Siempre hay algo que no nos sale bien, o algo que no podemos hacer. También siempre hay algo en lo que somos muy buenos, tal vez hasta los mejores. Pero la verdad es que, como buenos humanos, nos enfocamos en lo malo y entramos en comparaciones para determinar nuestro valor. Comparamos éxito económico, posesiones, fama, poder, desempeño en la familia, en el trabajo, o en la escuela, comparamos la familia, la esposa, los hijos, los padres, la popularidad entre los amigos, el aspecto físico, etc. Por eso siempre soñamos en que pasaría si fuéramos diferentes, superiores, y en lo que los demás verían en nosotros, como nos tratarían, cuanto nos amarían, lo diferente que sería la vida. Lo que no nos damos cuenta es que pensamos que esto es lo que da valor a nuestras vidas. Estamos acostumbrados a aceptar lo que los demás dicen y piensan de nosotros y aun lo que nosotros pensamos de nosotros mismos.
¿Cuánto vales? No estoy hablando de tu patrimonio ni de tus éxitos, sino de tu valor como persona. ¿Quién puede dar un veredicto de quién eres y cuánto vales? La verdad es que nadie te conoce al 100%, es más, ni tú mismo. Si esto es verdad, entonces ¿Cuál es el valor que tiene tu vida y quien lo determina? El único capaz de determinar tu verdadero valor, es quien te conoce al 100%. Solo Dios que te creó sabe todo de ti. Él tiene la última palabra.
El valor de algo se determina por lo que alguien esté dispuesto a pagar por ello. De acuerdo con la Biblia, Dios te ama tanto y eres tan valioso, que no lo pensó dos veces para entregar a su hijo por ti.
Si te enseñara un billete de $1,000 y te preguntara si lo querrías, ¿Qué dirías? Por supuesto que lo querrías. Pero si antes de dártelo lo arrugara, ¿Todavía querrías el billete? ¡Claro que sí! Pero si además de arrugarlo lo tirara al piso y lo pisara varias veces con mis zapatos, ¿Quisieras el billete todavía? Tú todavía querrías el billete porque, a pesar de todo lo que le hice al billete, no perdió su valor.
Muchas veces en nuestras vidas somos aventados, aplastados, maltratados por las decisiones que tomamos y las circunstancias que vivimos. Sentimos que no valemos nada por estas situaciones, sin embargo, no importa lo que haya sucedido o lo que vaya a suceder, no perderemos nuestro valor. Limpio o sucio, arrugado o estirado, aun así, somos de infinito valor. El valor que tenemos no viene de lo que hacemos, de lo que tenemos o de a quien conocemos, ni siquiera de los logros que tenemos. El valor que tenemos es la manera en cómo Dios nos ve y ese valor viene de Él.
Hoy es un buen día para dejar atrás las mentiras y etiquetas que han sido puestas sobre ti por otros o por ti mismo, y de acercarte a Dios para encontrar tu verdadero valor en Él. Dios no nada más quiere mostrarte tu verdadero valor, sino además mostrarte su amor por ti. Dios te dice que si te acercas a Él y le sigues, te darás cuenta de que eres su especial tesoro (Éxodo 19:5)
Dios es bueno, te ama y te da un valor diferente, especial, maravilloso, en esta vida y en la eternidad.
Pastor Jorge Cupido
@jorgecupidoqro
EL SELLO, IGLESIA CRISTIANA
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