Hay personas que se estacionan en una etapa o en un suceso y ahí se quedan toda la vida atorados.
Por ejemplo, usted puede ver personas que ya son maduritas y siguen vistiéndose y comportándose como cuando fueron jóvenes. Se quedaron estacionadas en esa época. Otras se quedan atrapadas en algún logro o victoria del pasado y ya no salen de ahí: el cantante o actor que ya no es famoso, el deportista campeón que ya no lo es, o el ex directivo que no se puede desprender de esa etapa.
Sin embargo, tal vez la peor situación es cuando una persona se queda estacionada en un dolor o situación traumática del pasado y no puede salir de ahí. Una ofensa, un engaño, la muerte de un ser querido, una agresión, un abandono, un rechazo o un fracaso pueden ser algunas de las causas de una o varias heridas en el alma, que les atrapan.
El problema es que se pierden la imagen completa y ya no pueden disfrutar ni vivir en libertad y alegría el resto de su vida. Viven reviviendo y rumiando su dolor, en un círculo vicioso que les causa pena, odio y amargura, afectando su vida y a quienes les rodean.
No estoy negando la gravedad ni la realidad de esas situaciones, sino resaltando el hecho de que estacionarse en ellas les causa daño emocional, espiritual y hasta físico el resto de su vida. Son un peso y unas cadenas muy grandes de llevar.
El rey Saúl, por una supuesta ofensa, se llenó de enojo, resentimiento, odio y envidia contra David y ahí se estacionó. Ya no importó nada de lo demás, ni su reino, ni su familia, ni Dios, y su espíritu vivió atormentado hasta su muerte. Su mente y su corazón se concentraron en vengarse de David y perdió la perspectiva de todo lo que había hecho bien, de todo lo que tenía y de todo lo glorioso que podía hacer.
Sé que muchas personas han sido víctimas de abuso, ofensa, traición y engaño, también se que ninguna palabra logra captar el horror, la vergüenza, el daño y el sufrimiento al que han sido sometidas. Cada vivencia es tan personal e íntima, que solo Dios puede atravesar el corazón, comprender, sanar y brindar una nueva vida libre de esas etapas que estacionan.
Usted puede recurrir a tratamientos médicos o sicológicos, pero la única manera de encontrar sanidad integral y permanente para un alma dolida se encuentra entre los brazos de Jesús, el Salvador. Allí encontrará libertad, paz y gozo para seguir adelante de una forma diferente. El dijo:
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; (Luc 4:18)
Dios es bueno, le ama, todo lo puede y está listo para sanar su alma y sacarle del lugar de sufrimiento. No se estacione, acérquese a Él.
El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. (Sal 34:18)
Pastor Jorge Cupido
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