domingo, septiembre 8, 2024

¿Puedo huir? – Conny Godínez

Hace unos días veía una noticia sobre una plaga de roedores que está invadiendo las calles más importantes de Manhattan (USA), la tan famosa 5ª Avenida en las cercanías de Central Park, esta fauna no tiene empacho en salir a invadir las calles en horas pico y de luz de día, de noche, con multitudes recorriendo las calles o cuando no hay transeúntes o vehículos que las puedan atropellar. Y me preguntaba ¿qué les hace salir de sus escondites tan libre y descaradamente? Y las respuestas pueden ser muchas, busca de alimento, de agua, cambio de hábitat, aventura… en fin, la respuesta en la que me concentro ahora es porque no tienen miedo, porque no sienten culpa, porque no tienen consciencia de maldad.

Y esto me lleva a reflexionar en el Salmo 139:7-8 que dice: ¡Jamás podría yo alejarme de tu espíritu, o pretender huir de ti! Si pudiera yo subir al cielo, allí te encontraría; si bajara a lo profundo de la tierra, también allí te encontraría. Cuando nosotros tenemos consciencia de maldad/pecado/ofensa contra alguien a quien amamos, la sociedad, la familia o incluso -y más importante- Dios, nuestra tendencia es a sentirnos avergonzados, arrepentidos, escapar, buscar escondernos para no ser vistos y reprendidos o castigados.

Como estamos siempre expuestos a cometer errores y que estas fallas lastimen o perjudiquen a alguien, una buena alternativa sería escondernos en nuestra madriguera, fuera de la vista de los demás y roer la culpa o, en algunos casos, disfrutar el mal causado. Sin embargo, siempre llega a nuestros oídos la voz sabia y gentil que nos dice ¿A dónde puedes huir de mi presencia? Conozco lo que hiciste, cómo lo procesas y cómo te sientes.

Somos muy afortunados por no vivir como esos roedores que generan diversos sentimientos en la gente que los va encontrando a su paso (susto, repulsión, fobia, molestia), porque si reconocemos la voz que viene de parte de Dios y que nos quiere dar una nueva oportunidad, podremos dejar de escondernos (literalmente), o bien castigarnos en nuestros sentimientos de culpa, y dar paso a la siguiente parte del texto de Salmos que dice (v. 8 y 9): Si volara yo hacia el este, tu mano derecha me guiaría; si me quedara a vivir en el oeste, también allí me darías tu ayuda. Es asombroso pensar que no hay, no existe un lugar donde podamos estar ocultos y sin que la mirada y la ayuda de Dios nos alcance, cuando requerimos y aceptamos ser ayudados.

¿Te has sentido culpable y desolado por alguna situación que provocaste o que sufriste? Piensa en este Salmo y aplícalo; afortunadamente no somos como los ratones, somos y estamos muchas categorías arriba en el escalafón de la creación y la naturaleza, y ese lugar principal nos lo ha dado Dios, quien quiere siempre lo mejor para nosotros. Tómalo y sigue adelante.

Conny Godínez.
El Sello, Iglesia Cristiana.

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