Cada ciudad, o rinconcito donde se ha nacido o adoptado por puro cariño, tiene una historia propia para contar.
El Querétaro de mis amores es una bella ciudad histórica, en ella se han tejido las ideas acrecentado las ilusiones de la patria soñada. Se trazaron las rutas, se abrieron los caminos hacia la libertad y la construcción de un pueblo libre. Querétaro tiene diversas historias para contar, ha sido el tronco del junco que ha resistido los vendavales, se ha construido y reinventado acorde a las necesidades de su gente. Respaldando los intereses de la nación, ha sido punto clave en el tránsito de norte a sur y de sur a norte.
Hace unos días hojeando unos libros, localicé a uno que había dado por perdido, por fortuna ahí estaba. Se titula Tradiciones queretanas. Escrito por el ilustre queretano J. Antonio Servín Lozada. Fue gran maestro, interesado en conocer y, más tarde divulgar la historia de su amada ciudad. hizo una exhaustiva investigación para escribir este libro. Los usos y costumbres convertidos en tradiciones.
El maestro Servín impartió las cátedras de: francés, gramática española, griego, latín, raíces grecolatinas, matemáticas, trigonometría, historia universal y del arte, preceptiva literaria y, otras.
Una de las tradiciones más arraigadas en esta ciudad, sobre todo en los siglos XIX y XX, sin lugar a dudas han sido las peregrinaciones para rendir tributo a la Virgen del Pueblito, considerada Patrona, la Madre, por sus feligreses.
El autor relata un acontecimiento muy importante que tuvo lugar en el Pueblito. Era el año de 1943 las lluvias no llegaban, las tierras lucían áridas, el miedo corría por la sangre de los campesinos y de los citadinos también; la hambruna llegaría, la carestía cada día era mayor. En época de guerra sería más difícil encontrar trabajo fuera del campo, o recibir ayuda del gobierno.
Los oriundos del Pueblito y de la ciudad, párrocos y otras personalidades decidieron acudir al Santuario de La Virgen del Pueblito, para pedirle un milagro. Suplicarían a la Virgen que trajera las lluvias, que el cielo se abriera y, dejara caer el agua, que mojara la tierra para poder sembrar, y creciera el maíz, los ejotes, las calabazas.
Que, en la ciudad la gente tuviera agua para satisfacer sus necesidades básicas. Recibir los productos del campo para alimentar a las familias de Querétaro y del Pueblito.
El Reverendo padre Guardián, Fray Eliseo Ruiz, y otros personajes, fueron responsables de escoltar a la Virgen. Querétaro estaba enterado de tan importante suceso. Los que vivían en el Pueblito acompañarían a la Virgen hasta Querétaro, y, los que habitaban en la ciudad fueron a encontrarla. Se formó una gran peregrinación, con música, cohetes, cánticos. Fue un gran acontecimiento que paso a formar parte de la historia de nuestro amado Querétaro. Así, fue como la Virgen del Pueblito Salió de su Santuario rumbo a la ciudad para instalarla en el templo de San Francisco. J. Antonio Servín describe este evento en su libro Tradiciones queretanas.
Se comenta que no algunos queretanos no permitieron que se prendiera el motor del automóvil, decidieron empujarlo hasta el templo de San Francisco, considerando que era gran honor hacerlo.
Se dice que la gente se volcó a las calles, la Virgen llegó a su destino acompañada con la banda de música, palmas, cánticos, vivas, aplausos y, el repicar de campanas.
La Virgen del Pueblito hizo el milagro. En el año de 1943 llegaron las primeras lluvias y mojaron los campos. Los campesinos se apresuraban a remover la tierra para sembrar, los ganaderos podrían alimentar a sus vacas. La gente del Pueblito y de la Ciudad de Querétaro estaban felices.
Esta tradición de traer a la ciudad de Querétaro a la Virgen del Pueblito aún se conserva. Recuerdos que, en mi niñez, mi madre nos llevaba al Pueblito cuando se organizaba alguna peregrinación, para mis años era una gran distancia la que debíamos caminar, sin embargo, los verdes sembradíos, los olores de los árboles frutales y, la plática con otras niñas, hacían que la caminata no fuera tan pesada.
Al fin niña, lo que más me interesaba de la peregrinación, era que mi madre nos compraba una deliciosa jícama de agua, la que pedía con mucho limón y chile, disfrutar las granadas, los duraznos amarillos los aguacates criollos, los que tienen una piel muy delgada, su sabor es único.
Haciendo un balance. Resultaba muy grato participar en esas peregrinaciones.
En la década de los sesenta del siglo XX, la tradición de traer a la Virgen del Pueblito a Querétaro se mantenía firme. (Al municipio de Corregidora se le conocía solo como El Pueblito), la ciudad con sus barrios era Querétaro. Cuando no llovía o se suscitaba otra calamidad, La Virgen nos visitaba. La gente de los barrios acudía a rezar y, solicitarle algún milagro para el familiar enfermo que tenían en casa. Eran días de oración y de fiesta, los puestos de enchiladas, guajolotes, y golosinas para los niños no faltaban.
Así de: creyente, bondadoso, amante de la arquitectura y bellas artes, ha sido el Querétaro de mis amores.
Cuando se acercaba el fin de año escolar, algunos alumnos acostumbraban visitar a la Virgen del Pueblito, para solicitarle que les ayudara a pasar los exámenes finales. Cursaba el tercer grado de secundaria, cuando un grupo de compañeras se había organizado para ir al Pueblito, tuvieron la gentiliza de invitarme, mi respuesta fue que estaba bien, pero que primero se pusieran a estudiar.
Una chica muy enojada me dijo: “¿eres atea y, por eso no quieres ir?” esta es una costumbre.
Atea sonó un poco feo, pedí permiso en casa y acepté. Fue un viaje muy agradable, algunas mamás acompañaban a sus hijas. En el Santuario nos encontramos algunos compañeros cuya misión era la misma.
La experiencia fue inolvidable: al llegar comimos tamales y atole. De regreso jícamas, duraznos aguacates
Por la tarde regresamos a nuestras casas, la ida y regreso fue a píe. Al despedirnos dije: pero también estudien, no dejen todo el trabajo a la Virgen.
.