viernes, marzo 29, 2024

Tommy y el abuelo Riky – Virginia Sánchez Morfin Capítulo 4

Esperanza no sabía que tomar más de dos tazas de café al día aumenta el riesgo de aborto espontáneo.  Ella tomaba cinco tazas diarias para mantenerse despierta por lo menos doce horas seguidas. El cansancio y el agotamiento que experimentaba, le provocaban querer dormir y dormir y dormir.  

A ese estado de somnolencia continua cooperaba Tommy, ya que, durante la noche, a él le gustaba estirarse y patalear con fuerza; por supuesto, estos movimientos despertaban a su mamá continuamente.   

Esperanza venía padeciendo desde hacía ya varios días de sangrado vaginal, por lo que su ginecólogo le recomendó un examen pélvico para comprobar si su útero ya había comenzado a dilatarse.  De todo este proceso, Tommy no se daba cuenta, ya que él continuaba desarrollándose cómodamente en ese ambiente cálido, sin sentir algún dolor o molestia. 

Esta realidad, regularmente, se repite a lo largo de la vida: “El hijo no se da cuenta de los sufrimientos de la madre”.

El volumen de la sirena de la ambulancia aumentaba notoriamente.  El tráfico era intenso; así es en las horas pico. Muchos de los ya desesperados conductores comenzaban a hacer sonar las estridentes bocinas de sus automóviles. 

El abuelo Riky, en comunicación emocional con su nieto, no soltaba su manita. De esa forma le transmitía tranquilidad, a pesar de que él mismo estaba alterado.   Le pidió a su nieto que lo acompañara a rezar, pues presentía que estaba sucediendo algo anormal, pero… nunca imaginó la tragedia que se avecinaba. 

Riky aprovechó esos minutos, o tal vez horas, que faltaban para llegar al hospital y pidió a Tommy que repitiera junto con él: “Padre nuestro, que estás aquí junto a nosotros, danos serenidad. Te pido que no haya contratiempos a la hora del parto, que Esperanza tenga fe en ti y afronte con aceptación lo que le toque vivir para que su muchachito venga a la vida sano y sin contratiempos. Que el parto psicoprofiláctico que ella eligió pensando en el bien de su nene, se lleve a cabo con buen resultado”. 

El abuelo rogó: “Señor mío, protege a Tommy, que no inicie su vida con sufrimiento, que su papá alcance a llegar para acompañar a Esperanza en el proceso y pueda vivir ese precioso e indescriptible momento de la llegada de Tommy a este mundo”.

Después de unos minutos, continuó hablando con su nieto: “Mi niño, te pido que nunca olvides que siempre, siempre, no importa cuántos años tengas, yo, tu abuelo, estaré junto a ti”.  

En ese momento, el bebé que había permanecido tranquilo, al escuchar tantos gritos, llanto y quejidos de la mamá, así como los fuertes ruidos que venían de la calle, comenzó a inquietarse, a hacer movimientos bruscos y a voltearse para ya salir de la que había sido su morada.

De pronto, cesó el silbido de la sirena de la ambulancia. Al fin, habían llegado al hospital, en donde ya los esperaba Rutilo, el papá de Tommy. 

Rápidamente, dos enfermeros condujeron a Esperanza a la sala de operaciones. Rutilo, sin soltar la mano de su esposa, aceleró el paso para permanecer junto a ella y estar presente a la hora del parto.  

El doctor, que con impaciencia daba instrucciones a los enfermeros sobre cómo debían acomodar a la paciente en la mesa de operaciones, después de auscultarla detalladamente, le dijo:  “Por lo que aprecio, el parto debe realizarse de inmediato, va a ser muy complicado y no podrá llevarse a cabo sin anestesia, como tú y tu marido tenían planeado. Por lo tanto, pido a tu marido que se retire del quirófano y espere en la sala”.

Mientras tanto, Riky y su nieto permanecían abrazados y temerosos dentro del vientre de Esperanza. Desde ahí, escuchaban los gritos de dolor y el llanto de la futura madre. 

El abuelo, que una vez más prometía acompañar y guiar a Tommy a lo largo de su existencia, presentía que la tragedia estaba por hacer su aparición. 

Esperanza, minutos antes de que le aplicaran la anestesia, con inmensa tristeza expresó: “Doctor, sin importar lo que pueda opinar mi marido, pido a usted que, si el parto se complicara y hubiera que elegir entre mi vida y la de mi hijo, sin excusas ni pretexto elija la de mi hijo”. 

El tiempo pasaba y el doctor continuaba en su lucha por llevar a cabo el parto con éxito tanto para la madre como para el hijo.

¿Lo logró?  

¿Vivió Esperanza?

Aquí les invito a ver y ser parte del complicado, pero maravilloso nacimiento con la bolsa amniótica íntegra, sin romper, con Tommy rodeado de líquido amniótico —tal como estuvo en el útero materno— en lo que se llama parto velado. 

@gvirginiaSM

g.virginiasm@yahoo.com

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