Sansón fue una persona muy especial con un don único que no volvemos a encontrar en la Biblia: una fuerza física excepcional. Sin embargo, en Sansón lo importante no era su fuerza, sino la misión que tenía que desempeñar.
El pueblo de Israel sufría una opresión por parte de los filisteos. Había un hombre fiel a Dios llamado Manoa y a su esposa se le apareció el Señor y le dijo que quedaría embarazada, que a su hijo jamás se le debía cortar el cabello y que sería quién liberaría a Israel de manos de los filisteos.
Ya adulto, Sansón se enamoró de una filistea llamada Timnat y quiso casarse con ella, lo cual estaba aprobado por Dios, pues era parte de sus planes. Cuando iba con sus padres por el camino a pedir la mano de la muchacha, un león les salió al encuentro y Sansón lo mató fácilmente. Ahí se dio cuenta de su descomunal fuerza física. Pero Sansón se apartó de su relación con Dios.
Más adelante, por un enojo, Sansón mató a muchos filisteos y abandonó a su mujer, abandonando así los planes de Dios. Por muchos dones que tenga una persona, cuando abandona su relación con Dios, se aparta del bien y se aparta también del propósito de su vida.
Tiempo después, Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila. Los 5 gobernantes de los filisteos fueron a verla y la sobornaron para que descubriese el secreto de su fuerza. Le ofrecieron 5500 piezas de plata, una cifra exorbitante.
Ella tomó a su cargo el servicio, e hizo varias tentativas, sin resultados. Frustrada, apeló al amor de Sansón por ella. Desafortunadamente, Sansón no reconoció que Dalila lo estaba manipulando para su provecho. Sansón permitió que sus deseos terrenales pusieran en riesgo su potencial y su misión. Entonces, finalmente Sansón le reveló su secreto: Si le raparan la cabeza, perdería su fuerza.
Mientras dormía, fue rapado y la fuerza le abandonó. Los filisteos lo capturaron, le sacaron los ojos, lo encadenaron y lo pusieron en la cárcel.
El Señor era la fuente de la fuerza de Sansón. Cuando perdió la presencia del Señor, perdió su fuerza. Esto nos muestra que Dios puede quitar Su mano protectora de aquellos que le abandonan, que quebrantan Su confianza y que no cumplen con Sus propósitos.
La verdadera tragedia en la vida de Sansón no ocurrió cuando los filisteos lo subyugaron, sino cuando perdió su potencial y su misión. La lección para aprender es el peligro que representa poner en riesgo nuestra vida espiritual.
Sansón estuvo en prisión, pero su cabello comenzó a crecer. En cierta ocasión, los filisteos se juntaron en su templo para celebrar un festival en honor de su dios, y llevaron a Sansón para burlarse de él.
El problema para ellos fueron dos cosas: Por un lado, ellos le adjudicaban la derrota de Sansón a su dios y no a la desobediencia de Sansón al Dios verdadero. Y Dios les iba a demostrar lo equivocados que estaban. Por otro lado, el cabello de Sansón creció y su espíritu fue despertado otra vez para acercarse al Señor y cumplir su propósito de derrotar a los filisteos y liberar a su pueblo. Entonces se formó la tormenta perfecta contra ellos.
Sansón fue puesto entre las dos columnas que sostenían la azotea, el templo estaba totalmente lleno, todos los gobernantes filisteos estaban ahí y en la azotea había más de 3 mil personas. Entonces Sansón oró a Dios y le pidió fuerza para destruir a sus enemigos. Sansón tiro las columnas de sostén y el templo se derrumbó matando a todos los presentes. De esa manera, al final, Sansón cumplió su misión de liberar a su pueblo.
La última palabra sobre nosotros no se escribe hasta que morimos, lo que nos da la esperanza de que, aunque nos hayamos apartado de Dios, mientras haya vida aún podemos cumplir nuestro propósito para Él.
Pastor Jorge Cupido
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