, incluyendo algunas veces a Fermín, el chofer. 

¡Nunca imaginó la historia de terror, pero real, que estaba por vivir! Sus enemigos sigilosamente actuaban junto a ella. 

Es reportera de la sección de política para un importante periódico europeo. Pertenece a grupos de Rotarios y a otros de industriales y políticos. 

Puede ser tan madura como alguien que ha experimentado sufrimientos y satisfacciones por muchos años o tan inocente como un niño en edad preescolar.  La malicia no es una de sus características. 

Cuando ya habían transcurrido varios años de su divorcio, conoció a un importante empresario llamado Arturo, también divorciado. 

Comenzaron a asistir juntos a reuniones y a realizar algunos viajes. 

Se había hecho costumbre que Arturo llegara a las siete de la noche a la casa de Linda y a las once se retiraba a dormir a su lujoso departamento. 

Linda surtía los víveres para su casa, todos los sábados por la tarde. Su personal del aseo se retiraba a las dos después de haber comido, regresando el lunes por la mañana.

Linda había notado varías veces que, aunque fuera fin de semana y que la casa se quedaba sola, disminuía la comida guardada en el refrigerador. 

Una noche, buscó su cobertor eléctrico, pero no apareció. Linda pensó que se había equivocado de lugar al guardarlo la pasada vez que lo usó. 

Una noche que Linda y Arturo veían una película en la televisión de la recámara, a pesar de no haber nadie más en la casa, ambos tuvieron la sensación de que dos veces se había movido la palanca de la cerradura de la puerta, como si alguien tratara de entrar. No le dieron mayor importancia. 

Un sábado, estando en su casa, Linda comentó que comería en un restaurante con sus hijos y regresaría por la noche. Cuando estaba a pocos minutos de llegar a la cita, se dio cuenta de que había olvidado el celular, motivo por el que pidió al chofer que regresaran a su casa. 

Eran las cuatro de la tarde, hora en la que se suponía que las dos trabajadoras del hogar ya se habían retirado, pero ese día se le había hecho tarde a la cocinera, que apenas había terminado de bañarse. Cuando Fermín entró a la casa, para su sorpresa, la encontró aterrada, gritando por haberse encontrado de frente con un hombre dentro de la casa. 

Al escuchar los gritos, dos personas de seguridad de Arturo, que habían acompañado a Linda, entraron y detuvieron al hombre. 

Linda entró corriendo para saber qué pasaba y Fermín le explicó que ese hombre era el chofer de la casa de junto. Minutos después, llegó la policía a detenerlo. 

Antes de ser llevado a declarar, el detenido pidió ir a la última recámara a recoger su celular. Lo acompañó mi amiga, junto con un policía. Ahí encontraron platos con resto de comida del refrigerador de Linda, un sleeping bag (que también había desaparecido del closet de Linda) el cobertor eléctrico y varias cosas más. 

Al declarar esta persona, de nombre Ricardo, confesó que llevaba cuatro meses viviendo ahí porque su esposa lo había corrido de su casa. Aún así, y a pesar de no ser creíble… ¡La policía dictaminó que no podía quedar detenido, porque no había sustraído nada fuera de la casa!

Ricardo declaró que, como sabía la rutina y horarios de Linda, él, al terminar sus labores de chofer con el vecino, a través de una escalera portátil se brincaba la barda y entraba a la casa por la última puerta del jardín, que normalmente nadie usaba. 

También quedó asentado que de todo esto estaba enterado Fermín, quien le reportaba las actividades diarias de la casa. 

Ese sábado, Fermín no le había podido avisar que iban de regreso a casa, porque Linda venía sentada junto a él. 

Después de algunos días, Ricardo sí fue apresado, porque sucedió otro hecho increíble. 

g.virginiasm@yahoo.com