Haciendo un recuento de los años, y de los daños pandémicos, éstos convergen en un cúmulo de problemas colaterales, con los que lidiamos el andar de la vida cotidiana.
El fatídico 2020, año de pandemia y otras calamidades, ha lacerado la economía de millones de familias. El sector artístico ha sido uno de los más vulnerables. Los artistas que aman el arte y viven de él, requieren de exposiciones en donde los posibles compradores elijan una de sus obras. En estos tiempos, la mayoría de las ventas es virtual. Por fortuna, algunas galerías han abierto sus puertas.
Me gusta observar las obras de grandes y noveles pintores, sentir su textura sin tocarla, interpretar el mensaje del artista, imaginar el proceso de la obra, las emociones de su creador.
Ver una exposición a distancia, emociona a mis sentidos, sin llegar a mi alma.
Las bellas artes son expresiones que sintetizan las emociones del género humano, espíritu y alma subyacen en ellas. Incontables historias se han creado entre la literatura y el escritor, así también, en el binomio lienzo y pintor. El lugar donde pinta y los implementos del arte, se convierten en asiduos compañeros del artista.
Entre la narrativa literaria, y la propia de la pintura, sentí curiosidad de indagar un poco en la obra y vida de su autor. Busqué los libros de arte pictórico. A la vista estaba Vincent Van Gogh, uno de mis pintores favoritos. Este gran creador holandés me cautivó, invitándome a viajar en el tiempo cósmico hacia el siglo XIX.
Me sentía una intrusa, no había sido invitada, pero quise estar en ese lugar. Necesitaba ser testigo de ese encuentro histórico.
Estaba segura de que era él, no podía ser alguien más: esa gastada y amarillenta chaqueta, y el sombrero desparpajado, que se ponía cuando salía al campo, eran muy de su estilo.
Yacía sentado sobre el frío mármol. En pausas alzaba el rostro, mirando la bóveda celeste. Empezó a mover los labios, había iniciado un monólogo. Tal vez se había cansado de conversar con el apacible y prolongado silencio de la eternidad.
En ese monólogo, podría estar pensando en el arduo trabajo en las minas. Fue una desagradable experiencia considerando su frágil salud. También podría estar pensando en aquellos días, cuando convivió con los campesinos y conoció su miseria y bondad.
Recordaría que su estancia en ese lugar, que le permitió atrapar a los refulgentes tonos amarillos, cobrizos y naranjas, que aparecerían en sus obras trascendiendo los siglos.
¡Estaba sonriendo, fue increíble! Su gesto adusto se había dulcificado.
Se veía tranquilo y feliz, observando a su cielo estrellado, inmortalizado en uno de sus lienzos. Podría estar recordando las barcazas en la playa de Scheveningen, cuando fue a vivir a La Haya.
Sí, pienso que realmente estaba feliz.
Se levanta, debe poner la casa en orden. Recibirá una importante visita. La única persona que lo ha querido y apoyado en sus ideales. Mostrará sus nuevos óleos, el proceso empleado en mejorar su técnica. Ahora sus obras tienen más luz.
Su ilustre visitante se sentirá orgulloso de él.
Se mueve, veo que se retira, algo urgente tendrá que hacer. Esperaré un momento más, tal vez regrese.
El pintor fracasó como empleado en la galería, por tratar de convencer al cliente de llevarse la pintura que a él le gustaba, y no la que el comprador quería. El dueño, molesto, lo despidió. Su intento de predicador fue otro desastre. Y qué decir en sus relaciones amorosas y sociales, nunca pudo llevar algo a feliz término. Su mundo estaba en la pintura.
Vincent Van Gogh, pudo construir su libertad y crear su propio arte, para trascender los siglos.
¿Podrá enterarse de lo que sucede en este mundo del siglo XXI desde el eterno espacio cósmico? De ser así, sabrá perfectamente en donde están cada una de sus 900 pinturas, 1600 dibujos, 43 autorretratos y las 148 acuarelas.
¿Qué pensará al enterarse que El retrato de Joseph Roulin fue vendido en 111 millones de dólares? Qué ironía, tanto dinero pasando de una mano a otra, y él, no tuvo una mínima parte del producto de su ingenio.
Con tan solo un poco de esa danza de millones, en las grades subastas del mundo, habría tenido para disfrutar un suculento almuerzo, sustituyendo el duro pan con café durante todo el día.
¿Sabrá que fue un acierto pintar múltiples autorretratos? Uno de ellos fue subastado en 93,5 millones de dólares.
Tengo frío, es de madrugada. Sigo esperando, las horas pasan, el alba se acerca, escucho voces. ¡Ahí está él nuevamente! Ha cambiado su vestimenta, luce elegante. La gente sigue acercándose, es un cortejo. Ya comprendo, es quien esperaba, se escuchan oraciones, llantos, suspiros.
La ceremonia ha terminado, los familiares y amigos se retiran.
Me acerco a la tumba, hay un nombre en la placa de mármol: Theo.
La eternidad acoge a los hermanos. Tal vez sentados en el éter de los tiempos, de las noches estrelladas, o caminando en los veranos, de los intensos girasoles. comenten sobre aquellas cartas, que por años se escribieron.