En algún momento de nuestras vidas llegamos al punto de sentirnos bien plantados en la sociedad, seguros de nosotros mismos y sintiendo que vamos por el camino correcto; algunos antes otros después, pero todos vamos avanzando en nuestro camino hacia la madurez como personas racionales y sensibles que somos. Cada quién a nuestro ritmo vamos afrontando nuestra realidad tomando decisiones que van teniendo consecuencias a lo largo de nuestra vida. Cuando somos padres, tenemos que fijarnos aún más en nuestra toma de decisiones, ya que las consecuencias ya no recaerán nada más sobre nosotros, sino que también sobre nuestros hijos que dependen al 100% de nosotros. Es muy agradable la sensación de saber que nuestras decisiones tienen consecuencias positivas en nuestra vida y más aún cuando marcan la vida de quienes nos rodean. Es así que cuando vamos haciendo las cosas bien, se reciben recompensas muy valiosas que guardamos en el corazón, y mucho mejor cuando los demás RECONOCEN nuestros logros en nuestro paso por este mundo.
Muchas veces he oído la frase «que no te importe el qué dirán» pero yo creo que sí importa siempre y cuando no sea en la superficialidad del chisme y de los inventos de la gente; el qué dirán va mucho más allá de eso. Va en el sentido de que hablen de ti por ser una persona íntegra, que se hable de ti por tus logros alcanzados y por tus metas cumplidas, que se hable de ti por tu calidad de persona y por tu calidad de servicio a los demás, que se hable de ti más por tus cualidades que por tus defectos, por ser una persona intachable y honesta, sonriente y buena onda. Que se hable de ti por la huella que dejas; no se necesita ser artista, famoso, o deportista olímpico para que te reconozcan lo que eres, el reconocimiento empieza por uno mismo. Nuestra familia y amigos, así como nuestra comunidad y todos los que nos conocieron, nos recordarán por cómo fuimos y qué hicimos en nuestro paso por sus vidas. Preguntémonos qué tanta luz encendemos , o qué tanta oscuridad damos a los que nos encontramos por las calles, con los que cruzamos miradas y palabras, con los que convivimos cada día.
Reconozcamos pues en nuestros hijos todas las cualidades posibles en cada paso que dan, y enseñémosles a reconocer también en los demás todo lo bueno que cada persona puede darle.
