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Teresa Azuara, mujer de letras

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Damas y caballeros
Teresa Azuara, mujer de letras
Por: Araceli Ardón

María Teresa Azuara Sánchez, escritora y promotora cultural, nos dejó huérfanos de su palabra el martes 7 de agosto de 2012.

Tere nació en Ann Arbor, Michigan, de padres mexicanos, por lo cual mantuvo siempre la nacionalidad mexicana.

Era licenciada en Letras Inglesas por la UNAM. Al llegar a radicar a nuestra ciudad en los años ochenta, colaboró en la revista Ventana de Querétaro. En junio de 1987 publicamos una entrevista que realizó al escritor Federico Patán y que comenzaba así:

“Volver a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM es revivir toda esa gama de experiencias tan diversas que se viven en la mejor época de la vida: la de estudiante. El primer impacto es ese hormiguero de jóvenes vestidos de todos los colores y diferentes modas, hablando aquí de Kant, allá de Dos Passos, más allá discutiendo a Nietzche. Tenderetes de libros, discos y revistas, desde afuera hasta los corredores interiores; carteles con anuncios de conferencias, seminarios, cursos de todo tipo, hasta de Esperanto, que especialmente llamó mi atención. La hermosa fealdad del edificio, cada vez más contraído por innumerables cubículos, oficinas y ventanillas…”

Así como añoraba su época estudiantil en la ciudad de México, recordaba con gusto su estancia en Londres, donde estudió Literatura Inglesa. En esa urbe adquirió un elegante acento. Guardaba especial gratitud para su casera, que temprano por las mañanas le llevaba un té caliente hasta la cama para despertarla: “Teresa, it’s raining, for a change!” decía la señora, con risas espléndidas y rostro pícaro, para darle al mal tiempo buena cara. Tere siempre se sintió agradecida con sus padres por la oportunidad que le brindaron de estudiar, viajar y prepararse en las áreas que le interesaban.
Formó una familia con Manuel Mondragón, médico de profesión y su acompañante fiel. Juntos iban a los congresos de medicina, y también a las conferencias de literatura. Para Tere, lo más importante de la vida era la familia: sus hijos eran su gozo mayor. La recuerdo disfrutando de las tarjetas hechas por los niños cuando asistían al kínder: la dibujaban a colores, rodeada de corazones rojos. Se emocionaba hasta las lágrimas con esos retratos. De eso hace ya veinticinco años y estoy segura de que las cartitas seguirán guardadas en algún cajón de su casa.

Su último libro es un poemario titulado Divina desnudez. Hace años Tere había instalado su taller literario, “La Buhardilla” al fondo de una casona del siglo XVIII donde se rentaban estudios de artistas, en la calle 16 de Septiembre. En uno de los espacios hubo un curso de dibujo de cuerpo humano con modelo en vivo. Tere pidió entrar como testigo y se dedicó a observar las actividades de los pintores que deslizaban sus carboncillos sobre el papel, y también veía a los jóvenes desnudos que posaban con paciencia y gracia para los artistas.



De esa experiencia, la poeta produjo una serie de poemas como el siguiente:

El caballete apunta a las vigas descascaradas
en el deslavado amarillo del murete, tu atrevimiento,
los dibujantes estudian el ángulo
colocan lienzos, preparan lápices, carbones,
cruzas las piernas en el montículo de tu sexo.
En la serigrafía de Esquivel, Ícaro vuela
sobre las cúpulas de Querétaro.
Las alas de fuego se desploman en el horizonte…

Tere fue una de las fundadoras del Capítulo Querétaro de la Asociación Mundial de Mujeres Periodistas y Escritoras, que existe en nuestra ciudad desde enero de 1990; fue presidenta de este organismo en los años 1995-1996. Fue miembro de la Corresponsalía Querétaro del Seminario de Cultura Mexicana desde el año 2000 hasta el 2009.

Sentía un amor apasionado por las palabras, su magia y capacidad curativa; en el último correo electrónico que escribió, Tere nos dijo a sus amigos: “La literatura es una fuente inagotable de felicidad”.

Era una mujer bella, inteligente, talentosa, creativa, de espíritu emprendedor, que formó a sus hijos con amor intenso. Era una dama de rasgos finos, de modales delicados, siempre cordial y amable.
En sus últimos años, fue productora y conductora de un programa de Radio UAQ dedicado a la literatura, titulado Yo soy mi casa. Fue profesora de español para ejecutivos extranjeros de diversas industrias. Era profesora de los seminaristas franciscanos del Colegio de La Santa Cruz, tenía su taller literario de la Casa de la Cultura Ignacio Mena y también en otros espacios culturales. Era traductora literaria, compilaba y revisaba los textos de sus alumnos.

Entre los libros que compiló están sus colecciones de cuentos El árbol que florece cruces, con ilustraciones de Carmen Cardemil, y Azul ventanita de cielo. En ambos casos, se trata de relatos escritos para niños, algunos basados en leyendas antiguas. En 2011 publicó el libro De sueños e insomnios, que recopila cuentos de los participantes de su taller.

Su mamá padeció una vejez cuyo deterioro la llevó al silencio. Al no poder hablar con ella, Tere hundía su mirada color miel en el rostro de la madre, y se dedicó a escribir poemas que describieran su sentimiento de impotencia como hija. Recordaba con respeto y cariño a su padre y amaba profundamente a sus hermanos.

Siempre estaba dispuesta a colaborar con su trabajo honorario en programas culturales. Participó en la selección de piezas para “Querétaro, ciudad de 100 poemas”, un proyecto literario patrocinado por el Instituto Municipal de la Cultura, Fundación DRT, empresas privadas, institutos y universidades. Aprobó algunos poemas, sugirió otros, pidió que incluyera a más mujeres, siempre luchando por el reconocimiento de las escritoras, para que la historia de la literatura no deje a un lado las letras femeninas.

La primera mitad del año 2012 fue para Tere un periodo intenso, rico en emociones y vivencias: en marzo viajó a Panamá para participar en el X Encuentro de Escritoras. En abril presentó en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México el libro de poesía La tierra en destellos y otras voces, de su querido amigo Fray Eulalio Gómez, un franciscano inteligente, escritor de altos vuelos que tiene la virtud de elevar nuestra alma cuando lo leemos. Tere y él fraguaron juntos varios proyectos, como el libro de poemas de Eulalio con fotos de pinturas de Juan Muñoz, traducido por ella al inglés y presentado por los tres autores en Asís, Italia, para conmemorar los 800 años de la Orden fundada por San Francisco.

El jueves 19 de julio de 2012 participó en un evento cultural por última vez. Ahí presentamos las cien mamparas donde se publican los poemas seleccionados para el proyecto que convirtió por unos meses a nuestra ciudad en un libro de poesía. El poema de Tere nos acompañó en su misa de funeral. La antología la coloca al lado de Pablo Neruda, Rubén Darío y Mario Benedetti. Tres grandes que la recibieron ayer en el paraíso para retomar su quehacer literario, sin prisas ni angustias, en un proceso creativo que no tendrá fin.

En su funeral, el poeta franciscano Fray Eulalio Gómez dedicó a Tere una homilía de profundos sentimientos, ideas claras y lenguaje afectuoso. La iglesia estaba llena de amigos y familia. A Tere le habría gustado ver tantas flores blancas, tributos a su persona.

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